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Mr. Obama, ¡you screwed it up!

Mr. Obama… ¡Ay, Mr. Obama! ¡You screwed it up! Para decírselo en criollo, usted metió la pata. Si lo que quería era congelar las cuentas de unos funcionarios que deberían explicarnos a todos los venezolanos –como todos los funcionarios públicos deberían hacer- de dónde provienen los fondos que tienen en billetes verdes color esperanza, ¿por qué tenía que decir que Venezuela era «una amenaza para la seguridad de Estados Unidos»?…

¿Cómo vamos a ser nosotros «una amenaza» para nadie, si aquí el problema es que la mayoría se cuadra con quien sea antes de entrar en un conflicto? ¿Cómo vamos a ser una amenaza si a todo le sacamos un chiste? ¡Si hasta las cosas que no son chistes, lo parecen! ¿Usted se enteró de los funcionarios públicos que dijeron cosas como que Venezuela pondría a temblar a Estados Unidos, o que estábamos preparados para «dar la batalla» en caso de que nos invadieran, cuando nadie habló de invasión? ¿Cómo vamos a amenazar al país con el poderío bélico mayor del mundo si cuando Chávez mandó a las tropas para la frontera con Colombia los tanques llegaron precariamente a la frontera entre Guárico y Apure?…

¡Ay, Mr. Obama! Usted con la historia de le dio respiración boca a boca al gobierno. ¿Sabe lo que es «parapetear»? ¡Usted parapeteó al gobierno! Yo estoy segura de que el número de firmas que dicen que consiguieron está súper inflado, ¡pero de que su decreto parapeteó al gobierno, lo parapeteó! ¿No ve usted que aquí pasan tantas cosas rocambolescas todos los días, que un problema tapa a otro y hasta logra minimizarlo?…

Por su culpa, la gente se olvidó por unos días de la inseguridad, de la escasez, de las colas, de la inflación… Los medios –que en su mayoría usted sabe en manos de quién están- nos repitieron ad nauseam «Obama repeal the executive order, Obama repeal the executive order!». Y encima pusieron a cientos de miles de empleados públicos a pasar por la nueva humillación de tener que firmar algo con lo que no estaban de acuerdo, so pena de despedirlos. Porque en este país hay inamovilidad laboral para todas las empresas privadas, pero para el gobierno, nanay, nanay. Despiden al que se rebele.

Ahora Nicolás Maduro dice –y con razón- que los millones de firmas lograron que usted reculara: «hicimos reconocer a Obama que Venezuela no es una amenaza». Mr. Obama, aquí la gente se cree muchos cuentos. Y lo de la amenaza caló, yo que se lo digo. Porque llegó al mero centro del orgullo patrio… patriotic pride, you know what I mean. Y encima, como dijo Nelson Bocaranda en sus Runrunes del jueves pasado, «paradójicamente el «gaffe» norteño rankeó a Maduro y quizás por ello uno de sus asesores le recomendó reunirse con el enviado especial Tom Shannon, pues debía más bien «estar agradecido de ese empujón que te dieron los gringos al conseguirte respaldo en varios organismos globales»… ¡Ay, Mr. Obama, eso no se hace!

Mr. Obama, la amenaza no es Venezuela. La amenaza son algunos venezolanos, que representan una amenaza también para nosotros mismos. Como aquellos que trafican drogas. Como aquellos que les abren las puertas a terroristas de distintas tendencias e intereses. Como quienes lavan dinero. Como quienes compran conciencias, forjan reputaciones y engañan al pueblo. Como quienes hacen negocios con los boliburgueses. Como quienes roban descaradamente el Tesoro Nacional y tienen cuentas no solo en USA, sino en Suiza, Andorra, España y cuanto paraíso fiscal hay en el mundo. Como esos que están en todos los países, ciertamente Venezuela no es el único caso, pero que usualmente se estrellan contra el sistema de justicia. Aquí no. Aquí son premiados y tratados como héroes. Los ascienden, les aumentan los sueldos, los viáticos y las prebendas. Y ésa es la amenaza.

La próxima vez que vaya a firmar una orden ejecutiva de la gravedad de la que hizo, por favor no use el fulano formato. Ponga a su gente a trabajar y llame al pan, pan y al vino, vino. No le dé circo a quien no tiene pan.

@cjaimesb

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