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La gran victoria de Hugo Chávez

¿Perdió la brújula política la oposición venezolana, o acaso su brújula apunta firmemente en la dirección de apaciguar al régimen chavista y convivir junto al mismo, en lugar de confrontarlo? Formulo la pregunta a raíz de las reacciones opositoras ante la reciente decisión de Washington, dirigida de un lado a precisar de una vez por todas que el régimen venezolano constituye una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos, y de otro lado a sancionar de manera específica a un grupo de funcionarios civiles y militares por acciones vinculadas a la violación de derechos humanos, entre otros asuntos.

Antes de abordar mi interrogante debo dejar claro que separo de mis consideraciones a María Corina Machado, Leopoldo López, Antonio Ledezma y otros pocos, cuya inequívoca postura de enfrentamiento al régimen les ubica en un plano propio.

Dos puntos son obvios: En primer término que la decisión de Washington se refiere al régimen que ahora domina a Venezuela, y no a la nación como un todo ni al pueblo venezolano en su conjunto.

La redacción ambigua de un documento puede ser utilizada para manipularle con propósitos de propaganda, pero ello no hace desaparecer su sustancia. En segundo lugar, el hecho de que el régimen chavista procure sacar provecho de lo ocurrido no es sorprendente; tales distorsiones son un conocido y esencial componente del arsenal ideológico castrista, heredado de las técnicas de agitación y propaganda que los bolcheviques inventaron y sus discípulos han perfeccionado durante décadas. En todo esto nada hay de nuevo. Lo que sí llama la atención es la reacción de buena parte de la oposición, que se ha visto una vez más colocada a la defensiva por la cruda y patente maniobra del régimen orientada a confundir, desviar la atención y tender otra cortina de humo que esconda la crisis a la que el chavismo ha conducido a Venezuela.

Veamos: a lo largo de diecisiete años el régimen chavista se ha convertido en un factor fundamental de subversión política en América Latina y más allá. Se ha aliado con los Estados forajidos del planeta y con algunos de los más enconados enemigos de Washington, entre ellos Irán, el Irak de Saddam Hussein, Siria, Corea del Norte y Cuba. Ha respaldado igualmente a los grupos palestinos más radicales y expresado sus simpatías (quizás más que eso) hacia grupos extremistas como Hamas, Hezbola, ISIS, y las guerrillas colombianas.

De paso, el régimen chavista se ha asociado con los principales rivales geopolíticos de Washington en el mundo, es decir China y Rusia, y ha adelantado una política sistemática e incesante de lucha contra Estados Unidos en todos los frentes diplomáticos, tanto bilaterales como multilaterales, creando organizaciones paralelas cuya razón de ser y objetivo primordial es atacar y erosionar en lo posible los intereses e iniciativas de Washington en los diversos niveles de acción internacional y tratándose de lo que sea, desde el tema de las armas químicas que emplea Assad en Siria hasta los ensayos nucleares de Kim Jong Un en la península coreana.

Además de lo expuesto, cabe añadir las fundamentadas acusaciones acerca de las oscuras prácticas del régimen en el terreno de las finanzas internacionales, así como el sensible tema del narcotráfico, que de un modo u otro sitúa a la actual Venezuela en el ojo del huracán, en vista de la notoria masa de drogas ilícitas que según reportes confiables se desplaza por nuestro país, usándole como vía de tránsito.

Para nadie es un secreto que el régimen chavista considera a Estados Unidos su peor enemigo, que su política exterior está nítidamente orientada a mantener y agudizar la pugna permanente contra el “Imperio”, que su retórica y actividades se dirigen hacia –y son justificadas por—un implacable rechazo a Washington, la “democracia burguesa”, el capitalismo y todos los esquemas de alianzas estratégicas que Estados Unidos encabeza en el ámbito regional y global.

Entonces, ¿a qué viene tanta alharaca por el hecho de que, tras diecisiete años de soportar los insultos, ofensas, agresiones, embestidas y agravios del régimen, y de aguantar la iracundia y tropelías de nuestros atolondrados revolucionarios, Washington haya decidido poner los puntos sobre las íes y ajustar su postura política y diplomática a la realidad, tal como es? ¿Por qué tanto alboroto a raíz de que Estados Unidos haya finalmente optado por responder ante el palpable proceso de destrucción de la libertad y la democracia en Venezuela y la violación de nuestros derechos, dejando en claro que lo que está pasando en nuestro país constituye sin duda una amenaza a los principios e intereses que el coloso del norte defiende?

Cabe reflexionar sobre dos temas que se enlazan acá: Por una parte, no sabemos qué ingredientes adicionales, aparte del catálogo de fechorías ya señaladas anteriormente, qué locuras suplementarias, qué otros desmanes ha cometido el régimen chavista dentro y fuera de nuestras fronteras, impulsado por sus sueños de enfrentamiento épico y planetario contra el “Imperio”. No sabemos, en otras palabras, si Washington conoce verdades que nosotros ignoramos, relativas a las actividades del régimen chavista en diversos ámbitos internacionales en alianza con gobiernos, grupos, organizaciones e individuos a quienes Occidente ha colocado en las listas de indeseables o de enemigos declarados por sus vínculos con el terrorismo, la proliferación nuclear, los fraudes financieros, el narcotráfico y el lavado de dinero. No sabemos, en síntesis, qué otros elementos puede haber tras la decisión estadounidense de establecer que el régimen chavista constituye una amenaza a su seguridad nacional. Pero no sería extraño que tales elementos adicionales e incriminatorios existan.

