Opinión Nacional

Otra ridiculez más

Las cosas que hay que ver. Yo imagino que los genios del Consejo Nacional Electoral, no encuentran mayor asunto en el que ocupar su tiempo (que nosotros pagamos por el orden de millones de bolívares) que en producir instrumentos que ponen de bulto su carácter absolutamente atrabiliario.

No les ha bastado con todo el desguase que han hecho hasta ahora. Sienten que el tiempo es bueno para presentar un proyecto de Ley de Registro Civil, en el cual destaca una perla del más acendrado fascismo. El asunto es así: ene l proyecto destaca un articulito, el 106, que prohíbe a los padres valerse de combinaciones de nombres, el uso de nombres extravagantes o que «expongan al ridículo» a sus hijos. La cosa no termina ahí. El proyectito, que fue presentado por la rectora Sandra Oblitas, también prohíbe el uso de «variantes familiares y coloquiales que denoten una identificación confusa o que generen dudas sobre la determinación del sexo». Y hay más. Se establece que los registradores civiles no permitirán que los declarantes del nacimiento coloquen, a los niños, nombres que los expongan al ridículo; sean extravagantes o de difícil pronunciación en el idioma oficial. Bueno, según esta “novedad”, nombres como Yuleisy, Yesaidú, Josmar y Usmail están en pico e’ zamuro.

Sólo un régimen que se cree Dios hecho hombre puede proponer una ley que prevé que los registradores dispongan de un listado de más de 100 nombres «más comunes», que pueden ser utilizados como referencia por quienes lo requieran. Otra lista más.

Y asómbrense, a según el artículo 107 de la leyecita “se tomará en consideración para la selección, aquellos nombres y apellidos que identifiquen el gentilicio venezolano».

A la rectora Oblitas le explico que su nombre – Sandra – es el hipocorístico italiano de Alessandra, del que se ha tomado la segunda parte. Este nombre tiene su origen en la fascinación que ha ejercido sobre la humanidad de todas las épocas el gran Alejandro por antonomasia, en cuya grandeza también las mujeres quisieron tener parte y gozar de la acción benéfica que tienen los grandes nombres en quienes los llevan.

Así, señora Sandra, vea usted, su nombre, no es un nombre.

Pero, yo le pregunto, ¿tengo yo como ciudadana de este país derecho alguno a decir que su nombre no existe? Usted me va a perdonar, pero su mamá le puso el nombre que ella quiso. Y cualquier limitación que el Estado quiera poner al deseo de los padres de nombrar a sus hijos como bien les parezca, es un acto atrabiliario y fascista.

Su ley es, además de profundamente necia, una muestra de la ridiculez a la que puede llegar cuando cree que tiene al toro agarrado pro los cachos. Hijos de la Patria somos todos, con el nombre que tengamos, sea autóctono, compuesto, hipocorístico, importado, inventado o un hallazgo en una lectura en un momento de búsqueda de cálida inspiración. Y el Estado no es quién para pretender legislar sobre un asunto que es estrictamente de la competencia de los papás y las mamás. No hay duda que si algo caracteriza a este régimen es lo entrometido y entrépito que es. Un día de éstos van a legislar sobre el color, el estilo y la fabricación de la ropa interior de los venezolanos.

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