Un terreno diferente
En el “acto patriótico” del 4 de febrero en Los Prócer el Presidente confirmó, con su particular estilo, que el régimen que se va a tratar de imponer en el país nada tiene que ver con la democracia participativa que proponían con tanto ruido en el 99. Esta declaración y las medidas adelantadas muestran claramente que el terreno es, definitivamente, otro; lo que tendrá que incidir en las reglas de juego.
El brazo alzado y el puño cerrado, mirando al norte o, más bien, a la mayoría de los venezolanos que se oponen al “modelo socialista del siglo XXI”; y, una indumentaria muy particular, con el uniforme de campaña y la banda tricolor cruzada en el pecho, muestran muy claramente el rumbo que definitivamente toma la revolución liderada por Hugo Chávez quien pretende construir un Estado a su medida, para crear un hombre a su imagen y semejanza.
Un proyecto no solamente “inédito” como se le reconoce en la ley habilitante, sino contradictorio y tendencioso. La revolución es pacifica pero está armada; genera bienestar, pero trae pobreza y miseria integral; es justa y equitativa, pero es discriminatoria y excluyente. La revolución bonita es “amor”, pero sólo ha creado división y odios entre los venezolanos.
Es difícil seguir hablando de democracia en este país, lo que nos coloca en un espacio tan diferente como peligroso. La respuesta a la “imposición” y a la arbitrariedad del régimen florecerá en cualquier momento, adaptada, sin duda, al terreno en que se desarrolla este juego.
Afuera y adentro se cuestiona la democracia venezolana. Algunos califican al “proceso” como dictadura democrática, solución práctica que les permite opinar y “analizar” sin involucrarse demasiado; un arroz con mango propio de la época, producto de la imaginación del siglo XXI. Es dictadura o es democracia. Son dos términos absolutamente excluyentes. Hay una línea amarilla o roja que los separa. La libertad está en un lado, en el único que puede ubicarse; y, cuando se atenta contra ella, el gobierno originariamente democrático, deja de serlo. Así de simple. No hay grises en esta apreciación.
Algunos seudo intelectuales europeos, franceses principalmente, beneficiarios del régimen, apoyan esta “revolución”, convencidos –eso sí- de que jamás será implantada en sus países. La expansión bolivariana se reduce a los espacios en desarrollo, en donde se pueda distribuir la pobreza. Una realidad muy “interesante” para verla de lejos y “estudiarla” en las instituciones académicas del primer mundo, pero no para vivir en ella.
Es inconcebible imaginar por un momento a los Presidentes Chirac, de Francia; Rodríguez Zapatero, de España o a cualquier otro dirigente del mundo desarrollado, vestidos de militar, gobernando con leyes habilitantes, ignorando a los ciudadanos al momento de tomar decisiones, a las minorías, deteniendo y persiguiendo a los disidentes, administrando los recursos del Estado sin planificación y sin control alguno, controlando las instituciones, incluso los órganos electorales, eliminando a la oposición, cambiando los símbolos patrios, modificando a su antojo también la estructura administrativa, imponiendo un modelo de educación y de cultura, en resumen, un Estado a su medida.
Ese reducido grupo de “intelectuales” europeos no son capaces de proponer la medicina bolivariana a sus gobiernos para lograr el “mundo feliz.”
El régimen conmemora irreverentemente, tergiversando la historia, violentándola, mas bien, arruinando los principios y valores democráticos reconocidos universalmente, un golpe de Estado, un golpe contra la Constitución vigente entonces, contra el orden jurídico. Un crimen político que, como el mismo presidente Pérez lo dijera ese día, afectaba la honorabilidad de las Fuerzas Armadas nacionales que había defendido con firmeza, desde siempre, la institucionalidad y la soberanía , así como la integridad y la independencia de nuestro país, ante la agresión castrista que hoy consiente y alaba, vergonzosamente, la revolución bolivariana.
El 4 de febrero no es una fecha para conmemorar. Es un acto absolutamente repudiable, sin ninguna justificación. Un golpe de Estado que como todos los que se dan contra la democracia, resulta inaceptable ¿Los absolverá el pueblo y la historia? Lo dudo. No se puede invocar al pueblo para arremeter contra el orden establecido. Nadie tiene ese privilegio. Esa arremetida no tiene perdón, como tampoco la destrucción del país que, en nombre de un proyecto inaceptable, ha emprendido muy conscientemente un grupo de revolucionarios socialistas o marxistas -poco importa- que navega sobre la bonanza y el mejor lujo capitalista.
La “transparencia” del régimen al confirmar su vocación, aclara el escenario político nacional. El régimen coloca las cartas sobre la mesa, mientras al venezolano se le acorrala, imponiéndole su adhesión: La participación “voluntaria” en las marchas y ferias bolivarianas, es el mejor ejemplo.
Tristemente, el pueblo venezolano es engañado en medio de colores y poderío militar: aviones rusos, misiles, fusiles, fuerzas armadas paralelas. La bonanza, en cambio, no ha llegado en ocho años de despilfarro, ni llegará nunca, por que el modelo en si mismo es absolutamente ineficiente. Ni hablar de sus ejecutores cuya incapacidad ha sido comprobada por todos, hasta por el supremo.
El fracaso es total y ya no lo pueden esconder. Las autoridades responsabilizan –que cinismo!- a la cuarta república, a la oligarquía criolla, a los “golpistas” y probablemente a la directiva de RCTV, del desabastecimiento nacional. Productos y alimentos ausentes del mercado. Ni azúcar en las tiendas de la otrora Mersifrica, ahora Mercal, a pesar de la “cooperación” cubana cuyos técnicos, beneficiarios directos de nuestra riqueza, probablemente acompañan a los disidentes de Barrio Adentro que huyen del “mundo feliz” hacia la vecina Colombia.
Las pésimas políticas del régimen han acabado, detrás de la farsa de una nueva reforma agraria zamorana y de cuanto disparate revolucionario se les ocurre, la producción agrícola, nuestra industria, que desaparecen ante el despilfarro importador, caldo perfecto para los mejores negocios.
El escenario cambió. Ya no hay otro. El régimen insiste en imponerse, mientras la inmensa mayoría de los venezolanos rechaza el “inédito” modelo de descrecimiento planteado por los revolucionarios bolivarianos. El terreno es otro, al que las reglas del juego deberán adaptarse. La oposición tendrá ahora que concentrar todos sus esfuerzos, sin mezquindades, para defender con firmeza nuestra democracia.