Comenzó la guerra
Las declaraciones de John Walters, el zar antidroga de los Estados Unidos, denunciando la colaboración del gobierno de Venezuela en el tráfico mundial de drogas, abre otro grave frente a la guerra soterrada con que Colombia, los Estados Unidos y, todavía en sordina pero con manifiesta agresividad, otros países de la región y Europa, como Perú y España, han respondido a la campaña internacional montada por Hugo Chávez para intentar despertar cierto consenso interno y alinear tras sus banderas a sus potenciales aliados. Al aspecto político militar ya se había referido recientemente, y también desde Bogotá, el Jefe máximo del Comando Sur. Sólo falta un pronunciamiento del Capitolio para terminar de alinear todas las fuerzas estadounidenses contra Hugo Chávez. Sin que hasta ahora el presidente Bush o cualquier otro miembro de su gabinete hayan hecho la menor mención pública al problema Chávez. Prueba del cuidado con que se despliega una estrategia letal para las pretensiones hegemónicas de Hugo Chávez. Sin que nadie lo haya empujado a hacerlo, se ha registrado motu proprio en el libro negro de las narcoguerrillas y el tráfico de estupefacientes. Está a un paso de ser considerado el jefe máximo de un gobierno forajido.
Todos estos hechos se agravan ante el desarrollo de la causa que se le sigue a los implicados en el caso del maletín en una corte de La Florida. Caso que revelará sin duda una escandalosa red de influencias, injerencias y corruptelas manejadas desde Miraflores, que implican a varios gobiernos y personalidades de la región. Hugo Chávez, probablemente sin tener plena conciencia de lo que está haciendo, comienza a arrastrar a la izquierda latinoamericana a una verdadera hecatombe. Y a su gobierno a un callejón sin salida.
Al parecer, Hugo Chávez ha traspasado hace mucho tiempo la raya amarilla de lo tolerable y acuciado por los graves conflictos internos que se avecinan ha clausurado todas las puertas de salida. Su disposición a quemar las naves lo sitúa en el tristemente célebre sitial de los políticos que se entregaron a las llamas empujados por sus más íntimas pulsiones. Sin encontrar, al momento de hacerlo, la solidaridad de nadie. Es demasiado joven como para aspirar a un noble envejecimiento como el que sobrelleva Fidel Castro, cargando su bolsa con heces tan elegantemente como se lo permite la vejez. Chávez apenas ha cruzado el medio siglo. Le quedan muchos años por delante, si no trunca su vida empujado por la adversidad que ya parece inevitable.
Ha llegado a la hora cero: aquella en que debe decidir tajantemente si frena su loca carrera hacia el abismo, salva lo mucho que aún tiene por salvar y se retira ordenadamente del escenario para adecuarse al futuro, o si ciego y sordo ante el destino se lanza de cabeza a las llamas y termina su carrera política de manera tan abrupta y violenta como la comenzara. Ello se está decidiendo ahora mismo. En este año 2008. El año en que de seguir por la senda que lleva lo verá apartado para siempre del Poder.