Opinión Nacional

Se desató la “Encuestitis”

Otra vez. Como un chubasco. En primera plana, los hallazgos de los últimos estudios de opinión. Se desata loca euforia en este pedazo de tierra que pomposamente llamamos país. Hay llamadas telefónicas. ‘¿Viste la encuesta?’… ‘No, cuéntame…’. Llueven conclusiones. Quedamos enganchados en una ola seudoanalítica. Abundan frases grandotas. ‘Chávez va palo abajo… El hombre tá durísimo… La reforma le resultó un sancocho de pato. ¡Vaya, pues! Se ha descubierto el agua tibia, que los zancudos pican y las arañas tienen ocho patas. La verdad, todos están en lo cierto, y todos, también, errados. Todos le dieron mateo a la lectura.

Los analistas chavistas suman como buenas las cifras de ‘regular’ aunque ‘más o menos’ no es bueno, ni aquí ni en Birmania (yo no lo llamo Myanmar ni que la ONU acepte semejante barbaridad). La oposición, que tampoco lee sino títulos, cae en la trampa y cree que ‘el rollo’ sólo está en la popularidad, y desprecia datos que están en los informes y que son harto más reveladores que los meros enunciados. Nadie revisa el material con profundidad. Del cochino se comen el chicharrón, y olvidan el suculento pernil. Si unos y otros leyesen, descubrirían que la imagen del gobierno es mala; sobresaliente es la del hijo de la Sra. Chávez, pero su magnetismo personal no se transvasa a los demás funcionarios, ni a su reforma.

El Presidente tiene envidiable carisma. Se ha convertido en un mito panteísta. ¿Y? Carisma no empreña ni cura miserias. Y la reforma no resuelve ninguno de los problemas serios que hacen que la gente sobreviva en lugar de vivir. De haber lectura seria, surgirían preguntas importantes. ¿Está la gente motivada a volverse emprendedora y asertiva gracias a la inspiración del verbo presidencial? O acaso hipnotizada por un delirio pasional rayano en sumisa idolatría, ¿sigue esperando que llueva real y resuelve? Lo del Presidente, ¿es liderazgo valioso para una democracia real? ¿O patético y perverso mesianismo, útil para la consolidación de más “ociocracia” tercermundista?

A unos y otros les digo: el vuelo rasante sobre los informes es intragable superficialidad y da grima. Peor aún, esa ceguera no les permite sacarle el jugo a los estudios. Nadie corrige el rumbo, y todo se convierte en un desperdicio, un pleito idiota sobre la imagen y popularidad presidencial, veintiúnico y sempiterno tema que obsesiona a todos.

Bien harían en entender que una encuesta es como un ecosonograma de un momento social. Monitorear el proceso mes por mes, semana a semana, permite formular escenarios, descubrir oportunidades, diseñar estrategias. Pero hay que detallar la grafía, leer el informe del especialista. Si no, ¿para qué investigar? Vaya si los expertos se esfuerzan en producir informes densos, para que luego chavistas y oposición gasten escasos cinco minutos en leerlos, y tres en espetar opiniones, a cual más insípida y torpe.

Leer las encuestas, cualquiera, revela que la torta se le puede apelmazar a Chávez, y su reforma puede convertirse en “poner la torta”. Y quienes queremos construir una Venezuela decente para todos, quieres deploramos esta rumba de millones y de corruptelas, de rastacuerismo y manirrotismo indecentes y procaces, no podemos quedarnos alelados frente a toda esta situación, porque nos puede ocurrir como canta Serrat, quedarnos “chupando un palo sentados sobre una calabaza”.

¿Usted, como yo, cree que hay que votar? Bueno, pues sepa y entienda que votar no es suficiente. Intégrese ya a los equipos electorales que se están montando. Hayq ue cuidar los votos. En las elecciones del pasado diciembre, se habían integrado y entrenado testigos (con un alto costo en tiempo, dinero y recursos) para todos los centros electorales del país. El día la elección, 30% de los centros no tenían testidos de la oposición. La gente que se había responsabilizado o no llegó o al mediodía ya se había retirado. Y un centro sin testigos es como dejar el carro abierto, con las llaves pegadas y un letrerito que reza: «Vengo en unas horas».

¿Usted no quiere votar? Es su derecho y su decisión. Pero resulta, pasa y acontece que tampoco es suficiente. Su “no voto”, su abstención, no puede ser en modo alguno un acto pasivo, silencioso y meramente contemplativo. Intégrese también a los equipos electorales.

En cualquier caso, no se quede en su casa viendo por televisión cómo nos llueve el “Autocratismo del siglo XXI”.

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