Opinión Nacional

¿Ahora o Nunca?

El piso parece movérsele a Hugo Chávez en sus pretensiones autocráticas. A la inesperada insurgencia de los jóvenes universitarios contra las restricciones a la libertad de expresión y de manifestación, y el rechazo internacional al cierre arbitrario de la señal libre de RCTV, se suma ahora los reproches del ex ministro de la Defensa, Isaías Baduel, respecto a la inspiración marxista del proyecto socialista (¿?) propalado desde el Ejecutivo. Sospechando que esta postura podría ser apenas la “punta del iceberg” de un sentimiento compartido por gruesos sectores de la Fuerza Armada, Chávez, ni corto ni perezoso, rápidamente echó por la borda sus acostumbradas referencias a Marx, Lenin y, últimamente, a Trotsky e incluso Gramsci (¡!), para aparecer abrazado a la imagen de un Jesucristo confeccionado a la medida de la Teología de la Liberación como excusa para mantener izada su bandera del “Socialismo de Siglo XXI”.

Pero no se trata simplemente de que el líder esclarecido no sepa “de qué palo ahorcarse”. Tal indigestión ideológica y la imposibilidad absoluta de concretar diseño alguno de lo que ofrece como alternativa al “capitalismo depredador”, no debe ser tomada a la ligera. La indefinición del socialismo “bolivariano”, lejos de ser una traba para las pretensiones de Chávez, podría constituir para él una ventaja. No sólo por aquello de constituir un significante vacío que cada quien rellena con los atributos y valores que encuentra más atractivos, sino porque, al no darle ningún piso sólido a su propuesta, el “Comandante en Jefe” emerge como el único capaz de descifrar sus secretos: Ayer marxista, luego indigenista, ahora “cristiano”, mañana quién sabe qué. Esta indefinición lo convierte en la figura indispensable, el imprescindible, el líder indiscutido, el propio Führer, pues.

De ahí la consecuencia lógica de buscar, mediante el cambio –que no “reforma”- de la Constitución, la reelección indefinida, continua, permanente, incesante, perenne, de él mismo como Presidente. Al rechazar airadamente las pretensiones de dirigentes del PPT y Podemos de extender tal reelección indefinida para gobernadores y alcaldes despliega, sin rubor alguno, sus ínfulas de ser, él solo, el alfa y omega de esta “revolución”:

“No, no, no, no señor. Claro que no. La reelección continua será sólo para el Presidente de la República. ¿Ven lo importante que es el Partido Socialista Unido de Venezuela? Cuando plantean eso, ellos andan defendiendo sus intereses partidistas. Allá ellos. Será lo que el pueblo decida” .

Más claro no canta un gallo. El único con derecho a atribuirse ser “expresión de pueblo” es Chávez, los demás sólo persiguen intereses subalternos, como lo revela su intención (también) de reeligirse. En esta “Granja de Animales” bolivariana, la salsa para la pava definitivamente NO es igual para el Pavo. La deliberada confusión entre “pueblo”, “Estado”, “Gobierno” y Hugo Chávez convierte, por antonomasia, a cualquier opinión, capricho o extravagancia suya en manifestación inequívoca de los intereses populares. Sus acólitos recogen gustosos esta transposición, pues hace innecesaria toda argumentación a favor de las bondades de la propuesta “revolucionaria”. Con sólo invocar al pueblo, es decir a Chávez, recogen la bendición de la Historia. Así, la presidenta de la Asamblea Nacional e integrante de la Comisión Presidencial para la Reforma (¿?) Constitucional, Cilia Flores, es capaz de señalar que “estamos completamente de acuerdo con la reelección, y también el pueblo” , antes de que ésta fuese presentada formalmente para conocimiento de la nación.

La reelección indefinida es vital para las ansias desmedidas de poder de Chávez. Pero entiende que no podrá conquistarla palmo a palmo, en esa especie de “guerra de trincheras” política que aconsejaba Gramsci para disputarle a través de la lucha democrática el espacio de las ideas a la burguesía, sino a través de un zarpazo calculado, valiéndose de un liderazgo opositor débil, desprevenido y desarticulado. De ser correcta esta apreciación, no será el próximo año –como él mismo propuso para despistar- que se va a discutir el cambio constitucional, sino ahora mismo.

Al militar transformado en político, Hugo Chávez, lo caracteriza la audacia de su brinkmanship –la práctica de empujar al contrario al borde del abismo, conminándolo a capitular- y sus iniciativas relampagueantes y desestabilizadoras que, cual blitzkrieg, dejan a sus adversarios sin tiempo ni preparación para responder o reagruparse. En este orden de ideas, no sería nada raro que aprovechara el letargo de las vacaciones de agosto para lanzar su propuesta de reelección y, con pocas semanas de por medio para evitar que cuaje una estrategia coherente de parte de la oposición, convoque al referéndum para su aprobación a mediados de septiembre con una sola pregunta: “¿Apruebas la reforma….?” La reelección se enmarcaría en una propuesta de cambio constitucional aderezada con algunos artículos que pudieran parecer bastante atractivos para gruesos sectores de la población, para así provocar una decisión de “o todo, o nada”. El carácter avasallador de su campaña se alimentaría de la dinámica polarizadora y maniquea con la cual ha pretendido legitimar sus pretensiones de poder absoluto. Los que se oponen a este cambio disfrazado de reforma, serían simplemente “enemigos de la Patria”, “agentes del imperialismo”, por lo que no tendría sentido examinar en detalle sus objeciones sobre “algunos” aspectos particulares de la misma, vg., la dictadura que se introduciría con la reelección indefinida. Con la ayuda de las máquinas Smartmatic y la obsecuencia de la mayoría del CNE, podría emerger una reelección presidencial bautizada con la aprobación del pueblo, haciendo gala de su argumento acerca de la pretendida “ampliación de la democracia” que ello involucraría. Con estos mismos dispositivos, ¿Qué posibilidades habría de alternancia futura en el Gobierno?

La reflexión anterior, desde luego, no pasa de ser especulación. Muchos dirán que exuda paranoia. Pero dados los escarmientos que a lo largo de estos años ha deparado la actuación de Chávez en quienes estábamos acostumbrados a esperar conductas políticas más respetuosas del juego democrático, creo que hay razones para desconfiar. Lo que sí parece estar seguro, es que “Yo el Supremo” no se va a lanzar a la aprobación de su propuesta de reelección sin tener el triunfo garantizado. Si se le sigue moviendo el piso y se acentúan las dudas al respecto, ¿buscará Chávez que su Asamblea Nacional usurpe la voluntad popular y apruebe sin chistar su “reforma” Constitucional, en nombre, precisamente, de los intereses del pueblo? ¿Qué es una raya más para un tigre?

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