Reconciliación: la palabra mágica
Para nadie es un secreto que existe una necesidad inmensa de reconciliación entre los venezolanos para acabar con el odio, la violencia, la discriminación y la guerra fría que nos hacen cada vez más cercanos a confrontaciones de mayor envergadura.
Los enemigos de la reconciliación dependen de la permanente agresión para subsistir en sus posiciones de poder azuzando los instintos más bajos del ser humano con relación a sus semejantes. Es una especie de locura paranoica que les hace pensar que si no agreden no subsisten.
Los que pregonamos la necesaria reconciliación como una palabra mágica para la reconstrucción de esperanzas y la búsqueda del éxito, hemos aprendido, en los momentos difíciles, que la unidad ha dado los resultados esperados. Ha sido una reconciliación que ha superado el fuego amigo permitiendo que fundadas aversiones se sepulten en aras de objetivos superiores.
Son voces publicas los rechazos existentes ante quienes utilizan la bandera de la reconciliación en beneficio de posiciones avasallantes apuntaladas en los recursos que manejan desde gobernaciones y alcaldías. Hay fundadas razones para asumir esa posición marcada por la imposibilidad de equiparar fuerzas ante quien se maneja bajo el lema de que el pez grande se come al más chico.
Presenciamos manifestaciones de poder mediante cohetazos, monopolio en los medios de comunicación, movilizaciones para demostrar que se tiene poder abusando de recursos generados dentro y fuera del país. Ello hace odiosos a quienes practican esos métodos con pretensiones infructuosamente hegemónicas que los condenan progresivamente a una soledad que nos perjudica a todos. Hay quien declara que la reconciliación es necesaria pero hace todo lo contrario de lo que se precisa para lograrla.
Desde nuestra pequeña fortaleza creemos que existen motivaciones y necesidades reales que nos obligan a poner la otra mejilla en espera de que eso sectores comprendan que con esas conductas amplían la brecha que estamos empreñados en superar.
Este no en el momento de la política, en minúscula, es el tiempo de la reconciliación entre quienes queremos una Venezuela mejor, es el ciclo en el cual debe brillar la sinceridad que nos permita hermanarnos en la búsqueda del objetivo para poder alcanzarlo.
Si no lo hacemos fracasaremos en las próximas acciones que están por venir. Separados en dos o tres bloques alcanzaremos una derrota que nos quitara toda oportunidad futura y ello depende mas que de nosotros de quienes tuvieron la oportunidad, que le dimos todos, de hacerse poderosos y perdurar como tales sin evidencia de un apoyo real que les permita comprobar que realmente lo son. En las venideras oportunidades un simple e individual apoyo será definitorio.
Sean estas fechas propicias para generar una verdadera reconciliación hacia afuera y hacia adentro.