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Samper y sus Cancilleres

«Estamos aquí por invitación del presidente Maduro. Hemos recibido informaciones que registramos con preocupación y frente a esta evidencia queremos declarar de manera enfática que todos los estados de Unasur, sin excepción, rechazarán cualquier intento de desestabilización democrática de orden interno o externo que se presente en Venezuela«.

Quien se expresa en términos tan enfáticos y unilaterales a favor de Nicolás Maduro, tomando sus delirantes opiniones de minicidios y golpes de estado por «evidencias» y a cuyas fuerzas armadas, policiales y parapoliciales bajo su mando y siguiendo sus órdenes puede endosárseles el asesinato de cuarenta y tres estudiantes venezolanos, sólo entre febrero y mayo del 2014 y seis más sólo en una semana en febrero del 2015,  no es el capo di mafia del club de fan del presidente de Venezuela ni el presidente de Cuba y jefe máximo de sus fuerzas armadas revolucionarias, Raúl Castro. Auténtico y verdadero detentor del Poder político militar en la Venezuela de hoy.

Tampoco es el abogado defensor de sus causas por brutales violaciones a los DDHH, que comienzan a llegar a La Haya. Es nada más y nada menos que el secretario general de la UNASUR, el ex presidente de Colombia Ernesto Samper, acusado de haber financiado su campaña con dineros del narcotráfico a cuyo servicio habría gobernado, puesto en su actual cargo por el gobierno venezolano al frente de un parapeto multinacional creado a instancias de Hugo Chávez en 2011 y que reúne en un mismo bloque a países que hacen de la no injerencia en los asuntos internos de cada uno de sus miembros norma esencial de política exterior: Chile, Argentina, Brasil, Colombia y otros ocho Estados suramericanos, entre los cuales su mentor, Venezuela. Presidido mientras fuera presidente del Uruguay por el ex máximo líder del movimiento guerrillero Tupamaros y encarcelado en su momento por delincuente y terrorista, José Mujica. Como también lo estuviera la presidenta del Brasil, por secuestro y asalto a mano armada al frente de su movimiento guerrillero del mismo signo. Y cuyo canciller forma parte de la vanguardia del Foro de Sao Paulo que amenaza con intervenir en los asuntos internos de Venezuela.

Lo de la no injerencia es, naturalmente, una figura literaria, pues amén de ser ésta la segunda ocasión en que los señores de UNASUR se inmiscuyen en los asuntos internos de Venezuela – la primera fue para hacer fracasar la llamada SALIDA – , todos sus gobernantes vencieron en elecciones financiadas por los petrodólares venezolanos bajo las directas instrucciones del eje La Habana-Caracas y obedecen las líneas estratégicas del Foro, establecidas por Fidel Castro y Lula da Silva en 1992. Hasta hoy, a juzgar por los resultados, les ha rendido excelentes dividendos. Como para que su portavoz se exprese en términos cuasi goebbelianos: asumirán la injerencia en bloque en los asuntos internos de Venezuela si alguien osa tocar al cuestionado Nicolás Maduro con el pétalo de una rosa. No se aclara si vendrán a oponerse en vivo y en directo, con tanques, aviones y barcos, que son los dueños de todas las fuerzas armadas que existen de Venezuela a la Patagonia, o si lo harán vía verbal. Por ahora se conforman con la amenaza.

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Pocas o ninguna duda existe en Venezuela respecto de la afinidad ideológica que existe entre los miembros del Foro: son socialistas, deudores de las enseñanzas políticas de Fidel Castro y formados a la vera de la revolución cubana. Y a los cuales, dados sus innegables vínculos con la familia reinante en La Habana y la monarquía que estatuyeran el 1 de enero de 1959, puede calificárseles derechamente de «crías de Fidel Castro». Directos epígonos de la revolución cubana, nietos de Perón, hijos de Salvador Allende y sobrinos del Ché Guevara. Todos ellos: De Lula y Dilma a Michelle Bachelet y de Cristina Kirchner y Tabaré Vázquez a Evo Morales y Daniel Correa. ¿Alguna duda?

Algo muy grave y que cuestiona la sobrevivencia misma del Foro ha de estar ocurriendo en Venezuela como para que un zorro viejo y trajinado como Ernesto Samper, ducho en el arte de flotar en las pútridas y estancadas aguas de la criminalidad política, haya roto sus máscaras, haya viajado a Caracas y haya arrastrado a los cancilleres de Brasil, Ecuador y Colombia a darle un espaldarazo a un político de la última hora, agente del G2 y ficha de los Castro, que parece tener sus minutos contados.

¿Cómo entender, de lo contrario, que cancilleres de reconocida y proverbial seriedad como el chileno Heraldo Muñoz, viejo funcionario internacional de Naciones Unidas, y la embajadora colombiana María Ángela Holguín, conocedora de los intríngulis diplomáticos de larga experiencia, se presten a dar la cara del brazo de todos los restantes cancilleres de la UNASUR junto a uno de los políticos más desprestigiados de la Colombia fariana y cocalera como Ernesto Samper, para venir a defender a capa y espada al más desprestigiado de los chavistas del patio: Nicolás Maduro?

