J. V. Rangel, ¿por qué no te callas?
No es primera vez que J.V. Rangel, político de muy merecida fama, hombre que ha logrado un estándar de vida que no se logra ni con la abogacía, a no ser que él sea experto en algo y, no lo es; tampoco se logra dinero ni riqueza con el periodismo y si es del malo peor, ni con esculturas que jamás serán exhibidas en un museo serio.
J.V. Rangel, quien en el pasado fuera salvador de unos de los presidentes acusados de corrupción, con un voto que nadie logró entender pues traicionó su supuesta línea revolucionaria; un hombre que logró hacerse una imagen como denunciador profesional de negociados militares, terminó su carrera política, la terminó como Vicepresidente de la República, a dedo, sin tener otro mérito que su genuflexión con el Poder, desde un tiempo a esta parte, no sé si para agradar a su amo o para obtener un puesto en el combate por la libertad de la cual no cree y ha tenido ocho años para demostrarlo, así como ha tenido ocho años para demostrar que nunca realmente combatió la corrupción y menos la inmoralidad y falta de ética política en su entorno, se ha tornado en una especie de sacristán que quiere enseñarle a hacer misa al señor cura.
Este hombrecito, que parece no aprendió nada al estudiar con los curas, se las da de asesor ad-honorem, de la oposición venezolana. Está pontificando sobre formulas y modelos opositores porque según él la oposición que busca salvar al país del caos fascista del cual él es uno de su gurúes, no está haciendo su trabajo bien. Como yo no soy quien para aconsejar a un hombre más viejo y cazurro que yo, solamente me inclinaría por decirle Rangel ¡Cállate! ¿Cual es tu problema si la oposición lo hace mal si tú eres gobierno? Más bien eso debería alegrarte ¿o también saltarás la talanquera? – Rangel ¡cállate! por Dios o pásate de una vez a la oposición para ver si pronto agarras un nuevo puesto en donde “haiga” como dicen ustedes los “robolucionarios”. Total, es histórico que cuando se hunde el barco los primeros en abandonarlo son las ratas… ¡Cállate! Que me desesperas, diría el Kiko del Chavo del Ocho…