FIP: 118 periodistas fueron asesinados en 2014
La Federación Internacional de Periodistas (FIP) reportó, que durante el año 2014, 118 periodistas fueron asesinados en ataques con bombas o tiroteos alrededor del mundo. En tanto 27 cayeron en América Latina.
En el detalle de estas muertes, y por citar los casos más significativos, en Pakistán murieron 14, en Siria 12, en Afganistán, al igual que en los territorios palestinos, en Irak y Ucrania 8 en cada uno, en Honduras 7, en México con 5, Paraguay 4, Brasil y Colombia 3 en cada uno, República Dominicana y Perú 2 cada uno, y en Argentina uno.
Salvo en Irak, Siria y Ucrania, en todos los otros países no hay guerras abiertas. En el caso de América Latina, nos enfrentamos a secuestros y asesinatos a manos de sicarios.
Más que odiosa, es terrible la comparación del número de los periodistas asesinados en el año 2014, con los acaecidos en la Segunda Guerra Mundial, cuando murieron más de 80, según el Club de Prensa Extranjera de América en Nueva York. (Las fuerzas aliadas acreditaron 500 periodistas que estuvieron en los campos de batalla).
Entre esas muertes, destaca la de Ernie Pyler en la isla de Ie Shima en el Pacífico, por el tiro certero de un francotirador japonés. Fue el más popular periodista estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, al caracterizarse más, por reportar las experiencias de los reclutas, que por informar las batallas en las cuales participaban.
Sin embargo, muere al ser confundido por el francotirador por estar ataviado con el uniforme de campaña del Ejército de los Estados Unidos.
Una labor romántica y sin peligros
La primera parte del Siglo XX, fue una época en que la profesión de periodista estaba rodeada de una especie de inmunidad. Cubrían peligrosas guerras, pero su condición de periodistas le protegían de ser víctimas. Cuando les alcazaba algún proyectil o las bombas, las heridas obedecían a un accidente de guerra. Se habían atravesado en la línea de fuego.
Siguió siendo así hasta la Segunda Guerra Mundial, y prácticamente casi todas las revoluciones y guerras de los años 50, 60 y 70.
Fuera de estos períodos de guerra, el periodismo solía ser una profesión segura. Salvo contados casos, el periodista que recogía la información, el fotógrafo y el camarógrafo que filmaba eran testigos prácticamente transparentes.
Con el advenimiento del Siglo XX, un manto de romanticismo cubrió las labores periodísticas en los numerosos conflictos bélicos.
Eso llevó a un joven Winston Churchill a cubrir la Guerra de los Boers en Suráfrica (1899), a John Reeds a ser reportero en la Revolución Mexicana (1910) y en la Revolución Rusa (1917), y a Ernest Hemingway a transmitir a Estados Unidos sus reportes diarios de la Guerra Civil Española (1936). Churchill y Hemingway lograría el reconocimiento universal al ganar ambos el Premio Nobel de Literatura en 1953 y 1954, respectivamente.
Testigos potenciales
Finalizada la guerra en 1945, y a raíz de los procesos de Núremberg –que tífica y sanciona los crímenes de guerra- los periodistas comenzaron a convertirse en testigos de las violaciones de los derechos humanos. Lo que los convierte también paulatinamente, en objetivos militares.
Tal vez uno de los primeros casos haya sido la Matanza de My Lai, perpetrada por el Ejército de EEUU en marzo de 1968 en Viet Nam.
En este sangriento suceso, el fotógrafo de prensa del ejército, Ronald L. Haeberle, tomó las fotos que serían, en un juicio militar posterior, la irrefutable prueba de la matanza. El material gráfico había dejado ser de interés solo de los medios, para constituirse en una prueba legal. Colocando de ahí en adelante una pesada carga sobre los hombros de los reporteros, camarógrafos y fotógrafos.
En los conflictos que se fueron sucediendo en distintas partes a partir de 1968, los hombres en armas se fueron cuidando cada vez más de las cámaras. Los periodistas empezaron a ser asesinados, a veces por efectivos de ambos bandos, al ser violados los derechos humanos en el frente de batalla.
El riesgo se extiende
Desafortunadamente, la conversión de los periodistas en objetivo se extendió a los conflictos civiles, que comenzaron a ser también armados.
Las guerras del narcotráfico en países como Colombia (1989-1993), o la confrontación abierta de las organizaciones mafiosas con las fuerzas del orden, tanto en EEUU como en Europa, abrió las puertas para que la actividad de los periodistas se convirtiera en un trabajo de altísimo riesgo.
En Centro América, México, Italia, Francia, EEUU, el tratar temas como el narcotráfico y mafia, lleva fácilmente a los periodistas al borde de la muerte.
A partir del 2001, luego de los atentados de las torres gemelas en Nueva York, se incrementó la escalada en contra de los periodistas. El terrorismo se salió de áreas geográficas limitadas, para convertir en teatros de operaciones de guerra cualquier punto del globo.
Tal ha sido el caso del ataque al semanario francés Charlie Hebdo, en enero de este año. En tanto en Siria e Irak, la vida de los periodistas capturados por el Ejército Islámico, no valen nada. Son ejecutados por decapitación por el simple hecho de ser periodistas. Son un objetivo de guerra.
Esta última escalada cambió la dimensión de la labor periodística. En el análisis, los riesgos y la seguridad de los hombres y mujeres de la prensa, comienza a ser visto dentro de la lucha por la libertad de expresión. Algo que nadie lo concibió en el siglo XX.
La tecnología viene en auxilio
El auge de los smartphones, que permiten grabar y transmitir en vivo, da un giro importante a favor del derecho a informar oportunamente urbi et orbi.
Cualquier persona, ya no solo los periodistas, y ante cualquier suceso, pueden transformarse en recolectores anónimos de los hechos con la velocidad de la tecnología, son auxiliares de la prensa.