Opinión Nacional

Reforma y antipolítica

Intentando aportar nuestro grano de arena, nos ha correspondido trabajar cercanamente con la representación demócrata-cristiana ante el comité ejecutivo de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV). Sin dudas, la asesoría –por lo demás, voluntaria – se ha convertido en un extraordinario aprendizaje al permitir asomarnos un poco más al mundo obrero que, con sus aciertos y fracasos, posibilidades y limitaciones, soporta los embates del régimen que un día quiso asaltarlo electoralmente, esgrimiendo sus mejores recursos.

Agreguemos que el presidente titular de la entidad laboral, Carlos Ortega, se encuentra en un exilio forzado, consabido el largo y penoso itinerario que lo llevó a Lima para rendir un testimonio de lucha y de estoicismo que – lo sentimos – no ha valorado el resto de la oposición social y política, en su justa dimensión. Por lo menos reconozcamos la presencia de la CTV en todos los rincones del país, contrastante con las organizaciones partidistas, cuyos anuncios rimbombantes tienden a esquivar o disimular la flaqueza y hasta inexistencia de sus estructuras básicas, locales y regionales: más que un reproche, constituye un angustioso llamado para la recuperación de los espacios reales en los que se hace ciudadanía, pues, suficientemente demostrado, la política – comprometida, trascendente, eficaz – no se agota en las pasarelas televisivas.

La CTV procura correctamente abordar el problema de una arbitraria modificación constitucional, lejos de entramparse con el “paquete chileno” de la reducción de la jornada laboral o la ampliación de la seguridad social que perfectamente puede adoptar un superhabilitado gobierno cómo, dónde y cuándo se le ocurra. Aciertan los socialcristianos Rosángela Castellano y Ramón Petit al demandar del comité ejecutivo una consideración política y estratégica de toda la reforma, allende las disquisiciones jurídicas que tientan – acaso – a los partidos, y – nos permitimos añadir – también en reclamo de una postura consecuente y solidaria con Ortega que en nada abona a las expresiones sectarias y oportunistas de los dirigentes que cartean a la embajada peruana en Caracas, tratando de obtener dividendos políticos de la desgracia ajena.

La primera jornada de reflexión (y de muy concreta reflexión) promovida por la CTV, condujo a Cecilia y a Gustavo Tarre a un excelente intercambio con los líderes sindicales, en fecha reciente. Empero, más allá de la acreditación académica y esencialmente política del acto, estimamos necesario señalar y comparar cuatro notas aleccionadoras: hay razones valederas, profundas y coherentes para rechazar la reforma constitucional, ante la necedad y la anécdota del presidente Chávez; hay consciencia de la gravedad del problema, ante quienes lo creen una circunstancia trivial y pasajera provocada por el díscolo mandatario; hay especialistas que están dispuestos a encarar la situación sin percibir honorario alguno, ante aquellos que asumen la política como un vanidoso fenómeno dinerario; y hay una real voluntad de servicio, ante aquellos que defienden la reforma para no perder las prebendas – pocas o abundantes – alcanzadas.

La tentativa de solucionar el problema de la reforma y del mismo régimen, obliga a reivindicar la política. Y, sugerida por la CTV, a celebrar (sic) los funerales de la antipolítica.

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