Opinión Nacional

Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar

Camino por una calle. En la esquina, un toldito rojo le hace sombra a una mesa roja con sillas rojas. Del toldito cuelga un afiche rojo. Una chama y un chamo, no mayores de 19 ó 20 años, estudian afanosamente. El uno le hace las preguntas de un librito a la otra, como cuando hay proximidad de examen. Me quedo cerca, a prudente distancia. Para poder escuchar. El libro que tienen ambos en la mano es una suerte de cuardernillo. De tapa roja, claro está. Me fijo bien. No es la Constitución. Ni la Reforma. Me acerco más, para poder leer lo que reza la portada. Alcanzo a leer algo así como “Apuntes sobre Chávez y la Revolución Bolivariana”. O algo muy parecido.

Finjo que hablo por el celular. Los chamos siguen recitando la cartilla. Las preguntas son increíbles. “¿Dónde y en qué fecha nació el Presidente Chávez?”; “Cite tres grandes virtudes del Presidente Chávez.”; “Cite tres razones por las que Chávez ha sido y será el mejor presidente que ha tenido y tendrá Venezuela.”

Se me oprime el corazón. Se me estruja el alma. Se me eriza la piel. Se me revuelve el hígado. Siento vergüenza, dolor, asco. Esto no es lavado de cerebros. Esto es echarle lejía al alma y al cerebro de los jóvenes.

Ella le pregunta a él: “¿A qué hora es el examen?”. “A las 6”, contesta él.

“Pues yo no me sé ni la mitad de las preguntas, y ya son las 5”, le apunta ella, en tono de angustia. Váyase a saber cuántas cosas dependen de que ella responda bien esas preguntas. ¿Una beca? ¿Un crédito? ¿Un cupo en una universidad? ¿Estar en la lista de alguna misión?

Subiendo hacia la esquina viene un borrachito, que es casi un activo fijo del lugar. Viene cantandito. Me conoce. Hace un alto en su tambaleante andar para saludarme. “¡Epa, donita!”.

“¿Cómo me te va? Chico, apenas son las 5 y mira cómo estás. Debes tener ya el hígado guindando de un ganchito”, le contesto.

“Yo seré borracho, pero no pendejo como ese par de chamos… Chávez los está usando y ellos ni pendiente”, sentencia.

Sigue caminando y cantando: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida ¡ay, Dios!… Como decía mi abuelita: El que ríe último, ríe mejor… La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida ¡ay, Dios!… Cuando lo manda el destino, no lo cambia ni el más bravo, si naciste pa martillo, del cielo te caen los clavos….”

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Concejal El Hatillo – Un Nuevo Tiempo

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