Opinión Nacional

¿Qué podemos hacer para impedirlo?

El mundo libre pierde a Venezuela y los venezolanos perdemos la patria. No ha sido de la noche a la mañana ni producto de caprichos postelectorales del megalómano que nos gobierna. No. La nación ha sido víctima de un largo proceso por el control total del poder público y para el control o eliminación de cualquier centro de poder privado que no se coloque al servicio del oficialismo. El régimen es comunista y camina aceleradamente hacia el “mar de la felicidad” que construyó el proceso revolucionario de Cuba. Sobre ese esquema relanza el viejo sueño fidelista de la revolución continental y mundial promoviendo la unidad de ser y de destino contra el gran enemigo, Estados Unidos de América. Para lograrlo promueve alianzas políticas y económicas con los gobiernos más forajidos del planeta y con organizaciones probadamente subversivas, calificadas como terroristas por los organismos especializados, estén o no en sociedad abierta o encubierta con el narcotráfico y los perros de la guerra. El objetivo es consolidar el poder donde se tiene y conquistarlo, por cualquier vía, donde la institucionalidad democrática sea un muro de resistencia. Para ello es necesario debilitar al máximo los valores esenciales de la civilización occidental, de toda ella, y radicalizar la lucha contra Estados Unidos y Gran Bretaña como expresiones excelsas de cuanto tiene que desaparecer. El señor Chávez lo hace a su manera, avanza de frente o en círculos, más rápido o lentamente, de acuerdo a las circunstancias. Pero a nadie en el mundo le quedan dudas sobre el rol que juega en un tablero internacional que controlan otros. Así los intereses nacionales pasan a un segundo plano como quedó demostrado, una vez más, con el territorio esequibo y la entrega traicionera. Se acerca a sus objetivos y el mundo contempla estupefacto la enorme dosis de dinero negro y de audacia que se aplica. Aún no reacciona, o reacciona mal.

Muchos consideran que somos los venezolanos quienes debemos reaccionar para desmontar esta locura. Nadie hará lo que a nosotros nos corresponde. Para ellos se trata de un peligro cierto, de amenazas cada día más graves, pero somos nosotros quienes vemos reducida la libertad, los derechos de propiedad, la educación de nuestros hijos, el derecho al trabajo estable y bien remunerado y como se reduce el ámbito de seguridad para las personas humanas y los bienes. El estado de derecho desapareció hace rato. No hay ni ley, ni orden ni poderes autónomos, ni medios verdaderamente libres. Los empresarios temen y unos cuantos jerarcas de la Iglesia vacilan bordeando el problema. La respuesta está en cada uno de nosotros. Para que esto dure lo menos posible, es necesario que cada quien cumpla con el deber de resistir en su vida diaria frente a la injusticia y al atropello material y moral que nos ahoga. Es criminal la confrontación innecesaria. Pero es peor esquivarla cuando se hace inevitable e indispensable.

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