Opinión Nacional

¿Qué parte de NO es la que no entiendes?

¿Qué tenemos en común la inmensa mayoría de los ciudadanos en Venezuela? Pues que queremos un país en paz, en calma, con espacio para la prosperidad, sin violencia, y sin esta gritadera insensata. Que queremos que cese este disparate de insultos e improperios a diestra y siniestra que ha convertido a este país en una gallera de la más baja ralea, acabando con la elegante sencillez que caracteriza a los venezolanos. Que creemos que el gobierno tiene que servirnos a nosotros los ciudadanos, y no al revés, nosotros los ciudadanos convertidos en siervos de la gleba del gobierno. Que queremos que en el país haya empleo, seguridad ciudadana, hospitales bien dotados y bien atendidos, escuelas, liceos y universidades de primerísimo nivel que formen a nuestros jóvenes para que se conviertan en profesionales y técnicos que puedan competir de tú a tú con cualquier profesional del mundo.

Queremos un país de gentiles, no de procaces. De honestidad, no de corruptelas y vagabunderías. De constructores, no de destructores. De sonrisas y sudor, no de lágrimas y sangre. De libertad para pensar, decir y hacer, sin exclusiones y sin peajes políticos. Queremos empresarios emprendedores y pujantes, no de vagabundos que practican aquello de ponerse “donde haiga”. Queremos productos y alimentos en los mercados, queremos poder escoger entre una variedad de oferta, y no tener que conformarnos con lo que cada vez hay menos. Queremos comprar en libertad y no pasar por procedimientos indignos y denigrantes como que nos marquen la piel.

Queremos domingos de misa, de reunion con la familia, de parrillita y sancocho, de caimanera entre panas y partida de dominó con amigos, y no de cadenas y programas de televisión interminables de un presidente que lleva casi nueve años nadando en la egolatría, y que a leco herido y destemplado lanza toda suerte de imprecaciones contra todo aquel que ose no rendirle sumisión y pleitesía.

Queremos Patria, Vida y Corazón.

Queremos instituciones que sirvan, prisiones que no sean espacios de hacinamiento, cultura que no esté bajo el comando de pobres infelices oportunistas, deporte fomentado sin exigencias de carnet partidista, diputados que no hagan coritos ridículos en el Palacio Legislativo, Gobernadores y Alcaldes que no anden por ahí siempre disfrazados de diablos, Concejales que no hagan distingos en sus constituyentes. Queremos magistrados de justicia y rectores del Poder Electoral que entiendan que su responsabilidad es para con el Estado de Derecho y la Democracia, para con el pueblo venezolano, no para con un jefazo. Queremos militares y policías que nos defiendan, no que nos pisoteen, agredan y hieran.

¿Sirve la nueva constitución a ese propósito de lograr un país digno, decente y cívico? No. Y eso lo sabe un gentío, de cualquier acera y posición, de la Capital y de provincia, de cualquier raza, género o estrato socioeconómico. Eso hace que una inmensa mayoría coincida en no querer la reforma. Algunos quieren no votar, otros quieren votar no, y abundan los que están calladitos esperando que la sensatez se imponga y la solución provenga de las instituciones, que para eso están, y no para que cada vez que veamos a magistrados y rectores del CNE, notemos que andan de costosa ropa de estreno y exhibiendo prendas y lujos.

¿Tenemos claro que a la mayoría de pueblo no le hace ni pizca de gracia la reforma? El gobierno lo sabe, bien que lo sabe, y por ello anda como loco con tantas y tan evidentes prisas y espelucamientos. Sorprende la escasa convocatoria en la concentración del domingo en la avenida Bolívar, y eso que estaba el propio “jefe”. Y uno no puede sino deplorar el discurso vergonzosamente procaz y violento del Presidente Chávez. Frases como “»Imagínense un millón de personas marchando por el Este quemando chaguaramos y palmeras. Ese millón seríamos nosotros…”, son leve muestra del talante poco democrático y bélico que caracteriza a este gobierno. Que sea su costumbre escupir semejantes frases no quiere decir en modo alguno que la Venezuela civilizada y decente se haya acostumbrado a semejante estilo, ni que vaya a acostumbrarse.

Ahora bien, si la mayoría estamos en desacuerdo con la reforma, ¿será que no encontraremos la manera eficiente, eficaz, democrática y pacifica de lograr que no pase?

En la mitad del puente tenemos que hallar el punto de encuentro. Ese punto de encuentro no está en el “yo tengo la razón”, o en “la cosa se hace como yo digo”. El punto de encuentro está en ese lugar donde con ceder un poquito cada quien significa ganar por sinergia. La unidad no es “únete a mí”; es “unámonos todos en torno a una causa”. Separados nos debilitamos todos.

El punto de encuentro es unirnos a una voz y decir: “¿Qué parte de NO es la que no entiendes?”

Construyamos el puente y caminemos hacia el punto de encuentro.

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