Opinión Nacional

Los vapores de la fantasía

Los resultados, siempre parciales, anunciados por el CNE sobre las elecciones presidenciales recientemente celebradas están siendo cuestionados por algunos de los sectores que en dicho evento apoyaron a una u otra candidatura de las polarizantes del torneo. No escapan a la crítica las tendencias hegemónicas apreciadas en ambas parcialidades.

Fue indudable el ventajismo oficial usado por el principal partido de gobierno en cuanto al manejo de la totalidad de los recursos a su alcance para presentarse antes del proceso como vencedor inevitable cumpliendo con todas las normas de una propaganda política con visos de estar teledirigida por el Dr. Paúl Joseph Goebbels y sus alumnos más aventajados. Una votación obtenida mediante la manipulación no puede considerarse como absolutamente legitima. Sin embargo, gracias a la inteligencia maquiavélica de algunos sectores, el candidato reelecto quedo certificado como producto de un proceso democrático.

El volumen de votos obtenidos por quien fue candidato unitario de 43 organizaciones políticas contra el continuismo, resultó empañado por una artera maniobra originada en el seno de uno de los partidos de la alianza que se le ocurrió la trágica táctica de hacer llegar más de nueve millones de mensajes de texto a teléfonos celulares y fijos cuyo contenido decía «vota por Rosales en el tarjeteen entre las filas 17 y 20. Nunca en filas compartidas con los chavistas. Allí esta el fraude». Ello perjudico a muchos partidos de la coalición ubicados en las filas 21 y 22 de la boleta electoral y favoreció inmerecidamente a otros situados en las filas promocionadas por el tristemente celebre mensaje de texto. Por añadidura muchos decidieron abstenerse ante el anuncio de fraude.

Por otra parte, así como fueron falsas las pretensiones de algunos auto designados como albaceas de los resultados de la altísima abstención del cuatro de diciembre de 2005 con ocasión de las elecciones para elegir diputados, es también ilusorio asignar la totalidad de los sufragios de las presidenciales a una parcialidad en particular. Es claro que la confrontación no se sentía, en el sector adverso al continuismo, como entre candidatos sino entre dos concepciones antagónicas de manejar el presente y el futuro de Venezuela.

No dejamos de reconocer el esfuerzo realizado por Manuel Rosales quien, con una apretadísima agenda y en muy poco tiempo, recorrió todo el país con el atrevimiento propio del convencido de la necesidad de dar la pelea. Pero tampoco desconocemos que el apresuramiento, quizás recomendado por algún estratega interesado, de mostrarse conforme con el triunfo de su contrincante sorprendió a quienes habíamos aceptado la consigna de cobrar una victoria si ella era como una de las de Jalisco que si pierde arrebata.

Entonces, son vapores de la fantasía autoerigirse en líderes hegemónicos a partir de esos resultados electorales. Tanto sectores del gobierno como de la oposición desestiman la pluralidad e intentan desconocer el derecho de otras minorías. Se necesita probar amplitud en el manejo de las alianzas para procurar una trascendencia más allá del acto electoral. En estas elecciones existió mucho voto prestado en espera de ser reconocido y si no lo es puede que todo se derrumbe como un castillo de naipes.

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