Opinión Nacional

Mirar al fracaso en el espejo

Cada realidad obedece a sus circunstancias , a las variables generadoras de los hechos. Divorciarse de la realidad conduce inevitablemente a la frustración. Los hechos como producto de sus condicionantes son tan fluctuantes como ellos y por esa razón los conceptos previos a la acción no pueden ser estables ni estáticos. Aferrarse a particulares y arcaicos análisis sin someterlos al más minucioso análisis comparativo, es camino directo a encontrarse mirando al fracaso en el espejo.

Así mismo, desatender a las máximas culturales más antiguas de la humanidad como la indicadora de que la «unidad hace la fuerza», condena al ostracismo a quienes olvidan la verdad condensada en este poderoso aserto.

Se ha dicho que el país esta urgido de un liderazgo alternativo, con mano firme y sin titubeos, para enfrentar con posibilidades de éxito a quienes han demostrado su incapacidad para forjar un país unido con bienestar en un marco de libertad, de respeto a los derechos inalienables originados en la misma naturaleza humana, así como a un desarrollo económico y social sustentable, con plena justicia social, reductor de las tensiones derivadas de las brechas generadoras de las odiosas desigualdades.

Con ello afirmamos que la búsqueda de la unidad no puede concertarse con quienes representan posiciones hegemónicas y excluyentes, por creerse poseedores de una representatividad que nadie en realidad les ha otorgado y han abandonado los caminos del acuerdo, la concertación y la conciliación de intereses legítimos, colocando en la palestra el debate agrio y el enfrentamiento apabullante en la falsa creencia de una fortaleza inexistente.

No podemos obligar a nadie para que claudique de sus preferencias y simpatías, traicionándose a sí mismo cambiando de opinión, sin tener suficientes razones para ello. Se trata, simple y sencillamente, de encontrar el mejor camino, el menos costoso en términos políticos, para generar una unidad realmente representativa de las realidades obligantes.

Hay que echar mano de la serenidad, de la sensatez y, sobre todo, de la más absoluta objetividad, para resolver la situación y dar pasos firmes hacia la concreción de un proyecto progresivo que estructure y represente, cuantitativa y cualitativamente, una alternativa popular, sin subordinaciones ominosas, con reales posibilidades de triunfo.

Todo ello acompañando el sincero y factible deseo de construir un país gobernado por alguien realmente comprometido con los verdaderos intereses de toda la nación y sin conductas de un aprendiz de brujo incapaz de detener los males que han salido de un quehacer autoritario, de una mezcla de conceptos y hechos incompatibles y de su propia caja de Pandora.

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