Séptima Cumbre de las Américas
Mientras nuestros queridos y apreciados lectores nos distinguen al leer hoy nuestros comentarios, en Ciudad de Panamá se está celebrando la Séptima Cumbre de las Américas.
Nombre que consideramos un tanto pedante y contradictorio. Afortunadamente, dicen, que el número siete, que “ordena” esta reunión, siempre se ha considerado un número importante y generalmente de buen agüero.
Tiene esta cita connotaciones muy importantes. Dicen comentaristas muy documentados que la asistencia del Presidente de los Estados Unidos le imprime a la reunión características singulares pues hemos leído que diera la impresión de que el país más importante de la región vuelve sus ojos hacia sus vecinos, después de un largo período de indiferencia. Los juicios sobre las actitudes del gigante del norte son severas, si respetan se les llama indiferentes y si se acercan, los tildan de interventores o intervencionistas.
Las miradas y los oídos de Latinoamérica están muy atentos al saludo y discursos que necesariamente se referirán al cambio de dirección que ha tomado los Estados Unidos en sus relaciones con Cuba. Desde 1962, en la Octava Conferencia de Cancilleres del Hemisferio que se celebró en Punta del Este el 22 de enero, se cambiaron las relaciones con la recién conquistada nación insular que se entregó formalmente al comunismo soviético y ahora, después de cincuenta y tres años, Barak Obama y Raúl Castro han emprendido un acercamiento que cambia de manera medular el escenario de toda la región.
Además, debemos anotar que esta reunión y su agenda describen un cambio importante hacia las consideraciones que la región le ha otorgado a la nación del norte. No puede pasar por debajo de la mesa el hecho de que se están cambiando las premisas que trataron de discriminar a los norteamericanos del concierto de países de la región con la desordenada creación de múltiples foros regionales que intentaron ignorarlos y donde la Venezuela de los tres lustros más recientes, ha sido motor fundamental, al estilo de los camorreros.
A propósito de Venezuela, debemos anotar su “nueva” posición. Muchos comentaristas han analizado con agudos escritos la marginación del régimen que nos destruye de las conversaciones que condujeron al auspicioso anuncio que hicieron Obama y Castro el 17 de diciembre pasado. Es evidente que “los países no tienen amistades sino intereses” la muy famosa y manida expresión que derivó de la profirió Lord Palmerston, Ministro de Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña entre 1846 y 1851 y que solo se refería a su nación, ha quedado perfectamente demostrada en las relaciones internacionales de nuestro país. Ya no tenemos dinero para regalar.
De acuerdo con lo que leímos en interesante artículo de nuestro destacado amigo Moisés Naím, el presidente de Venezuela tiene aspiraciones de robar cámaras y desplazar a los primeros actores con la triste y mentirosa historia de los millones de firmas esotéricas. Esto nos produce, como mínimo, lo que la urbanidad llama “pena ajena”.
La agenda que se diseñó para la reunión es muy ambiciosa, basta con poner en primer plano el “slogan” de la reunión: “Prosperidad con equidad”. Este enunciado ya contradice lo que ha sucedido en la gran mayoría de los foros precedentes.
Venezuela no ha sido sino el promotor de las divisiones. Ha fungido de cabeza de playa y financista de las labores del Foro de Sao Paulo en sus esfuerzos por comunizar latinoamérica. Pero resulta que “Nos comimos las vacas gordas e hipotecamos las vacas flacas” y el ciudadano…observa!
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