Opinión Nacional

El grito de Baduel

Nada más que por irrumpir en uno de los momentos más precarios de la historia republicana de Venezuela, el grito del general, Raúl Baduel, alertando sobre el golpe de estado “constitucional” que perpetrará en diciembre el teniente coronel, Hugo Chávez, debe ser recogido con la decisión de no dejar pasar  la que  es sin duda  la estafa más cruel y alevosa que cuantas se han ejecutado en los últimos 8 años contra las instituciones democráticas del país.

Obra maestra del fraude y el atraco políticos  que comenzó con el llamado al asesinato de la constitución democrática del 61, dizque porque estaba desfasada de acuerdo a las tendencias históricas, jurídicas, y sociales del siglo XXI, permisaba el corrosivo mal de la partidocracia y el presidencialismo,  privilegiaba el derecho en lugar de la justicia y no permitía una acción eficaz del estado a favor de los más pobres, los más excluidos y los menos favorecidos.

Lo que nos trajo la constitución que sustituyó la del 61, sin embargo,  -y que se llama indistintamente  “bolivariana o del 99”- fue más presidencialismo, más partidismo en la versión que los venezolanos llaman “cogollismo”, más atraso jurídico en cuanto desapareció la independencia de los poderes, más autoritarismo con un estado que pasó a ser el dueño de nuestras vidas y haciendas y más desigualdad económica, puesto que la vía para acceder a los beneficios que el gobierno debe a los ciudadanos es la carnetización, la identidad ideológica y el apoyo a las políticas e ideas del presidente Chávez.

Debe admitirse, sin embargo, que en la “constitución del 99, o bolivariana” sobrevivían, como vestigios, importantes garantías ciudadanas y derechos individuales, como el derecho a la propiedad, al trabajo, al debido proceso, a estar bien informados, la libertad de expresión, de conciencia y de todo cuanto en una sociedad democrática preserva valores fundamentales como la libertad, la igualdad, la justicia, la alternabilidad  y la diversidad.

Y es justamente contra esos valores hacia donde se dirige el golpe estado “constitucional” del presidente Chávez, llamado eufemísticamente reforma, pero que en realidad es una nueva constitución que descubre los propósitos reales de la intentona  golpista del 4 de febrero del 92: fin de la república con el establecimiento de una presidencia vitalicia que, al complementarse con una economía colectivista, crea la condiciones para que Venezuela se convierta en un feudo de súbditos, donde solo los que adoren, o dicen adorar, al rey tengan el derecho al mal vivir y a la sobrevivencia.

Y es, sin duda, contra ese monstruoso estado de cosas que se oye el grito del general Baduel, como un último llamado para que Chávez se detenga en su vesania y el país sepa lo que tiene que hacer, y lo que ocurrirá, si no lo hace.

Y a este respecto es irrelevante la historia pasada y reciente el general, Baduel, aún más, sus intenciones mismas, ya que lo realmente trascendente es la oportunidad donde emergen sus palabras, la tragedia que denuncia y el alerta que hace para que Venezuela comprenda que ha caído en manos de una suerte de gorilas de la época de la globalidad y el ciberspacio, que hacen el último intento para que una utopía del siglo XIX responsable de la tragedia del siglo XX, continúe su destrucción apocalíptica en el XXI.

Para demostrarlo, ya somos un país con las mayores reservas en moneda extranjera del continente, pero sin alimentos, viviendas, escuelas dignas, hospitales públicos con recursos, vías de transporte funcionales, seguridad personal y jurídica, transparencia en el manejo de los dineros públicos, y con garantías ciudadanas y derechos humanos restringidos  o en trance de desaparecer.

Y lo que es peor: con un presidente de la República abusivo e invasivo, que se ha apropiado del espacio radioeléctrico para decirnos día y noche que nos lleva al paraíso terrenal.

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