Opinión Nacional

Revolución espectacular

La revolución bolivariana o chavista es indudablemente espectacular, una calificación que no puede vincularse con lo espléndido, mucho menos con la grandeza. Todo lo contrario.

Lo espectacular –según el Diccionario de la Lengua Española- es algo que tiene caracteres propios de espectáculo público. Una función o diversión pública celebrada en un teatro, en un circo o en cualquier otro edificio o lugar en que se congregue la gente para presenciarla. Acción que causa escándalo o grande extrañeza.

Los espectáculos dados por el Presidente en Santiago, en Riyadh, en Paris, en Caracas, así como los de sus seguidores en San Cristóbal o en cualquier parte del país y del mundo, muestran la espectacularidad de la revolución chavista.

En Santiago de Chile el escándalo fue real desde todo punto de vista: auténtico y monárquico. En la Cumbre de Riyadh, el show dado junto al demócrata iraní y a su discípulo Correa, concluyó con el contundente rechazo a los disparates propuestos por el trío fundamentalista. La escena en Paris, en el marco de la frustrada acción mediadora que pretendía ejercer para la liberación de Ingrid Betancourt, fue igualmente espectacular. La mentira, como elemento constitutivo de esta espectacularidad, le dio un particular toque a la escena ante el presidente y el pueblo franceses. Un engaño de forma: Ninguna prueba seria, solo boconerías. A la vez, un escandaloso engaño de fondo. Detrás de la liberación de Ingrid Betancourt estaba el reconocimiento y el apoyo a la guerrilla, en perjuicio de la seguridad democrática de Colombia, como lo afirmara con razón el Gobierno de Uribe, advertido desde hace tiempo de los fines ocultos de la “acción humanitaria” de Caracas.

La política exterior del régimen es también espectacular, es decir, escandalosa. El intento de “albanización” en algunos países, entre ellos Perú, en donde se discute la extraña presencia y acción del régimen venezolano y la injerencia en las relaciones Chile/Bolivia, exigiendo la salida al mar de los bolivianos, lo que le costó una reprimenda muy seria de la Presidenta Bachelet, son algunas de las muchas muestras de la espectacularidad chavista.

A título personal, a la brava, el Presidente Chávez “congela” escandalosamente las relaciones con Colombia y con España, a la vez que amenaza a sus empresas y a su gente. La respuesta del Ministro español Moratinos y su explicación ante la opinión pública y los medios políticos españoles, especialmente en momentos en que se inicia la campaña electoral en ese país, serán muy interesantes.

El espectáculo no es solamente en el escenario internacional. Los venezolanos también sufrimos de la espectacularidad directa del régimen chavista. Un espectáculo denigrante, humillante, que subestima al venezolano, es el escandaloso reparto de comida al pueblo a través de MERCAL que, como dice el Ministro responsable, no fue concebido para todos –la versión alimenticia del tasconismo- como lo son también las fracasadas misiones, taquillas sin control creadas para repartir irresponsablemente los recursos del país que se agotan, junto a la paciencia de los venezolanos.

También resulta escandalosa la agresión pública de la señora Varela, al periodista Azócar, como lo vimos todos y lo reseñaron, con los comentarios del caso, los medios internacionales que mostraban el lado “bonito” y “pacífico” de la revolución chavista. Pero mucho más espectacular fueron las declaraciones de funcionarios y periodistas del régimen. Las felicitaciones y el apoyo del Vicepresidente Rodríguez a la valiente diputada tachirense van más allá de lo llamativo. Ni hablar de las escandalosas expresiones del periodismo oficialista.

La mentira es el elemento constitutivo más espectacular de la revolución chavista. En base a ella, aquí y allá, el régimen ha tratado de vender un proyecto falaz. Ante la destrucción del país que se intenta con el proyecto de “reforma” constitucional, en relación con el cual el 75 por ciento de los venezolanos dirá NO el próximo 2 de diciembre, recordamos lo dicho por Octavio Paz: “La mentira se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente. El daño ha sido incalculable y alcanza zonas muy profundas de nuestro ser… de ahí que la lucha contra la mentira oficial y constitucional sea el primer paso de toda tentativa de reforma.”

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