Encrucijada definitiva
Amigos del exterior todavía piensan que exageramos en el análisis de cuanto sucede. También existen quienes creen que algunas de las agencias internacionales de noticias están al servicio remunerado de Estados Unidos, del capitalismo internacional o, simplemente, de eso que llaman la “derecha” mundial.
El país marcha hacia el final de una etapa dolorosa y peligrosa. Estamos a las puertas de una confrontación definitiva. De esto difícilmente se saldrá por las buenas. El régimen está decidido a mantenerse a sangre y fuego. Las pruebas de estos días son abundantes. Por otro lado, la nación, es decir la gente de carne y hueso, el ciudadano común empobrecido y humillado, sin recursos ni instancias ante las cuales hacer valer sus derechos, harto y fatigado de tanta demagogia y palabrería inútil, amenazado por mil factores, pareciera a echar el resto para provocar el cambio necesario. El tono y el nivel de violencia que pueda alcanzar esta confrontación es de la responsabilidad, exclusiva y excluyente, del gobierno. Tiene el control de las armas, de los jefes militares y para militares, de los violentos colectivos revolucionarios, de los medios de comunicación oficiales y neutralizados los “independientes”, de todas las ramas del poder público y, en fin, siendo los dueños del poder, también lo son del dinero de la República.
Además eliminaron al Derecho como instrumento para regular la vida en sociedad, las relaciones de las personas entre sí y de éstas con el estado-gobierno. La Constitución y el ordenamiento jurídico ordinario han sido sustituidos por la arbitrariedad, el capricho y las corruptelas inocultables de estos apóstoles y de sus corifeos. Bandidos de todos los calibres y para todos los gustos.
En estas circunstancias rindo tributo de respeto y admiración a la juventud venezolana. Especialmente a los estudiantes que en la conmemoración de la fecha patria del 12 de febrero, salieron a las calles a reclamar todo lo que sabemos y a lo cual tienen legítimo derecho. La respuesta oficial no se ha hecho esperar. Muertos, heridos, encarcelados, perseguidos, amenazas múltiples contra probados dirigentes democráticos y ninguna señal de que haya disposición honesta a rectificar o, al menos, de discutir para que el cambio de rumbo pueda concretarse civilizadamente. Éste es el fondo del problema. Ya no son las políticas oficiales lo que hay que cambiar, sino al régimen. Mientras exista, será imposible la vida en libertad. Tampoco habrá garantía para la seguridad de las personas y de sus bienes, de la familia, ni para nada de nada. La peor tragedia que puede sufrir cualquier país es que el gobierno deje de ser instrumento para resolver problemas y se convierta en el principal problema que debe resolver. Así de simple y de peligroso. Jamás seremos comunistas, ni títeres de quienes dirigen todo.