Ya no se puede intentar elegir a un mesías, hay que votar por el animal político de Aristóteles, pero redefinido por Charles Darwin
It has been said that democracy is the worst form of government except for all the others that have been tried.
[Se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno; exceptuando a todas las otras que han sido intentadas]Sir Winston Churchill
Debido a la generalizada creencia en el Mundo Occidental y Musulmán de que “el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios”—quien; añaden las creencias—está caracterizado por un inconmensurable amor hacia su pueblo, en los países que eligen a sus gobernantes mediante el voto, los electores han estado escogiendo entre los candidatos a quien ellos perciben que será el mejor “Mesías Salvador”; así como siguiendo la creencia del filósofo griego; Aristóteles, quien dijo:
Si las primeras formas de la sociedad son naturales, también lo es el Estado, porque es el objetivo de ellas, y la naturaleza de una cosa es su objetivo. Porque a lo que cada cosa es cuando está completamente desarrollada, nosotros lo llamamos su naturaleza… En consecuencia, es evidente que el Estado es una creación de la naturaleza, y que el hombre es por naturaleza un animal político
Aristóteles
Y si recordamos que “política”, al ser el arte de gobernar o de administrar la cosa pública; ésta es en esencia, la búsqueda del bien común, y consecuentemente vemos como las concepciones religiosas y aristotélicas, presumen que todo gobernante—por naturaleza y por su esencia divina—siempre actuará por el bien de sus gobernados.
Sin embargo, la historia—y el presente—están colmadas de ejemplos que ilustran que los gobernantes pueden ser capaces—y lo son—extremadamente crueles, y gobernar totalmente de espaldas a sus gobernados, pensando únicamente en sus propios intereses.
Y esa realidad no tiene nada de nueva, porque muchos han trabajado afanosamente en buscarle soluciones—y desde hace siglos; los filósofos franceses Charles Louis de Secondat; Barón de La Brède y de Montesquieu y Jean Jacques Rousseau, diseñaron la mejor solución que el ser humano ha encontrado hasta el presente, para lograr que el animal político de Aristóteles—y el ser humano creado a imagen y semejanza de Dios—realmente se comporte como los electores desean: en beneficio de toda la comunidad. Esa solución, es la descrita arriba por el estadista británico; Sir Winston Churchill: la democracia.
Sin embargo; además, no debemos guiarnos por las abundantes simplificaciones de lo que es una democracia, sino asegurarnos de que cada una de las fibras de su muy compleja trama esté funcionando como debe ser—comenzando por las recomendaciones de Montesquieu y Rousseau: de que el poder público, esté real y efectivamente dividido en tres ramas autónomas, independientes—e igualmente poderosas: Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial.
Porque la civilización—como nos enseñó el filósofo español; José Ortega y Gasset, no es natural, como creía Aristóteles, sino un artificio, que necesita de un artesano que la cuide [el ciudadano]—es decir, que la esté vigilando constantemente—como una madre que no quita ninguno de sus seis sentidos (vista, oído, tacto, gusto, olfato e intuición) de su bebé, porque si la madre ó el ser humano se descuidan—nos dijo Ortega y Gasset—como si levantásemos un tapiz—la civilización desaparece e instantáneamente reaparece repristinada la selva primitiva—que sí es naturaleza, y se mantiene por sí sola; a sí misma, sin necesidad de que nadie la vigile.
¿No son precisamente—las consecuencias de no vigilar a nuestra civilización—lo que estamos padeciendo actualmente los venezolanos?: ¿el intento de entronización de una monarquía absoluta que elimina la división de los poderes públicos de Rousseau y Montesquieu—en un ambiente donde se ve por doquier reapareciendo a la selva primitiva?
