Misiva a Misia Sandra
Tengo a bien escribirle esta misiva para repetirle – es decir, decirle de nuevo – algunas cositas referentes a su proyecto de Ley de Registro Civil, y muy en particular sobre el artículo 106 del mismo.
Fíjese usted, su merced, leo una entrevista publicada por el vespertino El Mundo el próximo pasado miércoles 12 de septiembre. La misma fue realizada a usted, su merced, por la periodista Gisela Rodríguez. En el texto, que leí no una sino varias veces, consta: “El artículo 106 del proyecto de Ley Orgánica de Registro Civil causante de la polémica, es leído varias veces por la rectora Sandra Oblitas. «Con el fin de preservar el equilibrio y desarrollo integral del niño, niña o adolescente, los registradores civiles no permitirán que los declarantes del nacimiento, sean éstos sus padres, representantes o responsables, les coloquen nombres que los expongan al ridículo; sean extravagantes o de difícil pronunciación en el idioma oficial; contengan variantes familiares y coloquiales que denoten una identificación confusa o que generen dudas sobre la determinación del sexo. En estos casos el registrador ofrecerá como referencia, un listado de los nombres y apellidos más comunes, emanado de la Oficina Nacional de Registro Civil. Este listado podrá ser utilizado para la identificación de los casos que lo requieran».
Repito, “…los registradores civiles no permitirán que los declarantes del nacimiento, sean éstos sus padres, representantes o responsables, les coloquen nombres que los expongan al ridículo; sean extravagantes o de difícil pronunciación en el idioma oficial; contengan variantes familiares y coloquiales que denoten una identificación confusa o que generen dudas sobre la determinación del sexo…”
Pero, casi encimita de esto, usted, su merced, dice:”… La intención no es establecer prohibiciones en tanto censura a los padres que, por supuesto, tienen el legítimo derecho de escoger para sus hijos el nombre que tengan a bien, lo que se está sugiriendo es que se procure el cuidado de la dignidad, la integridad, la personalidad de ese niño…”
Y yo me pregunto (tengo manía de preguntar), si el texto del proyecto dice “los registradores civiles no permitirán”, ¿cómo hace usted, su merced, para interpretar que “… La intención no es establecer prohibiciones…”?
Déjeme que le cuente. Yo no sé absolutamente nada de física cuántica, ni de modelos avanzados matemáticos, tampoco de astrofísica, ni de biología molecular. No sé si el cadmio es un metal o es así como llaman al ganchito que sujeta al silenciador de mi carro. Cada vez que mi marido me habla de los “agujeros negros”, no sé si refiere a algo que ocurre en el espacio sideral o si el asunto tiene que ver con la situación de vacío de los bolsillos de los venezolanos que no somos boligarcas ni trabajamos en puestos oficiales que perciben sueldos y salarios mensuales multimillonarios.
Yo de lo que sí sé y mucho, perdone mi inmodestia, es de este idioma magnífico que es el castellano o español (sinónimos), que es la lengua materna de unos 466 millones de hablantes en la bolita Tierra. Sí, ese idioma hermoso que llegó a estas tierras a partir de aquel acontecimiento, sabiamente llamado ahora el “Encuentro de Dos Mundos”, y que hoy es una de las lenguas más espesas del mundo, pues se ha nutrido de la influencia de la diversidad cultural de los hispanohablantes de noventa países.
Vea usted, Misia Sandra, su merced, en castellano o español, “no” (que deriva del latín “non”), tal como está usado en el texto de su proyecto de ley, es un adverbio de negación. El adverbio es la parte de la oración que modifica el significado del verbo o de otras palabras. Entre los adverbios de negación destacan: no, nunca, tampoco, jamás, etc. Cuando antecede a forma verbal, quiere decir no. No significa tal vez, ni quizás, ni puede ser.
En este sentido, “…no permitirán…”, quiere decir que el sujeto de la oración (los registradores) no permitirán (del verbo permitir, en tercera persona del plural del futuro simple del indicativo). Es decir, no darán su consentimiento para que otros hagan o dejen de hacer algo.
En castellano, hay un dicho ampliamente conocido y popularmente usado. Este es: “No aclares, que oscureces”. Su entrevista es un verdadero eclipse de la juridicidad, de la democracia y del idioma. Me permito sugerirle a su merced la lectura y el estudio de la gramática castellana. Alguna paseadita por bibliografía democrática no le vendría de más. En este caso, “lo que abunda, no sobra”.
Revise su proyecto, Misia Sandra, su merced. Y de paso, revísese por dentro. Que alguien que pontifica y pretende dar lecciones sobre democracia no puede venir a montarse en un pedestal antidemocrático y excluyente y salir a calificar de ridículos a los nombres que a los padres les venga en su realísima, legítima y autónoma gana ponerle a sus hijos, ya sean estos nombres “extravagantes o de difícil pronunciación en el idioma oficial; contengan variantes familiares y coloquiales que denoten una identificación confusa o que generen dudas sobre la determinación del sexo”. Cuestión de, como aconseja la Biblia, mirar la paja en el ojo propio antes de buscarla en el ajeno. Su nombre, Misia Sandra, su merced, no es un nombre, es un hipocorístico.
Concejal El Hatillo – Un Nuevo Tiempo