Causas del desprestigio militar
La trascendente polémica surgida en la opinión pública, con motivo de la aprobación por el ministro de la Defensa de la resolución 008610 del 27 de enero de 2015, debería hacer reflexionar a los miembros de la Fuerza Armada Nacional sobre las causas del amplio deterioro que ha venido sufriendo el prestigio de nuestra Institución. Las opiniones contrarias a la resolución señalan, con razón, que constitucionalmente los ciudadanos tienen derecho a manifestar pacíficamente, prohibiéndose el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas en el control de estas manifestaciones. Las pocas voces que, sin ser chavistas, han defendido su contenido lo hacen con la esperanza de que esa resolución no esté orientada a la represión de manifestaciones pacíficas sino que en realidad busca poder enfrentar legalmente a grupos armados, mal llamados colectivos, en una compleja situación de violencia que se podría producir en Venezuela como consecuencia del desgobierno de Nicolás Maduro.
En verdad, la actuación de la Guardia Nacional en el control del orden público tiene, a mi criterio, un problema fundamental. La Constitución Nacional establece, en su artículo 332, que esta acción debe ser ejecutada por cuerpos policiales bajo responsabilidad de la autoridad civil. De igual manera, esa misma orientación se mantiene en el artículo 328 al establecer que la Fuerza Armada Nacional sólo “cooperará en el mantenimiento del orden interno”. Lamentablemente, la Guardia Nacional durante estos ya largos años de “gobierno revolucionario” ha sido empleada, sin haber sido desbordada la policía civil por hechos de suma gravedad, con la finalidad de atemorizar a la ciudadanía. Un ejemplo realmente doloroso fue el asesinato por un guardia nacional, en la ciudad de Valencia, de la estudiante Geraldine Moreno Orozco, a quien, sin ninguna justificación, se le disparó en el suelo, destruyéndole la cara y causándole la muerte.
Esta realidad se ha agravado como consecuencia de la equivocada conducción de la Fuerza Armada Nacional durante estos años. Veamos: es inaceptable, que los mandos no hayan valorado el grave perjuicio que produce en el prestigio de la Fuerza Armada esa absurda tesis de “la unión cívico militar”. Vincular activamente a nuestra Institución con la acción de un gobierno en particular la hace responsable ante la historia de sus grandes errores. Actualmente, Venezuela enfrenta una grave crisis nacional. No es fácil de justificar que este gobierno, en medio de altos ingresos petrolero, se haya visto en la necesidad de contratar una deuda externa que sobrepasa los 120 mil millones de dólares, generando una debacle económica que se expresa en inflación, escasez y pobreza. Es verdad, que la caída del precio del petróleo contribuye a su agravamiento, pero una mínima lógica económica obligaba a prever esta circunstancia, la cual se ha repetido permanentemente en nuestra historia.
Otro de los graves errores cometidos por los mandos de la Fuerza Armada ha sido permitir la presencia de oficiales activos en innumerables cargos civiles en la administración pública. Esta decisión, ha tenido tres delicadas consecuencias. La primera, un importante impacto en la opinión pública al observar los venezolanos un inexplicable enriquecimiento de esos funcionarios. Los casos de los tenientes Rafael Isea y Alejandro Andrade han sido escandalosos por la gravedad de los hechos que se le señalan, las altas funciones financieras que ejercieron y su estrecha amistad con Hugo Chávez. La segunda, debilitar el profesionalismo militar al evidenciarse que el ejercicio de las funciones civiles permite alcanzar elevados grados y posteriormente ocupar importantes cargos en la estructura militar. Tercero, comprometer ampliamente el cumplimiento de la misión de nuestra organización al mantener un elevado número de cuadros militares en cargos de la administración pública.
La conducción de la Fuerza Armada requiere de una profunda rectificación. De no hacerse, su destino seguirá comprometido. No es la primera vez en nuestra historia que hemos tenido que enfrentar adversas circunstancias en la opinión pública. Una de ellas fue el final de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. En sus discursos siempre mantuvo que gobernaba a nombre de las Fuerzas Armadas. Su intento continuista produjo un profundo descontento nacional, el cual fue interpretado por las Fuerzas Armadas que lo obligaron a abandonar el país. Este gesto fortaleció nuestro prestigio. Lamentablemente, los intentos golpistas del 23 de julio y del 7 de septiembre de 1958 reprodujeron el rechazo en contra de las Fuerzas Armadas. Por suerte, los jefes militares de ese tiempo tuvieron el liderazgo y la autoridad moral para transformar a las Fuerzas Armadas en una institución comprometida con trascendentes valores militares y subordinada al poder civil. Esa posición la mantuvimos por cuarenta años. Nos transformamos, con la Iglesia Católica, en una de las dos instituciones más respetadas por los venezolanos…
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