No a la estupídez abstencionista
Fui uno de quienes ardorosamente defendió la tesis de la abstención en las pasadas elecciones parlamentarias, no lo hacía porque tuviese dudas de la pulcritud del proceso o de la honorabilidad de los directivos del Consejo Nacional Electoral. Sabía perfectamente que habían y aun hoy las hay, miles de tracalerías y que los rectores del Poder Electoral pertenecían y pertenecen en su casi totalidad, al segmento mas desvergonzado, indigno y servil de la población venezolana en toda su historia, al igual que sus pares de los otros Poderes Públicos. Pero yo no creo en fraudes perfectos. El fraude sólo puede perfeccionarse con la aquiescencia y la aprobación directa o indirecta del defraudado. Me abstuve en ese proceso, no para pretender deslegitimar al golpista y fascista del 4F. lo hice para rechazar la estupidez y el colaboracionismo de los partidos de oposición, incapaces de ponerse de acuerdo en presentar unas listas de consenso, integradas por venezolanos honorables y respetables. Ellos se empeñaron en postular varias listas, conformadas fundamentalmente o con personajes detestables o por activistas políticos mediocres, que no podían resultarle atractivos al electorado opuesto a la pérdida de las libertades y los derechos democráticos. Mi abstención, y lo preconizaba, era dirigida a darle una lección a las mineralizadas direcciones nacionales y regionales de los partidos. Quería castigar no a Chávez, sino a quienes con sus actitudes erróneas lo atornillaban en el poder. En el proceso presidencial siguiente, no sólo participé, sino que serví de testigo en un remoto centro electoral, ubicado en una de las zonas más marginales de la ciudad en la que habito. Estuve hasta el final. Y no recibí el más mínimo apoyo ni antes, ni durante, ni después de las elecciones. Aun hoy espero una palabra de aliento, no un reconocimiento ni un agradecimiento, solo una mínima atención de cortesía del partido “Un nuevo tiempo”, al cual, sin ser miembro de él, representé. Este es un detalle, que nos da luces de la falta absoluta de capacidades y aptitudes políticas, de estrategia y táctica y de un mínimo de sentido común, de quienes aspiran liderizar la oposición.
En ésta oportunidad, el referendo sobre la ilegítima e inconstitucional reforma, donde Chávez, para homologarse con su ídolo Adolfo Hitler, pretende instaurar una dictadura constitucional, estamos obligados a tomar una actitud y una posición decididamente activa. Ya que parece que nuestros juristas y constitucionalistas se declaran incapaces de anular mediante procedimientos legales nacional e internacionalmente el fraude que contra la Constitución y los Tratados Internacionales de Derechos Humanos suscritos por Venezuela quiere consumar el régimen, nos corresponde a todos y a cada uno de los venezolanos actuar con todos los medios a nuestro alcance para evitar que una noche negra de tiranía y despotismo se cierna sobre Venezuela. A quienes, con una ceguera y estulticia incurables quieren favorecer al gobierno, llamando a la abstención, debe llegarles el momento de ser juzgados por traición a la patria y a la democracia. Con nuestra participación no estamos cohonestando los vicios e iniquidades que la delincuencial camarilla que copa los Poderes Públicos comete. Muy por el contrario, los obligamos a que para poder proclamarse ganadores, deben verse obligados a consumar el fraude electoral y a dejar todas las huellas y pruebas necesarias para desmontarlo. Por primera vez, en el rosario de elecciones que hemos tenido desde el 98, las cosas no están tan fáciles para el Teniente coronel golpista y fascista. Si el pretende emular al Pérez Jiménez de finales del 57, debemos responderle con el mismo vigor que el bravo pueblo venezolano demostró inmediatamente, haciendo huir al tirano treinta y cinco días después del fraude plebiscitario. En éstos casos, la insurrección es un derecho y un deber. El NO debe ser nuestra insignia, y el primer NO debe ser para la estupidez abstencionista.