El Bolívar de Chávez
En una de sus últimas e interminables cadenas, el Presidente Chávez arengó a los presentes con gritos de » ¡viva Bolívar!» intercalados con otros de » ¡Patria, socialismo o muerte!»… ¡ Ay, Dios!… ¡Pobre Bolívar!… Metido en el mero medio de este berenjenal sin haberlo buscado, sin haberlo pedido, sin haberlo querido.
Pero no fue solo eso: durante toda la cadena Chávez evocó a Bolívar, como siempre lo hace. Que si Bolívar esto, que si Bolívar aquello. Con todo respeto, me parece que esa nombradera le hace daño a la imagen del Libertador. Cuando Luis Herrera era presidente decretó que el Himno se tocara en cadena nacional tres o más veces al día. Antes de eso, cuando uno escuchaba el Himno, guardaba silencio y se ponía de pie. Después del decreto, el Himno se escuchaba, generalmente, en el radio del carro, por lo que uno ya no se ponía de pie. Y los comentarios de una buena parte de la población eran cosas como: «¡qué fastidio el himno!», «¡ dale con el himno otra vez!», «¡ hasta cuándo suena ese himno!»… Algo así como lo que pasa hoy con las cadenas. Los radios se apagaban, las conversaciones seguían, el respeto se perdía. En dos platos, el Himno parecía haber perdido su majestad. Pues bien, con el Libertador pasa más o menos lo mismo que con el himno. He oído a bolivarianos acérrimos comentar: » ¡Hasta cuándo Bolívar!»
Digo todo esto porque tal vez la estrategia del Presidente al nombrar al Libertador una y otra vez, sea marearnos y que de esa manera no nos demos cuenta de cuál es el Bolívar del que habla. Porque hay dos Bolívar, claramente definidos en el tiempo. Uno es el Bolívar de Angostura, el Bolívar de 1819. El Bolívar padre de la República, defensor acérrimo de la libertad, primer ciudadano del país. El Bolívar que decía
«¡Compadezcámonos mutuamente del pueblo que obedece y del hombre que manda solo!»
Del Bolívar que sabía que
«el que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que produzcan los errores».
Del Bolívar que estaba consciente de que no hay
«cosa tan corrosiva como la alabanza! Deleita al paladar pero corrompe las entrañas» …
Pero el Bolívar que inspira a Chávez es el Bolívar de Bolivia, el de 1826. El Bolívar que quería la presidencia vitalicia:
«Esta suprema Autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquías se necesita más que en otros, un punto fijo alrededor del cual giren los Magistrados y los ciudadanos: los hombres y las cosas. Dadme un punto fijo, decía un antiguo; y moveré el mundo. Para Bolivia, este punto es el Presidente vitalicio. En él estriba todo nuestro orden…»
El Bolívar que tenía derecho a nombrar a su sucesor:
«El Presidente de la República nombra al Vice-Presidente, para que administre el estado, y le suceda en el mando. Por esta providencia se evitan las elecciones, que producen el grande azote de las repúblicas, la anarquía, que es el lujo de la tiranía, y el peligro más inmediato y más terrible de los gobiernos populares «.
«El Vice-Presidente es el Magistrado más encadenado que ha servido el mando: obedece juntamente al Legislativo y al Ejecutivo de un gobierno republicano. Del primero recibe las leyes; del segundo las órdenes: y entre esas dos barreras ha de marchar por un camino angustiado y flanqueado de precipicios. A pesar de tantos inconvenientes, es preferible gobernar de este modo…»
Algo muy parecido a la monarquía que acababan de sacudirse los pueblos americanos. El Bolívar de Chávez es el Bolívar que se quedó solo porque la mayoría de los venezolanos, bolivianos, ecuatorianos y colombianos, lo rechazaron. El Bolívar de Chávez es dictador, no es demócrata.
A pesar de todo, Bolívar fue grande. Fue grande porque logró grandes cosas. Porque dio grandes pasos hacia adelante. Y la posteridad, como él mismo intuyó, le ha hecho justicia.
Pero Chávez no es Bolívar… Chávez pretende dar grandes pasos hacia atrás.