No a la reforma, no a la quimera revolucionaria
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Quien intente analizar el proceso político Venezolano contemporáneo se topara con un fenómeno complicado, multiforme e irregular que agrupa intereses, cultura, ideología, fanatismo, vicios, frustración e ilusión. El proceso político venezolano de la última década del siglo XX y la primera década del siglo XXI posee en una década una concentración importante de fenómenos, hechos y variables que es preciso tratar de estudiar y analizarlas integralmente para tratar de entender los traspiés reiterados y la vocación y voracidad de poder que define al Chavismo en el poder entre diciembre de 1998 y diciembre de 2007.
En el trajinar y puesta en práctica de esta suerte de experimento de implantar una revolución y proceso de cambio en Venezuela, el cual se inicia formalmente con la elección emotiva y borrascosa de Hugo Chávez el 06 de diciembre de 1998, y que se intenta profundizar con la promulgación de la Constitución Bolivariana de Venezuela aprobada el 15 de diciembre de 1999, y posteriormente encontraríamos la vocación brusca de forzar la historia, la tradición y la consciencia histórica con el Proyecto de Reforma Constitución presentada por el Presidente Chávez ante la Asamblea Nacional el pasado 15 de agosto de 2007.
Hoy a escasos días de correspondernos a los venezolanos decidir el futuro inmediato del país, de nuestra sociedad y de cada uno y de todos los venezolanos, no nos queda la menor duda que en la concepción del presidente Chávez aparte de no ser democrática, es ciertamente reaccionaria. La propuesta del Presidente de La República (Bloque A) y la propuesta de la Asamblea Nacional (Bloque B) que trata de venderse y confundirse con una “Reforma Constitucional”, es sin lugar a dudas, una Nueva Constitución, que propone un nuevo Estado, una nueva arquitectura y estructura de Estado, una sociedad, Estado y economía definida con exclusividad como “socialista”, altear la distribución funcional y espacial del poder, además de limitar y en otros casos conculcar, derechos reconocidos desde nuestra primera Constitución de 1811. Además, la nulidad de la misma radica en la forma irregular, ilegal e ilegitima en el procedimiento y en el proceso empleado por Chávez y por la Asamblea Nacional para transformarla.
Hoy se nos vende la ilusión, el fraude, el engaño y la quimera revolucionaria de que con la aprobación de la reforma el país cambiara, el presidente podrá gobernar con mayor eficiencia, y se le pondrá fin a la miseria, a la inflación, al desempleo, el desabastecimiento, se acabara la inseguridad y todos los venezolanos seremos felices, nada más estúpido y distante de la realidad que tal afirmación.
Los venezolanos cuerdos, sensatos y con un mínimo de responsabilidad, no podemos avalar tal burdo golpe de Estado a la democracia, a los derechos, y a la propia Constitución Bolivariana de Venezuela de 1999, porque repetimos, la propuesta de Chávez y la de la Asamblea Nacional, ambas fueron concebidas desconociendo los procedimientos y canales legales, regulares y legítimos contemplados en la Constitución Bolivariana de Venezuela vigente todavía.
En conclusión, si hacemos una análisis aunque sea superficial, nos daremos cuenta que lo que define el quehacer de la revolución y el llamado proceso, es aparte de una categórica ineficiencia y corrupción, una manifiesta y sostenida vocación de voracidad y de búsqueda de mayor concentración de poder en manos del Presidente de la República quien en uno de los artículos no sólo elevó el periodo de gobierno a 7 años, sino además, propone una reelección indefinida o continua. En fin, sobran los elementos de peso, de contenido y de forma para rechazar enérgicamente el próximo domingo 2 de diciembre de 2007 la pretensión de conculcar libertades, destruir el Estado de Derechos y acabar con la democracia. Frente a la quimera revolucionaria que socaba, corroe y devora todo a su paso VOTA NO.
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(*) Profesor de la Universidad de Los Andes
