Revolución supina
“Quod natura non dat, Salamantica non prestat”
Las Apologías de los delitos tienen muchas variantes y aristas. Las interpretaciones son megatónicas y al parecer nadie les sale al paso: miedo, desidia, ignorancia, cagotancia… Lo mismo pasa con las apologías políticas (perdóname Aristóteles por usar la palabra esa). Políticamente hablando, esta ciencia se transformó, en los últimos años en el arte del engaño y de la desidia. En el arte del mierderío atribulario de la antipolítica revolucionaria; los pensadores, al parecer, no tienen cabida. Se impondrá una nueva Constitución no una Reforma Constitucional; el pueblo no la discutirá, no tiene derecho a hacerlo pues los insignes revolucionarios creen que no está capacitado para entender la grandeza de ir por decreto al comunismo o como le llamen al poder omnímodo y de por vida… (Que no es otra cosa que regentar las rentas del Capitalismo bastardo de Estado).
Existen cientos, talvez miles de ideologías que sirvan para disfrazar el poder semi-eterno que añoran seres que piensan son inmortales, olvidándose de que Napoleón Bonaparte, uno de los hombres con más poder en el Planeta Tierra dijo que “el gobernante que se sienta en un trono de bayonetas, termina pinchándose el culo”…
Siendo así las cosas, sin siquiera sonrojarse, algunos han recurrido al manoseado pensamiento de El Libertador para decir que, en definitiva, un gobierno vitalicio es éticamente aceptable y que el mismo Simón Bolívar lo había propuesto.
El parlamentario y constituyente Carlos Escarrá, a quien “acusan” de redactar el Proyecto de Reforma Constitucional, cosa que no creo pues Escarrá es autor de obras de bastante importancia en el plano del derecho, así como fue profesor en Salamanca, la benemérita y antigua universidad española, de la cual salió la famosa frase que dice “Lo que natura no da, Salamanca no presta”, para referirse a que por muchos títulos académicos que se tengan, y como decía Simón Rodríguez, “quienes nacen brutos mueren asnos”… Digo que allí no está la mano de Escarrá porque él sabe escribir y conoce de estilo constitucional. No tendría necesidad de inventar vocablos, colocar contrabandos ni de exagerar con la mala puntuación.
Hace unos días, escuché y vi a Carlos Escarrá, por TV nacional (Televisora del Gobierno, para ser más exactos), hacer una apología del delito de inconstitucionalidad, apelando a una frase de El Libertador dicha en el discurso al Congreso Constituyente de Bolivia (país artificial, creado ex profeso para evitar la continuación de la guerra civil peruana), en 1826 que dice “El Presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución, como el Sol que, firme en su centro, da vida al Universo. Esta suprema Autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquía se necesita más que en otros, un punto fijo alrededor del cual giren los Magistrados y los ciudadanos: los hombres y las cosas (…) Para Bolivia, este punto es el Presidente Vitalicio” (…).
Sin entrar en mayores disquisiciones sobre la ignorancia de El Libertador en materias astronómicas, pues el Sol no es el centro del Universo, debemos también considerar dos cosas importantes, en esa época, 1826, es decir hace dos siglos atrás, no existían ni el socialismo materialista ni el comunismo como ideologías político-económicas. Apenas de asomaba lo que hoy se llama el socialismo utópico con algunos intentos cooperativistas.
Además, está claro, cuando Bolívar habla de la Presidencia de la República, del Presidente como suprema autoridad, habla de la institución, pues él, a pesar de su pasantía por Londres, pensaba que para nuestras nacientes Repúblicas el parlamentarismo no era adecuado pues nunca saldríamos de las luchas intestinas. Bolívar quería, a toda costa evitar la desmembración de su sueño americano, como al final ocurrió y, obviamente, tenía que abatir la anarquía reinante la cual se presenta, en nuestros días, como bien lo sabe Carlos Escarrá, solamente en las huestes del gobierno que han sido incapaces de organizar el nuevo partido creado por Chávez, el Partido Unificado Socialista de Venezuela, que no es otra cosa que el MVR con otro nombre pues en su organización dejaron a todo el mundo por fuera. El mismo presidente Chávez, acaba de confesar el fracaso organizativo de la nueva organización política, al decir que “de seis millones de inscritos solamente un millón y medio militaba” Esto, es una confesión importante pues, a la hora de contar los votos para el referéndum aprobatorio de la Reforma Constitucional no tendría, ni siquiera los dos millones de votos de los ex emeverristas.
