Opinión Nacional

Sobre cambios

El segundo período de Chávez se inicia con el anuncio de cambios en el gabinete. La salida de Rangel, Aristóbulo y Chacón aparentan una reorganización del Ejecutivo; pero, en realidad, la salida de ellos y la entrada de Rodríguez, Adán Chávez y Carreño no significan ningún cambio, no tienen ningún impacto nacional, salvo en las estructuras partidistas oficialistas. El tan criticado sectarismo, más presente que nunca.

Por lo general los cambios en el Gabinete se introducen para corregir políticas, para mostrar amplitud, para rectificar y avanzar; en pocas palabras, para responder a los ciudadanos a los que el Gobierno, cualquiera que sea, debe responder.

La lucha contra la burocracia, la ineficiencia y la corrupción parecen ser, según palabras del mismo presidente, la “motivación” de esta “reorganización”.

En realidad poco interesa a los venezolanos que Jorge Rodríguez sustituya a Rangel o que el hermano del Presidente ocupe la cartera que hasta ahora había estado a cargo de Aristóbulo. Los venezolanos lo que quieren es un cambio positivo que refleje amplitud, disposición al diálogo y a la concertación, que se traduzcan en una verdadera lucha contra la ineficacia y la corrupción y que tenga alguna repercusión en las políticas de desarrollo integral y de crecimiento, en favor de todos los venezolanos, sin discriminación.

Estos males, la corrupción y la ineficiencia, aunados a la impunidad y el irrespeto de nuestros derechos fundamentales, acompañan al gobierno. A ello debemos agregar, la ineficiencia y falta de imparcialidad del Poder Moral que no ha mostrado la independencia necesaria que garantice su mejor funcionamiento. Es precisamente allí en donde deben comenzar los cambios, si lo que se quiere es generar confianza y tranquilidad a los venezolanos.

La lucha contra la corrupción supone la designación de un nuevo Contralor que tenga la capacidad de “encontrar” los casos de corrupción denunciados, incluso, por los mismos chavistas. Un Contralor que verifique las cuentas del Estado. En épocas anteriores se designaba siempre a un Contralor de la oposición, para que vigilara la gestión del Ejecutivo y los recursos del Estado. Las actuaciones de los Contralores fueron, por lo general, ajustadas a derecho, iniciándose por ello, como podemos todos recordar, procesos diversos de los que resultaron indiciados, procesados y castigados muchos de los que incurrieron en malversación, peculado u otros delitos contra la cosa pública.

Los venezolanos esperan también, en lugar de nuevos Ministros, que el oficialismo designe un Defensor del Pueblo que se ocupe realmente de los derechos de los ciudadanos, de todos los ciudadanos; y, no solamente de los derechos de algunos. Es lamentable y condenable la gestión realizada por el Defensor del Pueblo estos últimos años, cuyas declaraciones e inacciones han mostrado siempre un desprecio por los derechos humanos y las libertades.

También quisieran todos ver un Fiscal General de la Republica que actué eficaz e imparcialmente, como actuaron, por lo general, los Fiscales Generales anteriores. La lucha contra la impunidad, tan deseada por todos los venezolanos, exige una Fiscalía competente e imparcial.

El gobierno ha criticado fuertemente la pena de muerte, aunque probablemente en referencia exclusiva a la ejecución del tirano Saddam Hussein; pero ignoran que en Venezuela una pena de muerte distinta existe en nuestras cárceles y en las calles, ante la inseguridad generalizada y la incompetencia del Estado y de las instituciones dominadas por un Ejecutivo arrogante e ineficiente, al que parecen interesarle más las cuestiones de afuera, que le dan soporte para perpetuarse en el poder, que las de adentro. El cambio de Ministro, entonces, no es tan importante como la adopción de políticas adecuadas, como la profesionalización de las policías y la promoción de una legislación adecuada cónsona con las nuevas realidades.

Los venezolanos esperan cambios pero no de personajes en los cargos que al fin y al cabo sólo son ejecutores de las órdenes superiores de Miraflores, confeccionadas en salas situacionales de integración muy cuestionada.

El fracaso del gobierno en todas las áreas, aunque produzca cifras sin fundamento, basadas en criterios muy particulares, poco ortodoxos, obliga más que a cambios en el Ejecutivo a cambio de políticas.

En materia de vivienda, de educación, de salud, de seguridad se requieren nuevas estrategias, desprovistas de retórica y de populismo; estrategias eficaces que permitan a todos los venezolanos beneficiarse verdaderamente de los recursos petroleros que recibe el Estado.

El gobierno se equivoca con su política económica de corte buhoneril, desprovista de visión productiva, lo que ha hecho que las importaciones se hayan duplicado este año, favoreciendo a algunos grupos, mientras el desempleo aumenta y la industria nacional se destruye a paso de “perdedores” y, al mismo tiempo que se expropian tierras productivas para convertirlas en terrenos habitados por beneficiarios sin formación, ni asistencia, ni ayuda financiera. A la vez, también, que desaparece la industria alimentaría que, paradójicamente, es cada vez más dependiente del exterior.

Los venezolanos quieren ver, mas que “nuevas” caras en el Gabinete, que los inmensos recursos provenientes de la renta petrolera se distribuyan realmente entre los venezolanos, que se construyan y se mejoren con ellos los hospitales, las vías de comunicación, los aeropuertos y todas las obras hechas con orgullo, por los gobiernos anteriores.

Esos son los cambios que los venezolanos esperan, no el “cambio superficial” que hará salir a algunos ahora, como héroes de la revolución, para ejercer funciones de Embajadores como recompensa de los servicios “prestados” estos años, al ejecutar “fielmente” las ordenes superiores.

El país quiere cambios, pero de políticas, de estrategias, lo que desde luego, es inaceptable para el oficialismo que entiende que el proyecto planteado no es negociable, ni realizable en base a una concertación nacional, sino sobre la imposición y la arbitrariedad mostradas desde siempre.

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