Opinión Nacional

No llores por mí, Venezuela

1.-
Contrariamente a la pretensión del presidente de la república, según la cual no hay más que una oposición, y esa es golpista y escuálida, la historia de estos turbulentos años en que por lo menos una mitad del país se ha enfrentado sin desmayos aparentes contra los intentos sistemáticos emprendidos por el régimen para aniquilarla de raíz, demuestra que ha habido tantos oposiciones como liderazgos se han ocupado de dirigirla. Desde la más ingenua, adolescente y promisoria que se enfrentó al decreto 1011 de la mano de unos pocos iluminados de la naciente sociedad civil hasta la más exitosa, la insurgente que arrodilló y sacó a Chávez de Miraflores el 11 de abril, han existido por lo menos una media docena. Sin poder olvidar la que siguió ciegamente a quienes la condujeron al abismo del paro cívico o la pusieron a esperar paciente y tozudamente porque se diera la señal de partida a un referéndum revocatorio convertido inconstitucionalmente en plebiscito y con un año de gracia a favor del presidente de la república para que montara el parapeto que le permitiera ganarlo por las buenas o por las malas. Por cierto y no debemos olvidarlo jamás: gracias a las gestiones del actual vicepresidente de la república, premiado con tan alto cargo por tan altos favores.

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Ciertamente, la base social fue siempre la misma: la vanguardia de los sectores populares y la clase media del país consciente, contagiados y al parecer sin remedio por el virus de la democracia inoculado luego del 23 de Enero por la Cuarta República y comprometidos en cuerpo y alma con la justicia y la libertad que le son consustánciales. Pero la tónica y el sentido de sus luchas variaron según el orden de los desafíos y la naturaleza de los ocasionales liderazgos. Desde los líderes de las ONG’s nacidas al calor de las reacciones provocadas por las decisiones de la primera Ley Habilitante hasta líderes empresariales y sindicales. Para culminar en una feliz simbiosis de liderazgos de la sociedad civil y la reciclada dirigencia política en la Coordinadora Democrática. Así permitiera el más grande y avieso fraude perpetrado contra la democracia en la historia de la república.

Aunque en rigor no fue sino hasta estas elecciones presidenciales que no surgió una oposición eminentemente «política». Valga decir, para no malversar un término tan sagrado y plurivalente: liderada de manera manifiesta y excluyente por tres políticos de oficio: Teodoro Petkoff, Julio Borges y Manuel Rosales. “Ahora se ha impuesto la política” solía exclamar orgulloso por su proeza el político Petkoff. A él y sus pares se les debe haber convencido a esa amplia base social democrática de no reincidir en la abstención masiva que impusiera de manera espontánea para las elecciones parlamentarias del 4 de diciembre, con los resultados de todos conocidos: una abstención del 83%. A ellos se les debe haber impuesto una matriz que obligó a la restantes dirigencia opositora, vinculada a ese proceso abstencionista y las políticas que auguraba, a participar en dicho proceso, así fuera a redropelo de sus sentimientos y expectativas. A ellos, los resultados obtenidos. Que trascienden con mucho los porcentajes emitidos por el CNE y fueran convalidados – CNE y resultados – de la manera más urgente y categórica por el trío en cuestión. A ellos, en suma, el estado actual de esa base social opositora, la fuerza y/o debilidad que actualmente detenta y la capacidad que posee de intervenir en el proceso político que estamos viviendo. Cabe, pues, la pregunta crucial para entender dónde estamos parados: ¿cuánto vale hoy la oposición emergida del 3D?

