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Crónica de un fracaso anunciado

Ante el escandaloso silencio de la OEA y de su Secretario General saliente, el acomodaticio Insulza, llega a Venezuela una delegación de cancilleres de Unasur para «contribuir» en la solución de la crisis que atraviesa el país, lo que se tradujo lamentablemente en un simple «respaldo» al régimen de Nicolás Maduro, «víctima» de un «intento de golpe de Estado» en el que estarían involucrados, además de militares y civiles venezolanos, personajes no identificados en Bogotá, Miami y Madrid, según declaraciones del mismo Maduro. Los representantes del organismo subregional, deliberada y  perversamente, ignoraron la realidad de los derechos humanos en el país, expresada en la detención arbitraria de líderes opositores,  la aberrante práctica de tortura, los juicios politizados, la violencia de Estado y la represión armada a los manifestantes pacíficos; en violación descarada del estado de derecho y de las normas y principios más elementales de convivencia entre los venezolanos.

Los representantes de la región insisten en desconocer la realidad venezolana y en favorecer la barbarie. Es inocultable que Venezuela viola clara y descaradamente los compromisos regionales y subregionales asumidos por sus gobiernos para defender la democracia, la libertad y el pleno respeto de los derechos humanos. Razones suficientes y claras hay para activar los mecanismos acordados para preservar la democracia. Pero, lamentablemente, prevalece la complicidad que se concreta en el abandono a un pueblo que lucha por su libertad.

Los «aliados» de Unasur representan un liderazgo político subregional mediocre y poco transparente, divorciado, en su actuar, de los principios que sustentan la democracia y los derechos humanos. Líderes cuestionados de una América distinta: Rousseff,  para muchos relacionada con los negocios turbios de Petrobras;  Kirchner, involucrada, según lo señalan los medios, en actos de corrupción y en otros escándalos, como el relacionado con el Fiscal Alberto Nisman; Correa, verdugo de los medios de comunicación independientes y más de quienes se le oponen, después del montaje del «autogolpe» de Estado del 30 de setiembre de 2010, en el que se habrían cometidos crímenes de lesa humanidad que aún esperan por la aplicación de la justicia; Evo Morales, decidido a castigar a destiempo a los responsables del «genocidio» del siglo XV; Juan Manuel Santos, el infiel amigo de unos y otros, enemigo de la democracia venezolana y, como los anteriores, amante de la elección indefinida.

Una distancia inmensa, sin duda, entre esta América Latina y aquella de Rómulo Betancourt, Pepe Figueres, Haya de La Torre, Muñoz Marín, Arturo Frondizi, López Mateos, Lleras Camargo y, de otros más recientes, Cardoso, Sanguinetti, Caldera, Frei Montalvo y Alfonsín, estadistas que promovieron y lucharon sin descanso, desde sus respectivas tribunas, por la democracia y el respeto de los derechos humanos. Estadistas en el sentido estricto del término,  que con honestidad e integridad defendieron la soberanía y la independencia de nuestra región, lucharon contra el imperialismo, marcaron las pautas del progreso y favorecieron la integración de la región, enfrentando las dictaduras y las amenazantes  injerencias externas de la izquierda trasnochada que décadas más tarde, lamentablemente, se apoderaría del espacio político para instrumentar una revolución sin sentido que lejos de solucionar los graves problemas que afectaban a nuestras sociedades, los han agravado.

En esa región distinta, los cancilleres de Unasur y el desmesurado aliado Ernesto Samper vienen al país con la misión de refrendar la represión y la violación del estado de derecho de un régimen cuestionado que sólo ha traído miseria y enfrentamiento entre los venezolanos. De nada sirvió la visita de los Cancilleres de Unasur que desconocieron malintencionadamente a la Mesa de la Unidad. Mientras Samper se contenta por haber «promovido el diálogo» y por el proceso electoral parlamentario que se avecina en medio de condiciones hasta ahora inaceptables, la Canciller de Colombia deja de lado la posibilidad de dialogo.

Lo cierto es que cualquiera que sea la apreciación de los «invitados aliados», el país y la comunidad internacional deben estar claros que no se va a iniciar ningún diálogo mientras los dirigentes políticos, los estudiantes y otros que se han atrevido a disentir, estén secuestrados y depositados en las cárceles del régimen, Ramo Verde y la Tumba, a los que Unasur parece tenerle alergia; mientras no se respete plenamente la Constitución y se den garantías plenas de elecciones justas, imparciales y transparentes, es decir, auténticamente democráticas, las cuales, por cierto, según Samper serán en setiembre de este año, secreto develado que quizás forme parte del entrampamiento que montan los aliados para destruir la posibilidad de un cambio democrático en el país.

Tiempo perdido mientras el país desaparece y algo de oxígeno para un régimen que lo necesita para terminar de destruirlo.

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