Un comentario sobre la “revuelta epistemológica” de Rigoberto Lanz
No conozco a Rigoberto Lanz. He leído su escrito en Analítica Premium “Una revuelta espistemológica es posible” y me he sentido impulsado a escribir este comentario.
Para hacerlo he partido de la premisa de que todos los venezolanos, no importa que ideología política puedan poseer, están fundamentalmente interesados en el bienestar de nuestra sociedad. Presumo que este bienestar debe estar basado en una calidad de vida adecuada, en una manera de vivir que le permita a la mayor cantidad de nuestros compatriotas realizarse como seres humanos dignos y libres. Creo firmemente que este objetivo se puede lograr combinando la inmensa riqueza que el petróleo nos ha dado con un liderazgo capaz de utilizar esa riqueza sensatamente, un liderazgo capaz de inspirar en nuestro pueblo el deseo de convertirse en ciudadanos capaces de generar riqueza y de ser responsables de su propio destino.
En el artículo de Lanz no he encontrado ninguna relación, no importa cuán tenue, con este objetivo fundamental. Peor aún, el autor parece sentirse insatisfecho de una “revolución” (la de Hugo Chávez) que deja intacta lo que él llama “la base epistémica de la cultura heredada” y pide, de manera que él admite como brutal, “una revolución que pueda demoler la racionalidad dominante”. Con esta declaración inicial Rigoberto Lanz se lanza con un artículo que pareciera estar escrito en un idioma extraterrestre, sobre lo que él considera debería ser la llamada Misión Ciencia.
Creo que es preciso decir, al inicio, que el artículo de Lanz sobre la revuelta epistemológica y sobre lo que él piensa debería ser la llamada Misión Ciencia del régimen de Hugo Chávez está escrito en un lenguaje que, mucho me temo, muy pocos venezolanos podrán comprender. Si la epistemología es la ciencia de la comunicación o del conocimiento, Lanz es un pobre representante de esa ciencia. El lector desearía leer algo en sus largos párrafos que tuviese un significado concreto. Pero lo único que leen son frases como estas: “La cuestión de fondo es producir otra lógica de articulación de los saberes y la sociedad… nuevos conceptos y categorías que se engranan en otra racionalidad…una revolución epistemológica que transforme de raíz el modelo epistémico que el poder instauró en todos estos siglos”. Este lenguaje arcano deja de lado concretar en que consistiría esa otra “lógica de articulación de los saberes”, olvida aterrizar para darnos un solo ejemplo de los “nuevos conceptos y categorías que se engranan en otra racionalidad” (con que se comerá eso?).
El escrito de Lanz estaría dirigido a unos pocos y selectos miembros de una secta en la cuál ese es el lenguaje preferido pero no parece útil para ilustrar a los lectores comunes y silvestres sobre lo que hay que hacer en materia cultural en un país agobiado por la ignorancia. Cuando él dice: “la dependencia tecnológica es uno de los mecanismos más eficaces de sometimiento en la lógica de la globalización” parecería que se dirige a alguna parte. Pero de inmediato agrega: “Frente a ello es preciso apostar a una mundialización solidaria”, lo cuál suena como el mismo oligarca (políticamente correcto) con diferente cachimbo. Después de jugar con el nombre dice: “La ruptura de esta hegemonía en este campo pasa por una política pensada desde el Sur en la que los desarrollos tecnológicos tengan como prioridad una sustentabilidad ecológico-política”. Para Lanz sería suficiente con prescindir de la tecnología del Norte y reemplazarla por una basada en el Sur? Borrar entonces todo el progreso conocido, nada o poco de lo cuál ha venido del Sur, a fin de que la revolución sea verdadera? Con palabras que pretenden ser elegantes pero carentes de sustancia, esto que dice Lanz no es sino lo mismo que los gorilas franquistas le gritaban a Unamuno hace 80 años:” muera la inteligencia”.
Lanz nos dice que “es evidente que no habrá cambio de paradigma ni revolución cultural si permanecen intactos los modelos educativos tradicionales”. Esto suena tristemente similar a los exhabruptos de la gente de Mao Tse Tung que desembocaron en una de las etapas mas vergonzosas de la historia China, la llamada revolución cultural. Esta revolución cultural de Mao significó un salto atrás cultural gigantesco en la sociedad China y condenó a miles de intelectuales y maestros a la muerte, la prisión o la humillación. Que hoy, en Venezuela, un alto sacerdote de la revolución chavista abogue por algo similar ilustra como una ideología perversa y decimonónica (yo también tengo derecho a usar palabras rimbombantes) pudiera afectar negativamente la vida de toda una nación. Para Lanz parecería que el conocimiento solo deberá ser generado por las clases populares y todo conocimiento generado por lo que su jefe llama la oligarquía deberá ser desechado. Ello nos condenaría a una vida en la oscuridad, caminando penosamente de un sitio a otro, comunicándonos con gruñidos neandertálicos.
Pero, lo que dice Lanz en su casi incomprensible escrito, no es tan dañino como lo que no dice. Después de todo, el escrito será leído por unos pocos venezolanos suficientemente pacientes para pasar del primer párrafo o por quienes tienen vocación de entomólogos culturales y se sientan fascinados al descubrir un raro espécimen de su especialidad. Ello limitará el daño que pueda hacer. Lo que no dice Lanz es mucho peor. Calla ante los inmensos problemas que ese intento pseudo-revolucionario que él crítica por blandengue le han causado a nuestro país pidiendo, al contrario, más rapidez y violencia. Lo que ya la bufonada revolucionaria de Hugo Chávez ha producido en Venezuela es una tragedia social y económica, caracterizada por miles de niños abandonados, muertes de pacientes en nuestros hospitales por falta de lo mas esencial, corrupción galopante a todos los niveles burocráticos de la “revolución”, entrega indigna de nuestras riquezas a dictadores amigos, atropellos al sector privado, el manejo del estado por una pandilla mediocre y un culto a la personalidad típico de los tiranos. Ante esto y mucho más Lanz calla. Continúa hablando de epistemología. Como miembro de un régimen que ha hecho retroceder al país unos cincuenta años, Rigoberto Lanz parece haber creado una nueva ciencia, la “nauseabundología”, la cuál no debe ser confundida con la gnoseología. Esta es la nueva ciencia que pretende instaurar la dictadura narciso-leninista de Hugo Chávez. Allá ellos.