Opinión Nacional

El crimen de pensar con libertad

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1 Para ilustrar la diferencia que existe entre las dictaduras y los regímenes neoautoritarios suelo utilizar las imágenes del zarpazo del tigre y la boa constrictor. Las dictaduras, generalmente resultantes de golpes de Estado, son como el zarpazo del tigre. Actúan rápidamente y por sorpresa, son sangrientas y por tanto muy visibles.

Evidentes. Los modelos neaoutoritarios, en los cuales el de Fujimori fue pionero, operan en cambio como la boa constrictor. Actúan lentamente, envuelven a la víctima entre sus anillos, la paralizan y la asfixian sin apresuramientos. Aunque los resultados son los mismos, la muerte es menos sangrienta y el crimen, por lo tanto, menos flagrante.

2 En el habla popular venezolana, cuando alguien da pruebas de ser muy inteligente o muy estudioso se suele decir, medio en serio medio en merma, algo así como: «Ese tipo debería estar en la NASA».

(%=Image(5301879,»L»)%) Pues resulta que Claudio Mendoza, uno de los más destacados físicos con los que cuenta el país, hasta hace muy poco jefe del Laboratorio de Física Computacional del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, además de haber sido merecedor del Premio Nacional de Ciencia que otorga la Fundación Polar, y de haber obtenido un PhD otorgado por el prestigioso University College de la ciudad de Londres, forma parte desde el año 2001, en calidad de investigador asociado, del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA. Esto quiere decir que aquello que en el habla popular es una aspiración, o incluso un «vacilón», en Claudio Mendoza es toda una realidad.

3 Pero en la Venezuela del presente, tener una trayectoria científica semejante, incluyendo el paso por la NASA, no es suficiente aval para impedir que la mano negra del autoritarismo y la intolerancia se coloque, enguantada, en su cuello para tratar de impedir que exprese con libertad aquello en lo que sus largos años de estudio y de investigación le obligan a creer.

Y eso, exactamente eso, es lo que le ha ocurrido a Claudio Mendoza, quien ha sido destituido de su cargo de jefe de laboratorio sólo porque el Consejo Directivo del IVIC- como si de la monja superiora de un convento o del alto mando de un cuartel se tratara– ha encontrado un «tono irrespetuoso» en un artículo de su autoría, «Masa crítica» se titula, publicado en el diario El Nacional del 13 de septiembre del año pasado.

(%=Image(6563953,»L»)%) Para que no queden dudas, con la arrogancia propia de los perseguidores con poder, el director de la institución científica ha declarado que al destituido en cuestión, a Claudio Mendoza,»se le aplicó una sanción muy suave» (El Nacional, 16 de febrero de 2006, B-18), lo que nos obliga a suponer que, según el nuevo Torquemada de los Altos de Pipe, el profesor Mendoza merecía la destitución e, incluso, la cárcel o un juicio y una multa como la que por «delito» similar le ha impuesto un tribunal de Barquisimeto a Laureano Márquez y al diario Tal Cual.

4 No hay que leer entre líneas.»O se acoplan o se acoplan», pareciera decir con inconfundible aroma gomecista Máximo García Sucre, el director, y en un arrebato reflexivo deja caer dos perlas inolvidables e ilustrativas de la nueva ética que se cierne sobre el país: «Todo investigador del IVIC debe opinar verazmente sobre artículos científicos» (sic) y «La libertad de opinión tiene límites» (sic).

¿Qué significará opinar «verazmente»? ¿Quién define y cómo los límites de la opinión? ¿Quién decide qué es lo veraz? Por ejemplo, si el Presidente de República decide, como todo parece indicar, apoyar a Irán en su desbocado esfuerzo por tener la bomba atómica y un científico del IVIC, éticamente opuesto al uso bélico de la energía nuclear, expresa su opinión al respecto ¿puede ser calificada como de no veraz su opinión? ¿Debe ser sancionado su autor por disentir del Presidente? La respuesta del «Evangelio según el nuevo IVIC» parece ser que sí. Que en el país del presente no se puede ser a un mismo tiempo trabajador de una institución pública dependiente del Gobierno central y hombre libre capaz de ejercer el pensamiento crítico –aunque todo pensamiento, para que realmente lo sea, tiene que ser crítico– y, además, expresarlo libremente por los medios que crea conveniente.

5 Si la censura explícita a Claudio Mendoza («Tuvo la oportunidad de retractarse pero no lo hizo», agrega la santa inquisición hablando por la voz del director) fuese un hecho aislado, una circunstancia excepcional, no sentiríamos ese perturbador escalofrío que nos hiela la sangre cada vez que vemos cómo avanza lo que deberíamos llamar el sexto motor de la revolución bolivariana. El que el gobierno rojo no enuncia pero, en medio de la euforia habilitante, ha encendido al máximo de su potencia y la mayor exigencia de eficacia. Hablamos del motor de la construcción de la «hegemonía comunicacional», el sometimiento ideológico de la población y el control –»hasta donde sea posible»– de la opinión pública del país.

6 La cosecha de esta semana ha sido grande. Una sanción millonaria contra Tal Cual intentando sacarlo del camino. Un aleccionador castigo a un científico importante como recurso para enviarle un mensaje intimidante a sus iguales. Desde ahora no tendremos Aló, Presidente los domingos sino todos los días.

Pronto dejará de existir RCTV.

Venevisión y Televén hace rato que se rindieron y su mensaje fundamental parece ser «al Gobierno ni con el pétalo de una crítica». Salvo por la presencia incómoda de Globovisión, el espectro televisivo nacional se tiñe de un único rojo, rojito.

Tres estrategias se articulan a los ojos de todos: disminuir la presencia en la opinión pública de mensajes cuestionadores o disidentes; aumentar la presencia de mensajes oficiales y sobre todo de la voz y la imagen del Presidente; y, la más triste desde la perspectiva de la ciencia, el arte, la educación, y la cultura en general, la de ir estableciendo mecanismos de miedo y censura en todos aquellos espacios de creación, estudio y enseñanza dependientes del Gobierno.

La boa constrictor ha decidido dar un apretón y la víctima, lamentablemente, yace paralizada envuelta en sus anillos y con graves síntomas de asfixia e inanición.

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