2.- El país opositor se ha enterado luego del fracaso de tan magno esfuerzo – las mayores movilizaciones electorales jamás vistas en el país y una inédita y entusiasta participación de sectores populares sumados a la causa opositora – que sus tres principales protagonistas jamás confiaron en el triunfo de ese esfuerzo. En un lenguaje que no teme a las trasgresiones y suele ofender a más de uno, Teodoro Petkoff lo ha dicho “claro y raspao”: ni él, ni Borges ni Rosales creyeron nunca en “pajaritos preñados”. Allá los ilusos – 4 millones – que no se bajaron de esa nube. Sería injusto no destacar que el otro sector político superviviente de este naufragio, el que avaló el abstencionismo y apuntaba a otros derroteros que la participación en dichas elecciones, estaba perfectamente en autos de tal convencimiento. Si bien la dinámica electoral terminó solapando dicha triste expectativa y despertando utópicas esperanzas incluso en dicho sector. Respaldado, por cierto, por serios estudios de opinión, que destacaron un posible empate técnico a ser dilucidado con estrechos márgenes de diferencia. Llevados por esa ingenua ilusión, muchos creímos que después de ese 3D nada sería como antes: aún derrotada por un escaso margen, una fortalecida oposición impediría el desastre. A juzgar por los atropellos de que estamos siendo víctimas, un muy lamentable auto engaño.

Quedará para siempre sembrada la duda acerca de estos resultados. No así la naturaleza asimétrica y antidemocrática de dicho proceso, marcado por el ventajismo desconsiderado y la brutal utilización de todos los medios y recursos del Estado al servicio de la reelección del gobernante, todo lo cual descalifica sus pretensiones de igualdad y transparencia, así su principal víctima propiciatoria asegure urbi et orbi que se trató de elecciones ejemplares. ¿Quién lo entiende? Pero no es ese el tema de nuestro artículo. Es otro, a saber: si el argumento esgrimido para ir a unas elecciones que se sabía condenadas al fracaso apuntaba a la constitución de una sólida oposición que sirviera de dique a los desmanes presidenciales y se impusiera como válida interlocución en un proceso de diálogo y entendimiento, ¿cuánto de vigencia tiene tal argumento a un mes escaso de haber contribuido de manera tan entusiasta a la legitimación presidencial y cuando ninguno de los propósitos con los que se nos arrastrara a las urnas se han visto satisfechos? ¿Cuánto vale la oposición liderada por Rosales con el auxilio de Borges y Petkoff a la luz de los últimos anuncios presidenciales, incluidos el cierre de RCTV, la estatización de CANTV y la Electricidad de Caracas, la ley habilitante y la consiguiente reforma constitucional para avanzar en la imposición de un régimen socialista que ni uno solo de los electores de la oposición avala?.

Lo cierto es que durante su campaña, Rosales procedió como un adalid en defensa de dichas posiciones anti dictatoriales. Es más: perfiló su candidatura en los términos de un enfrentamiento frontal contra la injerencia cubana y su sistema de gobierno, los ataques a la propiedad privada, a la libertad de expresión y a la democracia. Creímos entonces que el socialismo rojo-rojito, para avanzar en sus nefastos propósitos, tendría que pasar por sobre su cadáver. No obstante, ante la imposición autocrática de políticas que profundizan nuestra dependencia respecto del sistema cubano, atacan la libertad de expresión y hieren mortalmente a la democracia, va siendo hora de saber si efectivamente valió la pena seguir al liderazgo anunciado. Cumplido su declarado y confeso propósito de usar a la ciudadanía para convalidar una nueva oposición, sería bueno que comenzaran a retribuir sus servicios. ¿Cuánto vale la oposición del 3D?

3.-

En realidad, los hechos parecen desmentir los principales propósitos declarados por Petkoff & Cia. Para engancharnos al carro electoral. Haber logrado ese 40% de los votos en unas elecciones hechas a la medida del régimen ni nos ha acarreado de parte del así legitimado disposición al diálogo ni consideración y respeto en tanto interlocutores y adversarios. Somos, en cuanto a oposición, una auténtica, una patética nulidad. Los mismos escuálidos de siempre. Una plasta. Y la responsabilidad recae en quienes “no creen en pajaritos preñados”. Esta oposición mansa y complaciente, que exhibe los mejores certificados de buena conducta y al día siguiente del 3D proclamara orgullosa, por boca de Leopoldo López: “nadie podrá decir ahora que somos golpistas” – como si alguna vez lo hubiéramos sido – parece más desorientada, perdida y desnortada que nunca antes. No está ni siquiera indignada: está aplastada, aniquilada, pulverizada y minimizada por la prepotencia del régimen, viendo con desesperación hacia qué techo institucional corre a cobijarse.

