Opinión Nacional

Militares Cum Laude

Antes, nos referimos al paso por las academias militares de Venezuela de teóricos, teólogos, belicistas, historiadores, razonadores, politólogos, juristas judicialistas y justicieros, desarrollistas, educadores, catedráticos honoris causa, ambientalistas, economistas, músicos, poetas, reencarnados, ilusionistas, magos y muchos otros personajes con infinidad de especialidades.

Adujimos sobre lo vanguardista y habilidad empírica, que luego de mas de medio siglo de experimento académico, lograron consolidar un cartabón curricular profesional, que con el mas reciente experimento tiende a orientarlo hacia el mas moderno y exacto perfil del profesional nacionalista y guía social, que se quiere plasmar como el venezolano culto y educado.

Los que por imponderables de la vida y apegados al ilusionismo juvenil, con un deseo ferviente de ejercer un nacionalismo verdadero, forjado en la Venezuela incipiente después de la amarga experiencia dictatorial de comienzos del siglo XX, nos intercalamos e interrelacionamos con muchos otros venezolanos de la misma cepa, para incorporarnos sin saberlo en la construcción del verdadero y profesional Ejército venezolano (léase FFAA), cuya disyuntiva estuvo plagada de abundantes vicios, por cuanto en Venezuela nunca hubo una fuerza armada institucionalizada y mucho menos profesionalizada ni antes ni después de la independencia, cuyo paso nacionalista por la Gran Colombia y luego por la hordas que se emplazaron en los albores de la verdadera república presidencialista y la caterva pretoriana que se institucionalizó para defensa de los gobiernos militaristas y de montoneras en que se constituyeron las llamadas desde entonces FFAANN.

En un principio, a comienzos de siglo, sin que pretendamos hacer un análisis histórico, ya que verdaderamente no existe una historia real y convincente de las FFAA nacionales, solamente plasmadas a partir de la muerte del “benemérito” Gómez, a pesar de la existencia y tradición de la ley orgánica. Honestamente, no podemos decir que existíó una institución armada profesionalizada, hasta el intento de perfeccionamiento de Pérez Jiménez, que se valió de las hechuras del Estado Mayor General, hasta la conformación de la Escuela Básica de las Fuerzas Armadas, a cuyo primer curso pertenecemos.

Es tan reciente la historia, que por conocida no vale la pena narrarla. Y sin que nos queden dudas, es a partir de entones cuando comienza el profesionalismo y la estructuración de un componente militar integrado. Es en la década de los 70’ cuando podemos decir que se estructura la Institución, con la aparición de la Ley Orgánica de Seguridad y Defensa Nacional, se establece el Sistema de Seguridad Social con la promulgación de la respectiva Ley Orgánica y comienza el desarrollo de una sistemática Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas, cuya verdadera esencia se materializa con la reforma parcial (que se intentó hacer como total) en 1983. En esta reforma se institucionaliza y se da carácter sectorial a la educación militar como parte integrante del Sistema Educativo Nacional, integrándose la participación de las FAN al desarrollo nacional, cuya connotación fue y es mal interpretada.

Pero, si pudiéramos llamar de mayor relevancia, fue la integración y legalización de la educación militar como educación de nivel universitario, equiparando la profesión militar a las demás profesiones universitarias con rango de licenciatura. Lamentablemente, ocurrió un error, frecuente en el sector militar, como lo fue el de no establecer una integración educativa que la ramificara y unificara en cuanto a perfil profesional, manteniéndose los institutos que en un principio y antes del cambio, suplían la falta de nivel educativo, como es el caso del IUFAN, hoy transformado en un centro de masificación profesional, a la par de la llamada “Universidad Bolivariana”, cuyo prestigio se fundamenta en la “popularización y masificación” estudiantil, que por falta de docentes, no tiene mas remedio que nivelar los perfiles estudiantiles y profesionales hacia abajo, en contraposición al deseo de todo centro educativo moderno, cuya meta es lograr la excelencia en la formación, en lo cultural y en la profesionalización, para hacer o lograr un perfil profesional adaptado a los designios del siglo cibernético.

¿Que nos depara la historia? Nada en contra de su designio, que en lo militar es característico y pintoresco. Nadie puede transformar la historia y volverla a su antojo, por cuanto los hechos forjados fuera de la realidad, aunque sean revolucionarios, se revertirán siempre. Pero lamentablemente, el militar medio y mas el mediocre, siempre ha creído que el talante y el mérito se pueden manipular con el cambio de posición numérica, o invirtiendo los parámetros. Mas grave aún, piensa que el grado o el cargo lo dotarán del intelecto necesario para ejercerlos, por lo que no da relevancia a la meritocracia como tal y buscará siempre la forma truculenta para encumbrarse.

Es este el karma real de hoy, cuando militares mediocres, encumbrados por seguidores que les endosan méritos que desconocen, asumen la suerte de nuestro país y sin querer, pero haciéndolo promueven su destrucción con inventos “revolucionarios”, que no son más que ideas “locas” emanadas de mentes profesionalizadas con formación militar “Cum laude” Ya es bastante, que sean mediocres los que califiquen la meritocracia militar.

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