Opinión Nacional

Macho y señor

En el prólogo que el profesor chileno Fernando Mires me hizo el honor de escribir para mi novela “La Mantuana”, resalta una frase de indiscutible poder y profundidad: “…La Mantuana trae consigo un deseo de libertad que trasciende a su propia feminidad y se extiende hacia su propia Patria de Hoy sojuzgada por aclamación popular por un vulgar Macho con Botas. ¡Que diferente a lo que amaba La Mantuana en los hombres de su tiempo!…”

Tiene razón Fernando. Lamentablemente, le sobra razón. Dolorosamente, le abunda la razón.

Pero si ya es grave tener sentado en la poltrona de Miraflores a un “macho con botas”, tanto más trágico es que abunden en el gobierno y en los organismos del Estado mujeres que le rinden pleitesía y caen en la más degradante expediente de adulonería a ese macho con botas. Al hacerlo, esas mujeres (no hace falta mencionarlas por sus nombres y apellidos, porque ellas saben bien quiénes son, y la gente mucho las conoce dado que su degradante exhibición de rastacuerismo ocurre públicamente) insultan y vejan a todas las mujeres de Venezuela, que somos cualquier cosa menos “genuflexas cortesanas”.

Y hay otra situación incluso más patética. Muchas mujeres de esta boligarquía creen que ellas también son machos con botas. Fíjense en cómo hablan, cómo caminan, cómo se visten, cómo se peinan (o despeinan), cómo comen, cómo miran. La feminidad de Afrodita, tan característica en las venezolanas, está ausente en estas “damas”, como si hubiera sido extirpada por algún método quirúrgico mal realizado. Mascan chicle como rumiantes, se comen las uñas, escupen, dicen palabrotas como malandros de arrabal, se visten cual soldados guerrilleros urbanos. En reuniones privadas, la situación es harto peor. Ahí sí se les suelta el moño y se comportan como “machozuelos”.

¿Son así las mujeres venzolanas? No. Ni las que adversan a Chávez ni las que lo apoyan. Ni las de los estratos medios ni las de los bajos. Ese comportamiento apenas se concreta en esta nueva fauna, en este zoológico de contacto que son las boligarcas del régimen. Llamarlas “mujeres” sería un exabrupto lingüístico.

Son “ellas” las que encuentran graciosos e hilarantes comentarios de su Jefe, tales como “esta noche te doy lo tuyo” (refiriéndose a su entonces esposa Marisabel), o aquella barbaridad que soltó cuando enfurecido dejó colar que a la señora Condoleeza Rice le hacía falta que…. Y que él podía hacerle el favor. La vulgaridad y ordinariez del Macho con Botas carece de límites. Se nota que de muchachito nadie le puso preparo.

Todos cuantos me conocen saben bien que si yo estuviera en el gobierno (lo cual es una imposibilidad política, intelectual y hasta metafísica), hace rato que, emulando a la gran Paquita la del Barrio, una de las glorias vivientes de la majestuosa música mexicana, le hubiera cantado, a voz en cuello, aquello que reza así: “Macho y señor, que tienes tanto alarde, y a golpes impones tus dotes de varón; macho y señor, sólo eres un cobarde, que siempre usas la fuerza en vez de la razón… macho y señor, demuestra que eres hombre, respeta que las mujeres y dales su valor, que yo te lo aseguro si sigues mi consejo serás mucho más macho y mucho mas señor…”

Una mujer es una mujer. No una machozuela con botas. Y las mujeres que no se hacen respetar, se ganan el irrespeto.

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