De Brasil, devastada por un estruendoso escándalo de corrupción de las altas esferas del PP y otros partidos del establecimiento vinculadas a Petrobras, o de Argentina, sacudida por el sangriento y tenebroso escándalo político policial del asesinato del fiscal Nisman, cabe esperar cualquier movida tendente a impedir la caída y desaparición del castrochavismo. Cabe suponer que la caída de Maduro y su régimen podría poner en evidencia los fuertes montos en dólares con que Hugo Chávez propiciara la entrada al gobierno de Lula da Silva y los Kirchner. La integridad y honorabilidad de sus cancilleres han sido sometidas a duras pruebas, que en el caso del hijo del gran periodista y propietario de La Opinión, Jacobo Timerman, podrían dar con sus huesos en la cárcel por complicidad y encubrimiento de los terroristas iraníes que bombardearan la AMIA con un saldo de 82 asesinados y más de cien heridos graves. Judío él mismo y conspicuo miembro de la pandilla que gobierna a la Argentina. Las mismas sospechas penden sobre el jefe del canciller del Ecuador. Y, en rigor, de todos quienes, miembros del Foro de Sao Paulo, conquistaron sus presidencias después del año 2000. Todos ellos son deudores de PDVSA.

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En el caso de Chile, sacudido recientemente por el escándalo del préstamo por once millones de dólares dados graciosamente por un poderoso banquero amigo de la izquierda socialista a la nuera de la presidenta Bachelet a un día de ser electa para su segundo mandato, y conocidos los regalos numerarios efectuados por el gobierno de Hugo Chávez a comunistas y miristas dueños de la Universidad ARCIS, la proverbial seriedad en el manejo de sus asuntos públicos se ha resquebrajado lo suficiente como para imaginar a su gobierno bacheletista corriendo a «entrometerse» en los asuntos internos de Venezuela. Claro está: sin sus fuerzas armadas, que de entre todas las de la región parecen seguir fieles a un sentido patriótico y nacionalista de la soberanía completamente atropellado en los restantes países de la UNASUR.  No se hable de la Venezuela de los coroneles. ¿Entonces?

Un cambio muy profundo ha tenido lugar en la correlación de fuerzas en América Latina, que ha terminado por resquebrajar la presencia de los sectores liberal democráticos, desplazando el eje de su política interna y externa hacia el socialismo en sus diversos matices: ultra y abiertamente filo cubano en Venezuela y Nicaragua, más tibio en Uruguay, Ecuador, Bolivia y Perú, institucionalista en Brasil y Chile, neo peronista y montonero en Argentina. Con un signo común: el llamado anti imperialismo, que se alinea con Cuba y Venezuela y el populismo caudillesco y autocrático que se impone allí en donde las fuerzas opositoras sufren de una congénita incapacidad de unirse, como en la Argentina de Cristina Kirchner.

No es del caso analizar las razones de este proceso de copamiento de la región por una revolución agónica, que se extingue, como la cubana. Obligada a negociar su sobrevivencia con los Estados Unidos. Como tampoco lo es analizar el extraño comportamiento de los Estados Unidos, prácticamente desinteresados de la suerte de su tradicional «backyard». Y el de Europa, afligida por los embates del yihadismo y el Estado Islámico. Todo lo cual en medio de un China imperial que avanza hacia el control de la economía mundial a partir de su agresiva política de importaciones y exportaciones, préstamos y endeudamientos.

El hecho cierto es que, por primera vez en la historia moderna luego de la frustrada invasión de Cuba a Venezuela en los años sesenta, un señorón político de segundo orden puede atreverse a amenazar a las fuerzas democráticas venezolanas y a sus eventuales aliados internacionales con la intervención de «todos los países de la región» para impedir que en nuestro país, el pueblo decida el curso que quiera darle a su proceso de liberación nacional.

¿Es la UNASUR algo así como el PACTO DE VARSOVIA al servicio del Kremlin venezolano? ¿Cabe imaginarse el envío de tropas colombianas, brasileñas y ecuatorianas en caso de otro movimiento universitario combatiendo en las calles por sus fueros y derechos o una rebelión popular que, colmada por el sufrimiento y las menguas, exija se le cumpla con las promesas utópicas del Mesías insepulto? ¿Adelantan Ernesto Samper y sus cancilleres la patente de corso para las numerosas tropas cubanas estacionadas en Venezuela en caso de que Raúl Castro ordenara movilizarlas para defender al Sr. Nicolás Maduro de un imaginario desembarco de la Quinta Flota?

¿Qué esconden las bravatas de Ernesto Samper y sus tres cancilleres? ¿Temor ante una eventual agudización de las contradicciones que esté tentando al alicaído gobernante a darle un palo a la lámpara y dar el juego por terminado? ¿Será ese el golpe que canta el Ilegítimo achacándoselo al Alcalde Metropolitano? Sería buena hora de ir sabiéndolo. Más vale prevenir que lamentar.

@sangarccs

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