Opinión Nacional

El síndrome de babel

Desde que fue mencionada en la Biblia, la Torre de Babel, se ha convertido en una alegoría de quienes son castigados con la incomunicación y con la imposibilidad de lograr fines comunes por querer, de manera individual alcanzar objetivos sin tomar en cuenta el criterio de sus semejantes en una transacción cuyo resultado sea el que todos ganemos.

En Venezuela lo que se denomina como oposición al castro comunismo chavista sufre del Síndrome de Babel pues la domina la incoherencia y la confusión. A pesar de los esfuerzos realizados por algunos, nosotros entre ellos, por lograr una unidad de acción y de propósitos, cada factor actúa según sus propios intereses ante la coyuntura que enfrentamos.

Los dos grandes sectores, abstencionista y votantes, en que se fractura la oposición venezolana ante el referendo que juzgara el futuro de las actuales y nuevas generaciones, solo se ven unidos en el acaecer pero no en los procedimientos, motivaciones e intereses. Lo más triste del caso es que, según las encuestas más serias, los que nos oponemos a la reforma somos mayoría aplastante sobre quienes la aprobarían. Además el Chavismo luce golpeado tanto interna como internacionalmente, tanto que el PSUV no aparece entre los postulantes del «SI», lo que evidencia su crisis interna que se hace igualmente patente en las continuas disidencias individuales y grupales que sufre.

La gama abstencionista se divide es variadas categorías. Desde la que promete acciones de confrontación directa hasta la de quienes simplemente no votaran y se quedaran en su casa o se marcharan de paseo. El sector de votantes se integra con factores que pretenden crecer en la contienda y mejorar de estatus organizativo, pasando por los que votan para no ser identificados como disidentes al régimen, hasta los que dicen hacerlo por convicción democrática de que el voto, pese al fraude esperado, es un deber democrático que debe cumplirse para después pedir respeto a su voto. Hay hasta quienes justifican su posición de ir a votar pensando en las venideras elecciones de gobernadores y alcaldes. Hay quienes aseveran que lo actual es mejor que cualquier sorpresa que estructure nuevos sectores de poder distintos a los que hacen esta afirmación.

En estas condiciones, sin ponerse de acuerdo en una unidad de acción y de propósitos, sumando a ello la parafernalia electrónica que convierte al acto electoral en una caja negra inauditable, tendremos Socialismo del Siglo XXI para rato, pues hay pocas esperanzas después del «NO». Chávez no nos derrotara, nos derrotaremos nosotros mismos.

Hay muchos que opinamos que vale la pena hacer un esfuerzo para salir del Síndrome de Babel e intentar nuevamente una plataforma unitaria sin agendas ocultas que motivada por un equipo de importantes demócratas desprendidos de intereses personales y no comprometidos con ninguna organización política, nos ayude a salir del caos improductivo en que nos encontramos.

El pueblo, los ciudadanos productivos y la fuerza armada, tan golpeada por la reforma y el acontecer, desean una disidencia unida para no darnos los venezolanos este castigo de navidad. A unirnos es el llamado, no dejemos solos a los jóvenes, ellos avanzan y avanzarían más si todos nos uniéramos en tácticas y estrategias coherentes.

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