El Presidente Herrera
Ha fallecido un venezolano íntegro y ejemplar: Luis Herrera Campins. No sólo los socialcristianos, sino todos los venezolanos de buena voluntad que, al luchar contra el régimen protototalitario, rápidamente contrastamos el testimonio de vida de la civilidad democrática, de la que no quiso eternizarse en el poder, representada por el Presidente Herrera, con la de los prohombres del chavezato.
El Presidente Herrera muere en casa. La vivienda que pagó durante toda su vida, recibiendo apenas su pensión parlamentaria, con severos apuros económicos. Con la misma mujer de siempre. Con sus hijos. Con sus amigos, relacionados y compañeros de la causa socialcristiana.
Lo conocí personalmente cuando se acercó a nuestro grupo de muchachos, cursantes del bachillerato, en uniforme de kaki, en medio de una protesta popular por 1975, si mal no recuerdo. Muchas veces se les escapa a los historiadores, politólogos y demás especialistas, la riqueza de matices, ideas e iniciativas que acunaron en un partido pluralista como COPEI. Ya militantes de la Democracia Cristiana Venezolana, participamos en una corriente contestataria que, celebrando las coincidencias y dirimiendo democráticamente las diferencias, supimos profesar la admiración y el respeto hacia una de las personalidades más recias, auténticas e, incluso, intelectualmente profundas de la venezolanidad contemporánea. Se trata del mismo que un día compartió con los adolescentes en las inmediaciones de la Plaza El Venezolano.
No olvido en estos momentos, una circunstancia harto difícil que experimenté con motivo del vil asesinato de una de las dirigentes más connotadas del partido, dos o tres años atrás. El Presidente y el Secretario General títulares de la organización se encontraban en el exterior, cumpliendo una misión encomendada por el partido. Estaba yo como Secretario General encargado. Y creo haber afrontado el problema del homicidio y de la amenaza inminente de un allanamiento a la sede del partido, gracias a los consejos que tuvo a bien dispensarme el Presidente Herrera Campins apenas lo requerí. Muy poco se supo, entre todos mis compañeros de dirección, lo difícil que fue sortear esas dificultades, pero acaté las recomendaciones del Presidente Herrera y, al día siguiente, lo encontramos firme y sereno en una reunión del comité nacional, contribuyendo a la respuesta que dimos desde COPEI.
Fue un ejemplo de juventudes. Con quienes nos incorporamos con la ilusión extrema de fundar una sociedad comunitaria, compartía sus sabias reflexiones. De una extraordinaria tolerancia, era capaz de consensuar los planteamientos. Porque él también fue un joven inquieto, el líder estudiantil que amaneció respaldando el movimiento octubrista de 1945, entregado a la acción y al estudio constante.
Será por siempre ejemplo de juventudes. Y ojalá, las generaciones recientes se acercaran a su testimonio de vida para descubrir las exigencias de profundidad y de valor personal que supone todo compromiso político e ideológico de alcance histórico. Se trata de eso, de hacer historia.
Luis Herrera Campins hizo historia, sin dejarse atrapar en las puerilidades que tienden a predominar hoy en el medio político, mientras el resto de la sociedad venezolana demanda consecuencia, honestidad, hondura, coraje, perseverancia. Y nos toca continuar y perfeccionar el legado.