Opinión Nacional

¿Son diputados o qué?

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A pesar de lo que ha dicho él, y algunos de sus adulantes, es falso que Chávez no esté dispuesto a modificar ni una coma de su propuesta de reforma de la Constitución de 1999. Ya tuvo que recular en cuanto al cambio de nombre y naturaleza de la Guardia Nacional. Por lo tanto, si pudo cambiar en este punto lo podrá hacer en otros.

En realidad, lo mejor sería que retirara su propuesta. Ya ha amenazado con hacerlo y si tuviese algún asesor que no sólo pensara en jalarle para poder robar más, ya se lo hubiese planteado con sinceridad.

Los problemas que han aparecido en estas tres semanas, después de haber planteado la confusa y autoritaria “reforma”, ya hablan de las tempestades que se desatarán una vez que la quiera aplicar del todo.

En el nonato PUS ha arreciado la lucha por el poder. Disfrazada de un torneo por demostrar mayor lealtad al caudillo, no impide que se vean las costuras de las ambiciones personales y grupales. El show de la carta que firmaron 144 diputados y que después milagrosamente desapareció, cuando el jefe así lo decretó, es sólo uno de los episodios de la agonía parlamentaria.

Parece que el pecado cometido por el ex-presidente de la Asamblea Nacional, Francisco Ameliach, ya vejado públicamente por Chávez en un mitin en la última campaña, fue haber alardeado de reunirse con sus compañeros de promoción que hoy comandan guarniciones militares. La crítica a la carta en donde solicitaban él y casi todos los diputados rojo-rojitos la reactivación del MVR y que se pospusiera la creación del PUS sería nada más que una excusa.

El mayor (r) Ameliach, conocido por su ausentismo laboral, también se ha visto entrampado en las intrigas de sus rivales: el grupo de los maleteros, los socios de Antonini. Después de dejar en la estacada a los diputados Luis Tascón e Iris Varela, quienes salieron en su defensa, ha hecho lo mismo que tantos que han sido insultados por el Primer Locutor: pedir perdón y arrodillarse ante el líder único.

Por supuesto, Ameliach tiene otras razones. Su hermano Saúl es el mandamás de Pequiven y -recientemente nombrado- viceministro de petroquímica en el reino del bicéfalo Rafael Ramírez. Para defender el virreinato de su hermanito, Ameliach baja la cabeza y acepta el procedimiento que le ha abierto la comisión disciplinaria del aún no conformado partido único gobiernero, con el corazón puesto en su fraterno alto burócrata.

Debe ser un récord mundial que un partido inexistente tenga tribunal disciplinario y castigue a quienes son sólo aspirantes a militantes de aquél. Francisco Ameliach entrará al libro Guinness por mérito propio. Nadie podrá despojarlo del honor de haber sido suspendido como miembro de un partido que todavía no nace.

La anécdota de Ameliach sirve para dibujar la situación que les espera a los parlamentarios chavistas. Se encontrarán prisioneros de la voluntad del jefe que cada día les recuerda que no son nadie sin él. Que los puso allí, no en razón de sus méritos y trabajo político, sino como resultado de su obsecuencia. Para Chávez son meras piezas que repiten sus órdenes, fieles perrunos al ideal “bolivariano” o “socialista”, en todo caso, a lo que se le ocurra a él.

El profesor y diputado Carlos Escarrá ha amenazado con declarar traidor a la patria a quien quiera modificar la propuesta chaviana. Pues bien, si Chávez ha cambiado su texto de “reforma”, ¿es traidor a la patria? O ¿la traición a la patria no es imputable por este hecho a quien ha permitido la injerencia cubana en instancias de decisión del Estado venezolano?

La Asamblea Nacional fue elegida con el menor porcentaje de votos de toda la historia electoral venezolana. En diciembre de 2005 sólo votó el 12% del registro electoral. Su legitimidad de origen está muy cuestionada. Aunque no haya una disposición legal que exija un límite de participación, su representatividad es muy pobre.

Así como se puede perder la legitimidad de origen por un desempeño alejado de la Constitución y de los intereses populares, también podría ser recuperada por acciones que vayan a favor de la nación. El Congreso gomecista de 1936 fue el mismo que confiscó los bienes del dictador después de su muerte.

Podrá ser una ingenuidad pensarlo pero la mayoría de la Asamblea Nacional tiene la posibilidad de reaccionar con dignidad y hacer como hizo la oficialidad de la Guardia Nacional: ponerle un parao a una “reforma” que eliminará legalmente cualquier equilibrio entre los poderes públicos, al darle al Presidente de la República todo el poder y la posibilidad de reelegirse eternamente.

Los diputados están a tiempo de impedir su suicidio. Rechazar la “reforma” constitucional sería su salvación. Con esa decisión hasta le evitarían más problemas a su jefe.

La peor diligencia es la que no se hace.

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