Es innegable: nunca como en estos momentos estuvo el país más entregado al arbitrio presidencial. Nunca como ahora más sometido y silenciado. Nunca más arrodillado. La indefensión es total y absoluta. Lo cual se hace manifiesto en todos los órdenes de la vida nacional. Está la oposición democrática muda y silenciosa ante la inminencia de una catástrofe. Esperando ansiosa aunque en silencio a una sola señal de Borges, Rosales o Petkoff. Que guardan el más hermético de los mutismos. Imposible situación más patética y lamentable.

Pero en fin, pasada la sorpresa por la estafa electoral y el paquete chileno que dicho trío nos vendiera como la última pomada de la sabiduría política, podría imaginar uno en los principales afectados por las nuevas medidas una reacción cónsona con la magnitud de los daños. RCTV continúa en el aire, como quien oye llover, sin siquiera utilizar los descomunales poderes de que todavía dispone para reclamar lo que en justicia le corresponde. Nos corresponde. Los propietarios de la CANTV aguardando en silencio por una oferta. Como por cierto la Electricidad de Caracas. ¿Serán comprados y a un precio superior al legítimo, como para que esta corrupta forma de socialismo a lomos de los petrodólares logre sus propósitos nominales?

A realazos y con la ayudita de los amigos, como cantaban los Beatles: he aquí la nueva fórmula de comprar realidades y conciencias en la Venezuela petrolera. El país no parece dolerle a nadie. Mercachifles y negociantes en lugar de políticos y estadistas. Entreguismo y billeteras.

Confróntese este texto del Gallegos de 1909 escrito con el recuerdo vivo de Cipriano Castro con la actual prepotencia presidencial: “La experiencia nos acaba de enseñar otra vez, como fue de fatales consecuencias para el país aquella atribución omnímoda que se arrogó el ex Presidente Castro, de legislador y Juez Supremo, creando leyes que a él sólo favorecieran, administrando justicia según su propia conveniencia. Y Castros habrá mientras el Presidente de la República no vea en torno suyo más que hombres dispuestos a todas las transacciones y nombres sin valor de poderes irrisorios.”

Si a la prepotencia ejecutiva se le une la nulidad parlamentaria, el cuadro es completo. Una situación que tampoco es nueva. Esto decía Gallegos en el mismo artículo de 1909 refiriéndose al Congreso: “Harto es sabido que este Alto Cuerpo – se refiere al Congreso de la República -en quien reside, según el espíritu de la Ley, el Supremo Poder, ha sido de muchos años a esta parte un personaje de farsa, un instrumento dócil a los desmanes del gobernante que por sí solo, convoca o nombra los que han de formarlo, como si se tratara de una oficina pública dependiente del Ejecutivo y cuyas atribuciones están de un todo subordinadas a la iniciativa particular del Presidente. Naturalmente éste escoge aquellos delegados entre los más fervorosos de sus sectarios, seleccionando, para la menor complicación, aquellos partidarios incondicionales cuyo más alto orgullo cifran en posponer todo deber ante las más arbitrarias ocurrencias del Jefe. Estos son los hombres propios para el caso y como además, en la mayoría de las veces, adunan a esta meritoria depravación moral, una casi absoluta incapacidad mental, la iniciativa del Presidente, después de ser posible llega a convertirse en necesaria”.

Definitivamente: nada hay nuevo bajo el sol. No llores por mí, Venezuela.

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