Pareciera que la escuela Adeca[.1] de formación, conducción y dirección de cuadros, se les quedó en la mente en forma vitalicia. Si hasta en la corrupción han sobresalido sobre los adecos, que al final de cuentas han sido los padres putativos de la revolución roja-rojita.
El Libertador, tenía la necesidad absoluta de afianzar su dominio sobre el Perú, el díscolo Perú que nunca lo quiso y al cual tuvo que dividir para gobernarlo imponiéndole, por razones estratégicas lo que él llamó una Presidencia Vitalicia pero, que, en realidad, nunca se practicó; de paso, hay que recordar que cuando Sucre entró a Quito con sus tropas, aparecieron graffitis en sus calles diciendo “200 años de despotismo, ahora, más de lo mismo”.
Por eso, cuando Escarrá atribuye a Bolívar la necesidad de que Venezuela, en pleno siglo XXI tenga una presidencia vitalicia, estaría colocando fuera de lugar la situación pues ni Venezuela está en guerra civil ( a no ser que lo quiera el gobierno), ni el país está luchando por su independencia. Además, el actual líder (no caudillo) de la “revolución” es uno y no más de cien como lo eran en el siglo XVIII, como lo reconocen personajes como el mismo Carlos Escarrá, Diosdado Cabello, y otros próceres revolucionarios como Pedro Carreño, el ministro cibernético…
Otras de las cosas que se le olvidaron a Escarrá, es que Bolívar propiciaba la práctica de la caballerosidad y las buenas costumbres. Él decía que un verdadero revolucionario debía actuar cultamente, sin insultos, sin gestos toscos, y sin denigrar a sus oponentes. En otras palabras, decía que un pueblo ignorante era un instrumento ciego de su propia destrucción a lo cual Simón Rodríguez agregaba que, “un país con mandatarios incultos y brutos, sólo hacía un pueblo de brutos”…
En el Congreso de Angostura, en plena lucidez política, sin tener que luchar en contra de grupos oligárquicos como los de Colombia, (Venezuela, Colombia y Panamá), Perú, Alto Perú (Bolivia) y Ecuador, Bolívar planteo claramente la alternabilidad del Poder, cosa que Carlos Escarrá muy supinamente ha pasado por Alto. Allí dijo El Libertador: “ (…) la continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares” (…); claro, hay que recordar que Bolívar si creía en las elecciones y además, en esa época no existían las maquinitas de Smartmatic ni CANTV como contadoras de votos). Y, agregaba Bolívar: (…) “porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía (…) y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente”.
Podemos, entonces, añadir muchas otras razones históricas y contemporáneas sobre el significado de usurpación del poder, sobre ejercicio vitalicio del poder, sobre despotismo; y finalmente, debemos recordar que Bolívar, quien reconocía sus errores, en el Congreso de Bogotá presentó su renuncia al Poder Supremo, aduciendo, entre otras cosas que si lo volvían a elegir sería como nombrarse él mismo pues mucho lo harían por miedo. Bolívar decía que el pueblo tenía derecho a saber si él, algún día dejaría de mandarlo. En otras palabras, rechazó, casi pronto a morir la Presidencia Vitalicia como un mal al pueblo y a la República. Por eso, le recomiendo a Carlos Escarrá leerse el Mensaje de El Libertador al Congreso de Bogotá, para que entienda lo que es una autocrítica política. Bolívar, en ese Mensaje, también le pidió a los parlamentarios cuidar y respetar a la Iglesia que era “fuente de bendiciones del cielo”, asunto al que lamentablemente no apelan ni Escarrá ni el Gobierno.