El odio en la oposición
Oponerse al gobierno «bolivariano» y a Chávez en nada otorga per se condición de profesar con patriotismo y convicción valores democráticos.
Si algo se ha develado en Venezuela ante la desvergüenza de un régimen canallesco dentro de la variedad de sus múltiples oposiciones, no es sólo lo mejor de nosotros como nación, como individuos y como ciudadanos, que sí ha mostrado un cualitativo crecimiento en estos años, pero también aspectos desconocidos antes ocultos de nuestra conducta, se han revelado con miseria grotesca y con despreciable vanidad cargada de egoísmos, prejuicios y la visión de los otros con perfumados gestos de supremacía moral, en especial sobre los sectores sociales que el discurso de Chávez elevó en protagonismo y cuya degradación en odio para echarle en exclusiva la culpa a Chávez por ese resultado, sólo muestra la plástica y falsa apreciación de la militancia democrática que mucha gente reivindica como la suya. Ciertamente no se detiene y ni siquiera se esconde un tipo de percepción en focos anchos de opositores sobre la gente que ha apoyado a Chávez, que por un lado hablan de democracia, de derechos ciudadanos, de igualdad, de justicia, de inclusión y reconciliación y en la práctica cotidiana se refieren a los que han estado con el gobierno y con el Presidente como perraje, como chusma, monos y otras florituras de similar pelaje ; igualmente la trasmutación en jueces y carceleros de corte pinochetista, anunciando meter preso a todo el mundo ,es saliva punitiva que nace rauda en sus bizarras y viperinas lenguas.
Esto que digo, se sabe, no es nuevo, lo sé, pero hay que tratarlo, pues lejos de haberse disuelto o atenuado, con la debilidad que ahora mismo sufre Chávez y su gobierno, intensifica su macabro curso, y amenaza, ante el seguro desplazamiento del poder de los «bolivarianos», en derivar en un progrom y en una peligrosa calamidad de muy malos augurios para el futuro y la reconstrucción democrática. En ese sentido los opositores se encuentran obligados a vencerse a sí mismos y el liderazgo colocarse a combatir estas siniestras tendencias, pues hacerlo y más aún lograrlo, es el signo distintivo de marcar la diferencia de lo que denunciamos en el proceder de nuestros adversarios.
Después de todo, con odio y exclusión sólo terminaríamos de completar la obra de destrucción nacional que Chávez inició y que hoy exhibe como su más notable «contribución» al país. Imperativo será estudiar muy bien los ejemplos de transición a la democracia de otras naciones. Las exitosas experiencias de España y Chile son dos excelentes modelos que deben servirnos de borradores para inspirarnos con fuerza, nobleza y convicción en la ineludible tarea de regenerarnos.
Por último, consideramos recomendable como comienzo de una actitud razonable ante el país, que la oposición no aparezca ahora para las elecciones de noviembre como sepulturera de las políticas erráticas del gobierno, sobre todo en materia tan grave como el desabastecimiento, y debe intentar hacer algo por ayudar a resolverlo.
Intentar acelerar su defenestración por esta vía, sería suministrarle a Chávez el enemigo necesario. Es ocasión para recordar que la resistencia de la gente a ciertos opositores con historia política, con frecuencia suele superar su desencanto con la «gestión» de Chávez y su incapaz administración.