Todo esto, en segundo lugar, debería haber hecho entender a la oposición venezolana el impacto disuasivo de la decisión de Washington, y su significado para una lucha que prosigue y seguramente aún producirá numerosos vaivenes.

Uno se asombra por tanto al constatar que numerosos dirigentes y comentaristas de oposición, y figuras que incluyen hasta al Cardenal de la Iglesia Católica, no solamente califican de “inoportuna” la decisión soberana del gobierno estadounidense, sino que –lo que es todavía más absurdo– se ponen del lado del régimen que ha llevado a Venezuela al abismo, interpretando lo hecho por Washington como una especie de afrenta a nuestro país, en lugar de asumir la acción estadounidense como lo que sin duda es: una reacción perfectamente explicable ante un gobierno hostil, y un instrumento disuasivo para minimizar y contener el rumbo represivo que claramente ha tomado el régimen chavista, ante el creciente malestar que genera su delirio.

Después de diecisiete años de abandono a la oposición por parte de la comunidad internacional en general e interamericana en particular, y luego de incontables solicitudes de apoyo desde el bando democrático a la lucha por la libertad en Venezuela, finalmente Washington hizo algo, tan sólo para recibir a cambio las críticas de una oposición extraviada, que jamás ha entendido o querido entender la naturaleza del régimen chavista.

La claudicación ideológica de la oposición venezolana ha alcanzado su punto culminante estos pasados días, poniendo de manifiesto que Hugo Chávez logró una gran victoria en medio de sus abusos, disparates y desafueros, quizás su más importante y significativa victoria en lo que concierne al incierto porvenir de Venezuela. Chávez convirtió a casi todos los políticos en sus imitadores y “clones” ideológicos, un tanto atenuados quizás, pero en esencia colocados sobre el terreno del populismo de izquierda y del pueril patrioterismo anti-yanqui, característicos del ancestral complejo de inferioridad latinoamericano ante Estados Unidos. Chávez movió a todo el país hacia la izquierda, hacia el universo ideológico de lo que Von Mises llamó la “mentalidad anti-capitalista”, y con ello logró que la oposición no represente una opción en esencia diferente, sino más bien una versión mitigada de su socialismo atávico y empobrecedor. En síntesis, en Venezuela (casi) todos somos de izquierda (aunque me excluyo en lo personal), socialistas y anti-imperialistas, a pesar de que algunos se cubran con ropajes de centro-izquierda u otros eufemismos semejantes, que a la postre desembocan en lo mismo.

Hacia el futuro, si es que el régimen se degrada mediante un proceso de desgaste, a nuestro país le espera una mediocre pugna entre una izquierda radical, ya sembrada a largo plazo por el chavismo, y otra izquierda pragmática pero también comprometida con el populismo “progresista” que nos ha conducido al foso en que nos encontramos, y que es y será siempre incapaz de sacarnos del atraso.

En función de lo expuesto previamente, puedo ahora dar respuesta a la interrogante planteada al comienzo: La oposición venezolana no ha perdido la brújula, pues su brújula política es la del de apaciguamiento y la convivencia con el régimen chavista. No busca reemplazarlo sino acomodarse al mismo y ajustarse a sus parámetros. No aspira confrontarlo a objeto de abrir a este país en desgracia una ruta de libertad y prosperidad verdadera y perdurable. Lo que busca la oposición es medrar, evadiendo la verdad.

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2 comentarios

  1. Creo que este buen análisis de Aníbal Romero hay que matizarlo en dos
    aspectos; en primer lugar porque no somos “otros pocos” quienes se han decantado por una oposición
    frontal al régimen, al contrario, somos muchos. Recordemos que inicialmente
    hubo un núcleo, que podemos denominar como ni-ni, por no confiar ni en el
    régimen ni en las actuaciones de la oposición que se activó a partir del golpe
    Carmona con esos opositores que no se consideraron ni fascistas ni golpistas,
    que creció luego de la derrota de Rosales a raíz de su rápida y sospechosa
    capitulación, que creció más aun luego del vuelvan caras de Capriles al no
    reclamar su victoria presidencial, y que desde al pasado año ya constituye un
    tercio a partir del momento en que Torrealba asumió la coordinación de la MUD e
    impuso un silencio ensordecedor con relación a eventos tan significativos como
    la caída de precios del crudo y el proceso de designación de los rectores del
    CNE.

