Los reales perdidos
En los últimos tiempos y cada vez con mayor insistencia, los venezolanos
pasamos el día mirándonos el ombligo. Uno de los secretos del éxito del
régimen que tanto descorazona a los opositores, ha sido impedir que la gente
piense en otra cosa que no sea Chávez; su nombre y su figura aparecen hasta
en la sopa de partidarios y detractores. Estos últimos, mientras más lo
detestan más lo nombran. Parece imposible hacerle caso a los esotéricos que
aseguran que cuando se menciona el nombre de alguien, el ambiente se carga
con las energías de esa persona; tratándose del que ya sabemos esas energías
no pueden ser menos que nefastas.
Desde que se anunció la orden presidencial dictada a los corderitos de la
Asamblea Nacional de regalarle una ley habilitante, los medios de oposición
no hablan de otro tema; por los programas de opinión en radio y televisión y
por las páginas de los diarios de toda la geografía nacional, han desfilado
analistas políticos, constitucionalistas, juristas, economistas y técnicos
en cuanta disciplina o ciencia existen, para emitir sus opiniones sobre las
irregularidades, ineficiencias y abusos que significan las leyes que vendrán
con la fulana ley y, sobre todo, para criticar duramente a los diputados que
le entregaron en bandeja de plata su potestad de legislar, al que no
quisiéramos volver a nombrar. Realmente la ley habilitante y sus
consecuencias, que ya sabemos serán funestas, hartan.
Para anotar un punto a favor del gobierno diremos que tienen razón sus
defensores cuando alegan que de leyes habilitantes estuvo lleno el historial
de la cuarta república. No hubo presidente que no usara y hasta abusara de
las mismas y por supuesto que la mayoría parlamentaria constituida por
Acción Democrática y COPEI, se la concedía. Pero no hubo una sola que pasara
lisa: las críticas de los parlamentarios y dirigentes políticos de la
izquierda, la que ahora está pegada de la ubre oficialista, eran durísimas.
Resulta que el argumento que usan ahora los defensores de la revolución es
que en la cuarta república, se aprobaron varias de esas leyes. Para quitarle
al gobierno ese punto que hace unas líneas le dimos es inevitable
preguntarse cuál es entonces el sentido de la revolución. Porque si se trata
de hacer lo mismo que hacían los representantes de la vieja política, no se
entiende para qué tanta monserga sobre el cambio y que ahora Venezuela es
otra.
En cuanto a la oposición, demasiado palabrerío y pólvora en zamuro cuando
es más que sabido que aquí los parlamentarios oficialistas hacen sólo lo que
les viene ordenado de Miraflores. Sin ley habilitante de por medio, la
Asamblea Nacional está constituida por 167 mandaderos del que pone y dispone
Solo que así la voluntad suprema es de más rápido cumplimiento. ¿Qué que va
a hacer el susodicho con la educación, la economía, la propiedad privada, la
salud, etcétera, etcétera? Podemos intuir que nada bueno sino aquello que
sirva para consolidar su seudo revolución y preñar a las pajaritas de
quienes creen en ella.
Mientras aquí no se habla de otra cosa y los antidepresivos, ansiolíticos y
hasta antidiarreicos se agotan en las farmacias; la prensa internacional
vuelve trizas al que llamó diablo a Bush. La ley habilitante solo ha
constituido un motivo adicional para considerarlo un dictador de la peor
especie, pero ya desde sus primeros anuncios de enero de este año la imagen
del hijo putativo de Fidel Castro había comenzado su caída en picada. Claro
que la prensa del Imperio lo trata mal, lo más seguro es que desde la Casa
Blanca hayan amenazado con quitarle la concesión (allá copiaron la idea del
gobernador Rangel, del estado Bolívar) al New York Times, The Washington
Post, The Economist, The Wall Street Journal y otras decenas de periódicos,
si no publicaban esos horribles artículos y caricaturas sobre el campeón del
multipolarismo. Pero es que Le Monde pareciera no tener otro tema de que
ocuparse, como que la tienen cogida con el tipo porque desde que empezó 2007
le han dedicado seis o siete reportajes todos demoledores y en Liberation y
Le Figaro hasta caricaturas. Un parlamentario comunista italiano le pide a
la prensa de su país no satanizarlo. Ni que hablar de los diarios de la
ultraderecha oligárquica española: El Mundo, ABC, La Vanguardia y hasta El
País, que parece que se dejó comprar por George dableyu Bush, ya no
encuentran en el diccionario epítetos para endilgárselos a la reencarnación
de Bolívar Libertador. La Nación, Clarín y otros de Buenos Aires; El
Mercurio y casi todos los diarios chilenos, los peruanos, uruguayos,
colombianos y costarricenses no cesan de criticar las medidas, anuncios,
discursos y programas del que empieza con Ch. Ya sabemos la descarga que se
llevó O`Globo a pesar de que es bastante amistoso con el camarada Lula.
Pero el que se pasó fue el diario Reforma, de México que publicó una
caricatura tamaño familiar de un gorila de espaldas, con las posaderas al
aire y la banda presidencial con el tricolor venezolano atravesando su pecho
y espalda. La encargada de negocios de Venezuela en México, Eloisa Lagonell
Castillo, ha enviado una dolida queja al director del periódico, por esa
falta de consideración con el presidente de un país que defiende
ardientemente los derechos humanos y guarda respeto por los mandatarios de
otras naciones. Esa señora nunca ha oído un discurso de su patrón ni ha
visto un programa tan respetuoso de la dignidad humana como La Hojilla, el
predilecto de quien ya sabemos.
Uno de los propósitos mejor ejecutados por la revolución bolivariana desde sus inicios,
fue emprender un lobby en los cinco continentes de manera que el nombre del heredero
político de Stalin y de Mao, se hiciera tan famoso como el de sus antecesores. Como
ningún secreto es mejor guardado que los presupuestos reales de este gobierno y la
manera como se manejan, es imposible saber cuántos millones o millardos de dólares,
euros y yenes se han gastado con esa finalidad. Apenas se intuye el costo del combustible
regalado a los pobres de algunas ciudades del Imperio y de los londinenses que se montan
en autobús. Dinero perdido, botado en la basura: hoy el nombre del que no vamos a nombrar es conocido en todos los rincones del globo, pero no precisamente por sus méritos democráticos sino todo lo contrario. Eso no quita gobiernos, es verdad, pero al menos nos entra un fresquito.