¿Qué es el chavismo?
Gracias al espacio administrado por Rigoberto Lanz en un diario de circulación nacional, Jesús Puerta responde a la naturaleza y el carácter del llamado chavismo. Intentamos sumariamente consignar algunas observaciones en torno a las dos entregas que ha realizado, comprobada – de un lado – una perspectiva heterodoxa del marxismo que, sin dejar de serlo, ensaya los caminos de la crítica postmoderna; y – del otro – verificada la ausencia de una reflexión más severa y generalizada en torno al fenómeno, suplantada por sendos estereotipos, frecuentemente banales y punzantes, como pudimos comprobar con la consulta indiscriminada hecha a diferentes foristas.
Ya es una necedad insistir en la sustitución del bipartidismo, cuando conocemos los estragos del monopartidismo. Peor, el Presidente Chávez es el partido en sí mismo, orientado a la definitiva confusión Partido – Estado.
Existe una elocuente fetichización de la vigente Constitución, siempre violentada. No hay constitucionalidad, sino un soporte emergente para los apremios que pueda experimentar el gobierno.
Además del gesto “cientificista”, el chavismo es algo más que un “constructo” periodístico. Digamos de la denominación provisional de los excesos del rentismo (sociológico y político) petrolero.
El chavismo encarna la contrarrevolución de un emergente sector de la burguesía petrolera que, antes ajena a la captación de la renta internacional (que no, producción), desplazó al sector tradicional de hacer caso a un estricto punto de vista marxista. No basta con asegurar gramscianamente que el chavismo “no pasa de ser un bloque histórico – popular – nacionalista”, de retórico anti-imperialismo.
Asistimos a la reinvenciónn de una “confrontación abierta con el imperialismo” que ha sido mera provocación y reajuste dentro de una expectativa de cambio geopolítico. Por lo demás, contravenidas las tesis leninistas, el chavismo es exportador neto de negocios (más que de capitales) y no logra reeditar la consabida etapa de liberación nacional.
Indefinición interesada y ventajista de la tradición marxista, más que del socialismo, comportando la reconstrucción del imaginario subversivo de 1960-1961 y el inmediatamente posterior a la derrota política y militar de 1963. Convierte en delito toda expresión opositora al consagrar la persistencia de la ideología anticomunista, aceptada – por lo demás – la insinceridad (agreguemos: puerilidad) del Psuv.
No hay ya una nueva mayoría social ni política, manifestada tan sólo electoralmente en 1998, sino una burda polarización. Y de la cual se beneficia el liderazgo que goza de la cumbre comunicacional del Estado, sagazmente “informalizado”.
Resulta insuficiente la estigmatización de la oposición como expresión de un obstinado y apátrida neoliberalismo, incurriendo en un maniqueísmo que los teóricos del oficialismo no logran solventar. Ha aprovechado la indiferencia o el desprecio de los sectores de la oposición hacia el debate ideológico, apenas rasgado por las elaboraciones o exaltaciones “antipolíticas”, principalmente mediáticas.
La fracasada “socialización”, improductividad y nula rentabilidad de las empresas estatales – directas e indirectas – tienden a reforzar el espejismo de la conspiración especulativa e inflacionista, reforzando a la corrupción como industria. Cuenta con la ventaja de un silencio casi absoluto sobre los resultados del Plan de Desarrollo Social y Económico 2001 – 2007.
Ha quebrado en términos doctrinarios y de eficiencia la Administración Pública y, en procura de señalar a un culpable (el burocratismo, improvisación dirigencial, grupos de interés o deficiencia planificadora), comporta la búsqueda y formalización del Estado Paralelo, fielmente interpretado por el fallido proyecto de reforma constitucional. Inevitable, por lo menos se reconoce la magnitud de los ingresos petroleros licuados por el gobierno nacional.
Reconozcamos, en Puerta, un intento más sustancial y sobrio de abordar el chavismo, el cual merece otro de quienes lo adversan como corriente política e ideológica. Sobre todo para hallarlo como un cuadro de intereses, relaciones y estructuras que tiende a consolidarse: el chavezato, interesada estructura relacionante que amerita de otras herramientas teóricas.
665 mil millones
Los economistas tienden a concederle una mayor profundidad al debate público, esgrimiendo razones que otras disciplinas no se atreven a aportar por ausencia de voceros acreditados políticamente. La televisión y la radio abren rápidas ventanas a la diaria vida ciudadana al contar con especialistas que aportan datos muchísimo más importantes que la diatriba fácil de los que se presuntamente saben del oficio político.
Hay variadas versiones sobre la suma de todos los ingresos petroleros con los que ha contado el gobierno nacional entre 1999 y 2007, pero hallamos en el dial a un profesor universitario, Jesús Cacique, que reveló importantes cifras fundadas en los informes del Banco Central de Venezuela. A guisa de ilustración, apuntamos que, en el lapso señalado, el Estado ha dispuesto de $ 665.169 millones y, hoy, la deuda externa alcanza a $ 25 mil millones y la interna $ 14 mil millones, agravada ésta al crecer 1.100%, pues estuvo en Bs. 2.5 billones en 1999 y está ahora en 31.2 billones.
Un ejercicio de bolivarización (“floja” o “fuerte”), nos sorprendería al no facilitar la lectura esa gran cantidad de ceros que comporta. No obstante, semejante asombro ha de acompañarnos cuando comprobamos la abismal desproporción entre lo que ha ingresado y los resultados de la gestión, por más bulla que se haga de algunos; la inédita acumulación de poder que ha alcanzado Hugo Chávez, más allá de las consabidas habilitaciones legislativas o la supeditación de todos los órganos del Poder Público; el gasto dispendioso, indisciplinado e improductivo, alambicado por unas misiones que ni siquiera rasguñan la condición, naturaleza o carácter de Política Pública.
Convengamos en la importancia de las cifras para apreciar las realizaciones del gobierno, por complejas que resultaren. El ministro Ramírez dice que “sólo congelaron 300 millones de dólares” en el litigio que adelanta la Exxon-Mobil en el exterior, en lugar de 12 o 36 mil millones de dólares; o Chávez ha dicho de elevados índices de escolarización, cuando lo colocó en 2000 en 600 mil nuevos alumnos, denunciando – ahora – José Luis Farías que fueron 130 mil.
El manejo de las cifras no es fácil, requieren de una mayor disposición al estudios por nuestros dirigentes políticos, por más auxilio que reciban de los especialistas. El régimen nos atropella con una gándola de acontecimientos artificiosos, mientras andamos inadvertidos caminos que hablan de cotas o kilometrajes inauditos.