La sordera momentánea de Chávez
Fue tal el susto que se llevó Chávez con el soberano regaño que le dio el rey de España, Juan Carlos I, en la XVII Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile, que, según confesión propia, fue atacado por una sordera momentánea.
Síndrome, tanto más alarmante, cuanto que la distancia que lo separaba de la delegación española no superaba los 10 metros, se sucedía una refriega verbal a tres donde las réplicas y contrarréplicas se sucedían con perfecta coherencia y la voz del monarca se oyó tan clara e inteligible que pienso resonó aun fuera del recinto donde se celebraba la reunión.
Habían, además, monitores gigantes de televisión, equipos de sonido, cámaras y micrófonos que le daban cobertura al evento, y la admonición real, dado lo relativamente encerrado del local, es imposible, no solo que no se oyera, que no aturdiera a cualquiera que seguía los sucesos.
Y aquí es donde no me queda más remedio que admitir que quizá el comandante-presidente fue objeto del shock que por lo general paraliza al guapo que acostumbrado a padrotear, insultar y carajear a todo el mundo en el barrio, se encuentra de repente, y cuando menos lo espera, con un retador que se le para, le mira a los ojos y le dispara un upper que lo deja sin aire, groggy, a punto de desmayarse, con sordera y ceguera momentáneas, pero no por la eficacia del golpe, sino del asombro.
Momento fundamental para quienes observan la escena, que llega como una brisa refrescante de liberación, pasa rápidamente a integrarse a la mitológica del vecindario y es celebrado, en una primera instancia, con los aplausos y gritos que siguieron en Santiago al “¿Por qué no te callas? de la indignación real.
Porque después, en el paisaje urbano tradicional pasa a ser recogido en corridos, joropos, gaitas, plenas, vallenatos, alguna que otra salsa como “Pedro Navaja”, y quién sabe si hasta en algún documental o cortometraje de ficción de aquellos que abundaban en los comienzos del siempre incipiente cine nacional.
Aunque ahora un incidente tal es más bien registro de la magia del cyberspacio, que casi instantáneamente se desparrama en cientos de accesos como los que hoy trae Youtube para que los internautas se solacen e inspiren en una ola infinita de versiones que ya se deben contar de a miles.
Pero detalles mediáticos aparte, es evidente que la sordera momentánea del comandante-presidente le agrega otro ingrediente de desconcierto, caos y escándalo al ya convulsionado ambiente político nacional, porque ¿qué tal, si como desea y pide a gritos, una noche cualquiera se produce la temida invasión gringa y en vez del “¿Por qué no te callas”, el comandante-presidente se despierta con el estruendo infernal de veintenas de cazas Awacs, F-14 Tomcats, F-21 y F-23 surcando el cielo caraqueño y dejando la visión apocalíptica que aun recuerdan con horror todos los que han tenido la desgracia de sufrir y contar sus efectos?
Pues que seguramente el comandante-presidente será víctima, no solo de sordera, sino de ceguera momentánea, y de tartamudez, mal de Parkinson, de Alzhheimer y de todo lo que en sentido clínico puede producirle un estado catatónico que lo despida, aunque sea por horas, o quizá días, de este mundo.
Y después, me pregunto ¿saldrá el comandante-presidente a decir que estaba tan dormido que no oyó nada, o que como había una final Caracas-Magallanes pensó que el equipo ganador celebraba el triunfo con una andanada de fuegos artificiales, o que como había mucho ruido en los alrededores de Miraflores o de La Casona no le pasó por la mente que la agresión de sus archienemigos estaba en movimiento y trance de concretarse?
Quién sabe…que todo puede esperarse del hombre que no oyó las palabras del rey Juan Carlos, y como los guapos que gritan “agárrenme porque si no le parto cara”, dice ahora que “Si las hubiera oído, lo habría mandado a lavarse ese paltó”.
O sea, que, “Tarde piaste pajarito”, para recordar el recién fallecido presidente, Luís Herrera.