Las gallinetas y la concertación
Sólo el poder limita al poder. Lo he repetido varias veces en esta misma columna. La reciente aceleración en la radicalización del “proceso” puede y debe enfrentarse a través de la organización y la movilización oportuna y sobretodo unitaria de la oposición democrática. Uno de los logros fundamentales, aunque tardío, de la campaña electoral de la oposición fue la conjunción de partidos, personalidades y grupos alrededor del directorio que manejó la candidatura unitaria de Manuel Rosales. Es indispensable mantener ese directorio como el necesario punto de referencia, el puesto de comando unitario, que impida la dispersión y la anarquía. También la comunidad internacional democrática requiere de un interlocutor válido, que representa, por lo menos, el 40% del electorado. Más que un error sería una estupidez dilapidar irresponsablemente este capital político, acumulado en los escasos cuatro meses de campaña electoral. Es necesario atajar rápidamente los síntomas de dispersión que están surgiendo. El chavismo tiene una férrea unidad de mando, sería suicida enfrentarla con la anarquía. Convocar en orden disperso a marchitas “escuálidas” no tiene sentido. Las marchas exitosas son las unitarias y oportunas. En el tema fundamental del futuro de la educación, por ejemplo, es obvio que el esfuerzo unitario debe hacerse alrededor y detrás de la Iglesia. Los legítimos proyectos individuales y de grupo deben y pueden adelantarse en el marco del proyecto alternativo democrático, que pueda enfrentar eficientemente la vocación totalitaria del caudillo militarista. Las “gallinetas de vuelo rasante“deben aprender a volar más alto. Es necesario estudiar en profundidad la experiencia de la Concertación chilena, antes de llegar al gobierno. La lucha unitaria en contra de “su” caudillo militarista se manejó exitosamente, a pesar de estar integrada por diferentes partidos, cada uno con su electorado, su identidad ideológica, con pesos electorales desiguales y proyectos individuales competitivos. La condición necesaria, “sine qua non”, para “cualquier” estrategia de la oposición es la recuperación de la mayoría, que se tuvo entre el 2001 y el 2003. Creerse mayoría en contra de todas las evidencias es una insensatez. La mayoría se recupera “pateando los barrios”, presentando soluciones a los problemas de la mayoría y sobretodo despertando la esperanza, a través de una alternativa unitaria creíble y viable frente al “petropopulismo” empobrecedor.