Opinión Nacional

“Ingreso a la Universidad”

Hay confrontación por el sistema de ingreso a la educación superior. Problema amplio y complejo cuyas soluciones son bloqueadas por la descalificación, el fanatismo, la rutina, la demagogia y el voluntarismo decretista. Empecemos por reconocer la realidad expresada en números.

La educación superior venezolana en estos 50 años de democracia ha pasado de unos nueve mil estudiantes a cerca de millón y medio. En consecuencia, se han multiplicado el patrimonio humano, las instalaciones y la dotación. Pero hay enfermedades estructurales acumuladas y nuevos aportes: el peso significativo de las universidades privadas y de los institutos de carreras cortas; el empobrecimiento financiero de las universidades oficiales; las carencias de preparación y financieras de cientos de miles de bachilleres y el déficit de oportunidades para ellos. Por eso, hoy “ingreso a la universidad” no es tal, sino acceso variado a diversas ofertas de educación superior.

Universidades privadas e institutos de carreras cortas. En enero de 1958 no había un solo graduado en universidades privadas venezolanas. En contraste, más de la mitad de los graduados en 2004 (53.056 de 101.284) lo hicieron en instituciones privadas.

Hoy no se puede hablar de sólo universidades, ni de estudios financiados íntegramente por el presupuesto oficial, sino de un variado sistema de educación superior con 170 instituciones, 96 privadas y 74 oficiales, (hoy serán ya más de 200), de las que 51 son universidades y 119 instituciones y colegios universitarios para carreras cortas (datos oficiales de 2006). En el conjunto de las instituciones privadas superiores hay 600.000 estudiantes.

La capacidad normal de toda la educación superior para recibir nuevos estudiantes no llega ni a la mitad de los 490.000 aspirantes de 2007 (según fuentes oficiales).

Para no dejar en la calle a cientos de miles de jóvenes aspirantes necesitamos honestidad crítica, audacia creativa y sensatez realista. En el Ministerio de Educación Superior, en la OPSU y en el CNU, hay gente que comprende el problema y quiere contribuir a una solución concertada, con las más variadas universidades oficiales y privadas, e instituciones de carreras cortas.

Empobrecimiento y política financiera
Es un hecho el empobrecimiento de las universidades de presupuesto oficial (según estudio reciente de la UNESCO el costo por alumno en la UCV en 2004 fue de 6.100 dólares anuales, frente a los 10.200 dólares del año 2000), lo que genera dificultades de mantenimiento, de dotación y ampliación. Lo más grave es la disminución de los ingresos del personal y el hecho de que los buenos talentos encuentran mejores oportunidades fuera del ámbito académico (con inflación acumulada del 63,80 en los últimos tres años). De la nómina del personal académico, una gran parte (más de la mitad en algunas facultades) se destina para pagar a los jubilados, y como consecuencia, existen graves dificultades para el nombramiento de profesores activos que los sustituyan. Problema urgente, que trasciende a las posibilidades de cada universidad. El Estado, como política nacional, debe y puede eliminar las jubilaciones universitarias antes de los 60 años, establecer una sustancial elevación de las actuales escalas salariales y sanear los pasivos acumulados en el sistema de seguridad y jubilaciones. En una política sensata serían prioridades estratégicas para los actuales ingresos petroleros extraordinarios.

Ninguna institución de educación superior puede ni debe renunciar a su autonomía en la organización de su sistema de ingreso, de acuerdo a sus posibilidades, con verdadera responsabilidad pública y en concierto con las instancias gubernamentales; y hacerlo elevando el bajo nivel y formando para el éxito estudiantil y profesional y no para el fracaso. Debemos reforzar a los bachilleres, ayudar a su orientación y ofrecerles más oportunidades y, para ello, son imprescindibles las políticas de incremento de carreras cortas con más calidad.

La mayoría de los que estudian en institutos privados de tercer nivel vienen de familias de pocos recursos y sufren un injusto desamparo en el presupuesto oficial. Volveremos sobre posibles respuestas a los graves problemas financieros y de preparación de los jóvenes que aspiran a la educación superior.

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