No estamos en guerra
Gracias a Dios que no estamos en guerra ¿o sí? Las cifras de la barbarie asesina nos colocan a la altura de los países que se encuentran en franca confrontación bélica, como es el caso, más sonado, de la Guerra Civil de Irak.
De acuerdo a las cifras entregadas por las autoridades policiales del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas – CICPC – la capital de la República Bolivariana de Venezuela, Caracas, viene a ser como la Bagdad de Latinoamérica. El país sudamericano totalizó en el primer trimestre de 2007 la fatídica y escandalosa suma de 9.568 crímenes lo que coloca al Estado venezolano como el más ineficaz del continente en el combate al crimen.
La mayoría de los muertos han caído por disparos efectuados por distintas armas de fuego, de corto y largo alcance, armas de tipo civil y militar y hasta por el uso de granadas militares, las cuales se encuentran regadas por toda la geografía venezolana, sin saberse por qué ni cómo llegan a manos criminales. No es extraño, por ejemplo, que las policías decomisen granadas fragmentarias dentro de los recintos penales, a pesar de las exhaustivas revisiones que se le hace a los visitantes de los prisioneros.
Mientras en Irak han caído unos 70 militares norteamericanos en lo que va del año y han muerto unos 6.400 civiles mensuales, cuya progresión, que por cierto al contrario de Venezuela está en baja, lo que le daría al país árabe unos 30 mil muertos al finalizar 2007, en Venezuela las progresiones aumentan de tal manera que de seguir así el genocidio hamponil llegaría a enlutar a más de 38 mil familias venezolanas pues la cifra de muertos superaría, talvez, dicha cifra.
En el país, han dicho los expertos en la materia, después de casi nueve años de gobierno y de promesas incumplidas, todas las políticas policiales manejadas por militares han sido un fracaso. Los militares, dicen, y con razón, no han sido preparados para manejar cuerpos policiales ni instruidos en la prevención criminal y de allí el estruendoso fracaso de las políticas que se han anunciado al respecto.
Además de una falta de políticas de prevención, complotan en el aumento del crimen la falta de empleo, la impunidad que nace del sistema judicial al no hacer seguimiento a los criminales quienes acceden a la calle hasta con más de 14 crímenes a cuestas y de la incapacidad de ejercer su autoridad, la cual es ejercida, solamente, en la persecución de opositores al régimen en donde si la Fiscalía y los tribunales trabajan con premura. Es más, se ha denunciado de que secuestros (más de mil al año) son organizados desde dentro de los penales, en donde las bandas delincuenciales actúan desde sus oficinas virtuales.
Por otro lado, al hampa se le facilita la acción delictiva pues el país no cuenta realmente con policías profesionales. En el estado Aragua, por ejemplo, hasta los mismos novatos de la policía hacen chistes al respecto. Dicen, “ingresamos a la academia, nos cuentan los ojos, los brazos y las piernas, nos dan un revolver o una pistola, un chaleco antibalas vencido y nos envían a la calle”. “No tenemos viviendas dignas, los sueldos son malos y después, más encima, nos piden ser honrados ¡que vaina! ¿verdad?”…