¿Por qué tanto apuro?
El teniente coronel Hugo Chávez Frías dio la orden de aprobar cuanto antes el proyecto de reforma constitucional redactado por él con la diligente coautoría de la Asamblea Nacional, y ya todas las instituciones del Estado revolucionario bolivariano (pobre Bolívar) se alinearon para decir que el referendo aprobatorio se efectuará en diciembre próximo.
En la democracia “participativa” y “protagónica” proclamada en la Carta del 99, se les pretende negar a venezolanos la oportunidad de que se informen, discutan, analicen y extraigan sus propias conclusiones, en torno a una proposición que busca modificar drásticamente el perfil del sistema político, pues acaba con la democracia y la sustituye por una autocracia conducida por un caudillo que evoca el siglo XIX con toda su carga de estatismo, personalismo, centralismo y militarismo.
La obediente diputada Cilia Flores, presidenta del Parlamento, dice que la consulta hay que hacerla en diciembre porque ya el pueblo soberano fue amplia y suficientemente consultado. A través del parlamentarismo de calle se auscultó la opinión de 84.000 personas que expresaron su punto de vista, por supuesto favorable, en torno a las modificaciones. Esa cifra, según Flores, es suficientemente representativa del universo de votantes. Apartando el hecho de que esos ciudadanos pertenecen a las filas del oficialismo, hay que recordarle a la parlamentaria que ese número resulta infinitesimal al comparárselo con el Registro Electoral Permanente, compuesto por más de 16 millones de electores. En otros términos, suponiendo que los dígitos proporcionados por la diputada fuesen ciertos, la máxima representante del Parlamento, órgano de representación popular por excelencia, considera que haber explorado el parecer de 0.52% de los votantes, es suficiente para someter a consideración un proyecto de cambio constitucional que modifica la vida de 100% de los venezolanos (electores y no electores).
Por su parte Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral, señaló que este organismo no tiene atribuciones para modificar la fecha del referendo, y que este se hará cuando lo indique la AN, o sea Chávez. Los recursos introducidos por COPEI ante el Tribunal Supremo de Justicia y la petición de los estudiantes a la AN para que se postergue la fecha del referendo consultivo, seguramente serán ignorados. Ninguna institución se atreverá a desafiar la voz del comandante. Su ira haría rodar las cabezas de sus monaguillos. Entonces, lo más probable es que el referendo consultivo se convoque para diciembre.
¿Por qué tanto apuro?, ¿la “mejor Constitución del mundo” no será perfeccionada por esos genios del constitucionalismo moderno que son Hugo Chávez y Carlos Escarrá?, ¿por cuál motivo unos cambios tan positivos no pueden esperar unos meses para que la gente los acaricie y se familiarice con ellos?, ¿a qué le temen Chávez y sus lugartenientes?
Por primera vez desde comienzos de 2004, una iniciativa promovida por Hugo Chávez se encuentra en minoría entre las preferencias de la población. Algunos aspectos de la reforma, especialmente el referido a la propiedad privada, causan enorme malestar entre los sectores que tradicionalmente lo han respaldado. Además, como dice Gerardo Blyde, a medida que la gente conoce más detalles del proyecto constitucional, más se desencanta de él y más temores le asaltan. Este hecho lo conoce el Gobierno, he aquí uno de los motivos de la premura: hay que imponer el esquema cubano, el neocomunismo, antes de que la gente se informe bien y cobre plena conciencia de que lo que se busca es aproximar el “mar de la felicidad” a las costas venezolanas. Todavía el rechazo que los pobres sienten por el comunismo es muy alto. Conviene disimular las intenciones.
Por otra parte, el Gobierno sabe que su incompetencia es proverbial y que el precio del barril de petróleo no puede aumentar al mismo ritmo que su ineficacia y la corrupción generalizada, por lo tanto, debe procurar reducir el plazo para la aprobación de los cambios. Allá los ingenuos que piensen que el Gobierno está interesado en que las reformas se conozcan. Chávez no sabe qué pasará con la reconversión monetaria. No puede prever con exactitud cuál será la reacción de los desamparados cuando comiencen a cobrar 300 ó 400 bolívares por quincena (los más afortunados), mientras el Gobierno le transfiere diariamente a Cuba decenas de millones de dólares para mantener una dictadura tan oprobiosa como la del doctor Castro Ruz. Chávez está preocupado por lo que pasará con los jubilados cuando empiecen a percibir cheques o depósitos por 600 bolívares, cuando a Evo Morales se le entregan también millones de dólares para mantener la quimera de una revolución bolivariana continental. Los más necesitados podrían comenzar a cuestionar el hecho de que se les empobrezca, mientras el dinero que les pertenece sale en maletines hacia todos los lugares del mundo, menos hacia sus humildes bolsillos. No es por casualidad que la propaganda del Gobierno insista en la eliminación de los ceros solo en lo que se refiere a los precios de los productos, no a los ingresos con los que obtienen esos productos. Esa veta habría que explotarla.
En esta escueta revisión hay que anotar la inflación, el desabasteciendo, la escasez de productos básicos como la leche, la inseguridad personal, el caos urbano y la larga cadena de taras que azotan a los venezolanos, en primer lugar a los más vulnerables. Todos estos lunares no pueden ocultarse, a pesar de que los precios del crudo crezcav como la espuma.
Al descontento popular, a la desobediencia civil, a su propia ineptitud, le tiene pánico Chávez, por eso plantea sancionar la reforma cuanto antes. Para mantener las apariencias, prefiere implantar el neocomunismo mediante los votos, antes que a través de los fusiles. Pero si es necesario no dudará en utilizar los Kalashnikov.