    Esos “otros pocos” han seguido creciendo
    este año una vez comprobada la viveza de quienes medran en partidos
    semiextintos y la del partido caprilista que en la MUD decidieron no hacen
    elecciones primarias para escoger los candidatos opositores a la AN. Una
    decisión muy grave, basada en las innegables restricciones para cubrir sus
    costos, pero que refleja esa viveza al abrir primarias solamente en esos
    circuitos donde el chavismo tiene clara opción, cerrando la competencia en
    aquellos donde todo indica que la oposición podría ganar. Ir por lo seguro,
    pues, y de paso tratando de cerrarle el camino a parlamentarios de compromiso y
    capacidad más que probada durante este período legislativo, solo por haberse
    anotado en la llamada “movida parlamentaria”.

    La torpeza y viveza de esos opositores
    indica que no han aprendido nada de la expreriencia adecopeyana que creó un
    barranco de desconfianza y clara hostilidad que fue lo suficientemente grande
    como para permitir que alguien como Chávez accediera al poder. Y esa es la base
    del actual 23% de abstención –encuesta Keller para el primer trimestre de este
    año-, un porcentaje a su vez compuesto por un 35% de neutrales, 26% algo
    opositores y 17% muy opositores. Mucha gente pues, que traería votos necesarios
    para ganarle una elección al régimen aun suponiendo que no hubiera ventajismo,
    y obviamente mucho más necesarios para compensar ese ventajismo que todos
    sabemos aplicará sin escrúpulo alguno.

    Tal vez Romero quiso referirse no tanto
    al opositor de a pie sino a la dirigencia misma, dado que María Corina,
    Leopoldo y Antonio son solo tres mosqeteros en ese bosque de dirigentes de
    voces dóciles, o al menos conciliatorias. Pero si vamos a las comunidades
    veremos que la cosa es al revés, que los conciliantes son menos y los
    combativos más.

    En todo caso, amigo Romero permítame
    entonces este matiz, que coincide con su análisis en la inquitante existencia
    de vasos comunicantes entre opositores y el régimen, pero que difiere en que
    fuera de ese ecosistema ya consolidado hay mucha más vida y deseos de lucha de
    lo que parece, y no precisamente dentro de ese marco conceptual izquierdoso y
    estatal al que se han acostumbrado muchos, sino con los postulados de la democracia
    liberal por delante. Justicia social y bien común impícitos, claro está.

    El otro punto es igualmente interesante,
    y es con relación a la torpeza norteamericana en el manejo de los tiempos.
    Efectivamente, si un país se dedica durante más de una década no solo a
    insultar sino a alinearse geoestratégicamente con los enemigos de EEUU y de la
    democracia liberal en general, es obvio que en algún momento se cruce el umbral
    que activará una respuesta más o menos contundente, de acuerdo al contexto
    mismo. Pero recordemos que lo del lavado de dinero para el cobijo y operaciones
    terroristas de todo tipo y procedencia, y el tráfico masivo de drogas es
    público y notorio desde hace una década, y que el experto en guerra asimétrica Joseph M. Humire lo evidenció en Julio
    del 2013 en la sesión delCommittee on Homeland Security sobre el denominado Threat to the Homeland: Iran’s
    extending influence in the Western hemisphere (http://docs.house.gov/meetings/HM/HM09/20130709/101046/HHRG-113-HM09-Wstate-HumireJ-20130709-U1.pdf

    Frente a tantas pruebas que se iban acumulando en estos diez años en
    que esos crímenes iban tomando cuerpo y cobertura, pues EEUU habría podido
    enseñarle los dientes al chavismo mucho antes, o dado que ha esperado tanto
    tiempo, podría haberlo hecho unos meses más tarde, concretamente al día
    siguiente de las elecciones legistaltivas.

    Por eso es que lo de los gringos es “inoportuno”: porque le regala al
    régimen una excusa de oro para alterar tiempos electorales, cambiar reglas de
    juego más de lo que acostumbran, e incluso –si realmente se ven electoralmente
    perdidos como indican todas las encuestas- aplazar el proceso por “razones de
    defensa nacional”.

    Ya había síntomas de movidas raras para alterar los tiempos de la
    elección, incluso lo de Guyana y sus concesiones en espacios de plataforma
    sujetos a disputas territoriales sería una excelente razón para acuerpar un
    nacionalismo hueco pero capaz de saltarse una elección tan importante como
    ésta, puesto que un eventual triunfo opositor, aun con una porción de
    parlamentarios dóciles, puede ser el primer paso para salir de esta barbarie.
    Pero con una derrota, o con un aplazamiento, ya casi podremos asegurar que
    habríamos perdido el último tren hacia la libertad.

    Por ello, enfocar su crítica a los opositores genuinos y comprometidos
    que opinan –opinamos-, entre los cuales figura la misma Iglesia, que lo de EEUU
    es “inoportuno” es injusto. Limitemos entonces esa su crítica al montón de
    farsantes que dicen hacer oposición mientras conviven en otros ámbitos con sus
    verdugos.

    Cordialmente

    Hermann Alvino

    https://vivalapolitica.wordpress.com/

  2. Absolutamente de acuerdo con el EXCELENTE artículo del señor Romero y el brillante comentario del señor Alvino. No hay mucho que agregar, puesto que no tiene desperdicio alguno.

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