Salud y Bienestar

No digas sexo cuando me hables de amor

No hay nadie a quien Ana Gabriela desee más para pasar una tarde en la cama como Luis, pero cuando su amigo le insinúa formalizar la relación de pareja, ella admite que se contiene para no responderle con un bostezo. Ana Gabriela y Luis son amigos, casi desde el bachillerato. Ahora tienen veintitrés años y son universitarios, con una amistad que se hace más intensa a través del sexo, viven lo que para sus abuelas sería calificado de herejía. El caso es que Luis se muere por convertirse en su pareja, y ella le responde que no porque mantiene un noviazgo con el amigo de ambos, Alejandro, quien lleva ya dos años estudiando fuera del país.

Lo anterior podría servir quizás como libreto de una telenovela juvenil, al estilo de la película protagonizada por Ashton Kutcher y Natalie Portman “Amigos sin compromisos”, pero se trata de la exacta realidad de dos caraqueños (cuyas identidades obviamente han sido cambiadas) que sin saberlo plantean uno de los fenómenos cada vez más frecuentes: el sexo sin amor.

“En realidad no es un tema nuevo, aunque sí más presente en estos días de relaciones abiertas debido, entre otras razones, a los tabúes que ha logrado derribar Internet”, aclara la psicóloga clínica Aymara Rodríguez, cuya labor de consultora matrimonial le hizo descubrir que las relaciones de “sexo sin amor” son comunes en el sector de los jóvenes universitarios.

La idea básica consiste en dos amigos con derecho a sexo, pero sin compromiso a compartir sus sentimientos. Ambos saben que no van a ser novios y con ello se evitan las escenas de celos, y como lo explica la mima Ana Gabriela, “no pasa de ser una especie de acuerdo de hacer el amor para satisfacer una necesidad pero sin vincularnos emocionalmente”.

El sexo como valor de cambio

sexualidad en jóvenes

La psicóloga Aymara Rodríguez se niega a calificarlo como una “irregular” situación, ya que admite que el sexo se utiliza hoy como excusa, desde los mensajes publicitarios hasta para el alivio terapéutico, dentro del cual incluye los llamados acompañantes sexuales y esta fórmula juvenil de “sexo sin amor”.

Sin embargo, en la acera opuesta, su colega Néstor Granadillos no se apresura a recibir con beneplácito esta “modalidad” sexual juvenil y, por el contrario, se niega a la llamada “banalización total del sexo”, bajo el pretexto de que es el signo de los tiempos.

“Es verdad que la sexualidad se ha convertido en una actividad accesible al cual se puede llegar ahora solamente para el disfrute, sin compromiso alguno entre las personas que la practican”, explica Granadillos, al subrayar que desde luego, el oficio más antiguo –como se le conoce a la prostitución– se ha ocupado con creces de este tipo de intercambio de sexo por dinero u otra propuesta. “Pero pretender que dos amigos puedan mantener una relación sexual sin que en uno de ellos ocurra un fogonazo, me parece más un argumento para el cine”.

No obstante, existen amigos que, sin el trámite de convertirse en pareja, se van a la cama tras una noche de farra y al día siguiente se agradecen los favores cumplidos. “De eso trata mi relación con Luis: amigos hasta en la cama”, se defiende Ana Gabriela, al lamentar que Luis “no capte el mensaje”, y ahora le pida empate.

¿Amor?, no hace falta

sexualidad en jóvenes

 

Aunque la propuesta de Ana Gabriela suene a audaz y temeraria, más aún cuando proviene de alguien del sector de las chicas (tradicionalmente calificado de sentimentales), un estudio realizado en 2011 a jóvenes universitarios de diecinueve países, publicada por International Journal of Sexual Health, revela que 68% de los encuestados considera que no hace falta estar enamorado para tener relaciones sexuales.

De modo que a la pregunta “¿la sexualidad tiene que ver con el amor?” casi las dos terceras partes de los cuestionados responden con un “no” rotundo que sorprendería a muchos.

Cabe preguntarse entonces: ¿es mejor la sexualidad desvinculada del amor?, ¿por qué las cifras de abortos, infecciones de transmisión sexual son cada vez mayores?

Las campañas sobre sexualidad que se han dirigido los últimos años a jóvenes con el fin de prevenir enfermedades y abortos sólo han incidido solo en el aspecto preventivo, pero en ningún caso han hablado de la sexualidad de un modo completo.

“La sexualidad no es un juguete”, explica la reconocida especialista española Ondina Vélez, profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad San Pablo CEU y directora del Centro Universitario de Información y Salud Sexual.

“El cuerpo no es una herramienta de placer. El cuerpo es personal. Y el sexo es una forma de ser y de estar en el mundo; no es una herramienta que saco, utilizo, guardo y me desentiendo de ella. La sexualidad tiene verdadero sentido como expresión de nuestra capacidad de amar. Y por ello, la educación de la sexualidad fracasa si sólo se enseñan técnicas. Educar la sexualidad supone dar respuesta a uno de los grandes interrogantes al que los jóvenes nos enfrentamos. Supone enseñar a amar”.

Sexo como responsabilidad

sexualidad en jóvenes

Con este pronunciamiento de Ondina Vélez se robustece la tesis de que es oportuno dirigir la mirada hacia los principios básicos que deben regir la concepción de la sexualidad desde la visual de integridad que caracteriza al pensamiento, sin dejarse llevar ni por modas, ni por reduccionismos que acaban por degradar la verdadera identidad de este aspecto de la persona humana.

“La sexualidad humana no es simplemente una parte de la persona, sino que participa de la persona. No la podemos aislar de la condición humana. Por ello tenemos que decir siempre que el ser humano es sexuado y que la sexualidad es humana. Precisamente por ello, la sexualidad se orienta en el ser humano hacia dos objetivos particularmente trascendentes: expresar la totalidad del amor entre un hombre y una mujer”.

Cierto, la sexualidad no puede ser usada como una cosa, pues se trata de un elemento básico de la personalidad, “un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano». Pero, ¿qué hay de quienes saben separar los juegos sexuales, en un instante de pasión desenfrenada, y de aquellos que se juran amor, y con ello respeto y fidelidad? Nadie sabe la respuesta, pero por lo pronto, conformémonos con una reflexión de un personaje del escritor  Henry Miller: “El sexo no es una historia para contarla, hay que vivirla”.

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