También debemos darnos cuenta que Aristóteles nunca pensó que el ser humano fuese realmente un animal, cuando lo describió como un animal político, porque su concepción del ser humano no era muy diferente a la concepción mantenida por las creencias religiosas que surgieron en el mundo antes de su época (judaísmo) o en épocas posteriores a él (cristianismo e islam). Porque Aristóteles; creía que toda forma de vida poseía en su interior una fuerza vital—una “entelequia” que gobernaba a su naturaleza, a la que él llamó anima (alma), distinguiendo tres clases de ánimas: el alma vegetal que gobernaba la naturaleza de las plantas; el alma animal, que gobernaba la naturaleza de los animales; y el alma racional, que gobernaba la naturaleza de los seres humanos.
Y es en este punto cuando podemos comprender el extenso e intenso alcance del hallazgo del naturalista británico Charles Darwin sobre la política: la evolución, expuesta al mundo en su magistral obra titulada: On the Origins of Species by means of Natural Selection [Sobre el Origen de las Especies por medio de la Selección Natural], cuyo contenido es hoy en día mejor conocido como La Teoría de la Evolución—actualmente la más fundamental e incontrovertible de las teorías científicas que explican el origen; la existencia, y el comportamiento de todas las formas de vida existentes en nuestro planeta.
La Teoría de la Evolución estableció el marco de referencia que permitió posteriormente comprobar científicamente que el ser humano es un animal—y no sólo en el sentido parabólico que usó Aristóteles—y que niegan las creencias religiosas aludidas arriba, sino que efectivamente, con el nombre de Homo sapiens sapiens [así con el sapiens repetido], el ser humano es realmente una especie de mamífero perteneciente a la familia Hominidae en la que se agrupa a los grandes simios que además del ser humano incluye a los gorilas, a los orangutanes, a los chimpancés y a los bonobos.
Y los más recientes avances en el campo de las ciencias biológicas y genéticas [especialmente la identificación hasta el nivel molecular de los genomas del ser humano y del chimpancé]—han comprobado que los chimpancés, los bonobos y los seres humanos son idénticos genéticamente, en un 96,1 %—lo que para la política quiere decir que todo ser humano que se postula como candidato—o es designado para ocupar un cargo público—es potencialmente y naturalmente capaz de perpetrar todas las “bestialidades” de las que son capaces los chimpancés y los bonobos—y más importantemente: que también son naturalmente capaces de violar cualquiera de las normas de convivencia civilizada que haya establecido cualquier sociedad humana—y que la “moral” y la “ética” tan defendidas por todas las creencias religiosas, no constituyen impedimento para que cualquier ser humano se comporte como un chimpancé—lo que es dolorosa y patéticamente demostrado por la larga lista de sacerdotes pederastas, y la aún más larga lista de otros seres humanos que han perpetrado todo tipo de faltas y delitos en todas las sociedades—sin excepción.
Tangencialmente; los hallazgos científicos citados en el párrafo anterior, son una muy fuerte indicación de que los programas destinados a “rehabilitar” a los delincuentes para “reinsertarlos en la sociedad”, están condenados al fracaso—con muy raras excepciones que inevitablemente existirán, debido al también hallazgo científico de que cada ser humano es único—sin duplicado—como lo han demostrado por siglos las huellas digitales y más recientemente el ADN—ni siquiera los gemelos idénticos son “iguales”—ya que la personalidad de cada individuo es construida aproximadamente en un 50 % por los genes y en otro 50 % por el ambiente (crianza, educación, ambiente familiar, amistades, etc.).
Y la conclusión final es; en consecuencia, que para que la mejor forma de gobierno que hasta ahora ha diseñado el ser humano (la democracia), pueda existir, los ciudadanos deben impedir que se regrese a la concentración de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, en una sola institución o persona; que deben estar permanentemente vigilantes para que los funcionarios públicos no se comporten como chimpancés—tarea llevada a cabo más eficientemente por una prensa libre—y una feroz defensa de los derechos humanos—todo ello basado en una educación—a todos los niveles—que enfatice el conocimiento científico—y que para esto último pueda ser logrado es necesario que la religión—cualquier religión—mientras debe ser permitida su libre existencia, debe estar tajantemente separada del poder y la educación públicas (aquella que es financiada con dinero público).