La “reforma”constitucional y las paradojas del Desarrollo Humano en Venezuela
En el debate sobre el desarrollo, y en la agenda estatal de medidas, políticas y estrategias aplicadas históricamente en su búsqueda, el énfasis asignado al mercado por parte del neoliberalismo y sus programas de ajuste estructural, demostraron en América Latina, sus limitaciones, y un balance contrastante en lo macroeconómco, y negativo en lo social.
La persistencia de elevados niveles de pobreza y exclusión social en diversos países de la región, a pesar de la aplicación del denominado recetario neoliberal, junto a las debilidades institucionales y la crisis de gobernabilidad subsecuentes, sentaron las bases de un cambio en la concepción del desarrollo por parte de los organismos multilaterales, y de diversos actores sociales.
Así, el tono del debate sobre el desarrollo varía en función del escenario desde el cual se realiza. Es distinto si se hace, justamente desde el mundo desarrollado o industrializado, o desde los países no suficientememente desarrollado.
Se ha dado además, en el contexto posmoderno, un replanteamiento metodológico de las ciencias económicas y sociales, para incluir y valorar factores no ortodoxos o mejor dicho, más humanos, subjetivos o cualitativos, en el análisis de la realidad.
De acuerdo a Cartaya (2003) el desarrollo humano es un proceso de ampliación de las opciones humanas, con el fin de que la gente lleve la vida que valora, a través del fortalecimiento de sus habilidades y la apertura de oportunidades.
Como quien va en un carro a una velocidad moderada, no puedo evitar pisar el freno y detenerme en la frase del concepto que dice “con el fin de que la gente lleve la vida que valora”.
Si algo está claro en el proyecto de “reforma” constitucional presidencial, si algo se percibe con claridad en su filosofía y espíritu, es justamente la imposición de una visión del mundo, la supresión de cualquier atisbo de libertad de elección, bajo el manido y conveniente argumento de la defensa de lo popular y de los desvalidos.
El tosco ejercicio político-quirúrgico concretado en los “cambios” propuestos, pretende la consagración de una nueva e inédita suerte de monarquía tropical, evidencia exótica y neopopulista de concentración de poder, supresión de la independencia de poderes, establecimiento de la homogeneización de la vida social y criminalización de la disidencia.
La paradoja es inocultable, cuando se excluye del contrato social que de alguna manera debería encarnar una Constitución, el respeto a la diferencia de pensamiento, la tolerancia y el respeto por parte del Estado al hecho y deseo de que la gente “lleve la vida que valore”, imposible bajo el totalitarismo del propuesto Estado Socialista, comunal y colectivista en ciernes.
El rechazo a la “reforma” se despoja de su ropaje político, y asume una connotación de negativa ética y esencialmente humana, de urgente defensa propia ante la factible y lamentable concreción de su nefasta impronta normativa.
Como bien refiere Cartaya, se trata de valorar y reconocer la diversidad, sin la cual no existe la posibilidad de libertad: somos libres porque optamos y la opción solo surge de la diferencia.
Paradójicamente, la diferencia, para quienes hoy detentan el poder e impulsan el citado intento de “reforma”, no constituye la normal y sana existencia en cualquier sociedad, de gustos, pareceres, opiniones, aspiraciones o valores diversos, o de la pluralidad consustancial a la convivencia democrática en un estado de derecho. No. La diferencia, en nuestro caso, se asume como insolente ataque a la estabilidad pública, como criminal, imperialista y golpista argumento sin valor ni legitimidad, de sectores enemigos seculares de la bondad y generosidad infinita de los “verdaderos” representantes del pueblo.
Así, la promoción del Desarrollo Humano, como concepto o paradigma generado en el discurso y las acciones institucionales de organismos como Naciones Unidas, en la esfera mundial y multilateral del deber ser, contrastan con las dificultades o particularidades para su realización efectiva, en cada realidad nacional.
El crecimiento económico, el progreso material, la atención sanitaria, el nivel educativo, la alfabetización, el nivel de participación en asuntos públicos, la expectativa de vida, la creación de oportunidades de crecimiento y desarrollo personal y familiar, y un entorno de respeto a los derechos humanos, en tanto indicadores concretos, cuantitativos y cualitativos del desarrollo humano, quedan relativizados en la hora actual venezolana, de “aprobarse” la “reforma”, al perder sin anestesia, y gracias a la eufórica voracidad autocrática, como recurso, como valor y como posibilidad, el bien más preciado de los venezolanos: la Libertad.