Con coca pero sin cola
Jamás he comido la pasta ni he masticado las hojas ni he tomado la infusión pero de pronto me siento confusa, como si estuviese obnubilada. Y que conste que la nube que envuelve mi entendimiento tampoco proviene de algo raro que fumé. El problema mayor es que no sé por dónde comenzar esta nota. Pensaba dedicar el espacio a la denuncia o zapeada del excelentísimo señor embajador de Venezuela en México, Roy Chaderton, contra sus ex compañeros de ruta, ideología y luchas: los socialcristianos. No es de extrañar que este personaje -como todos los tránsfugas y conversos- haya exagerado el radicalismo de sus ataques a la tolda política que lo cobijó antes de descubrir el rojo rojito de su alma revolucionaria. Lo que me ha dejado perpleja es saber que los socialcristianos practican orgías. Leí una y otra vez la acusación de Chaderton contra un potentado mexicano, dueño de la fábrica de un pan muy popular en Venezuela y otros lares: sus millones van dirigidos a preparar una orgía de la Organización Demócrata Cristiana de América Latina en contra de Chávez. Nunca pensé que una orgía pudiese alcanzar dimensiones continentales y mucho menos que ese tipo de actividades se realizaran en contra de alguien; según parece las gentes que participan en ellas lo pasan muy bien y en lo menos que piensan es en sus enemigos. Además, una orgía socialcristiana es casi un oximorón: jamás podría imaginar a mi querido profesor Arístides Calvani (qepd) ductor y guía político de Chaderton, metido en una encerrona de ese tipo ni a Pepe Rodríguez Iturbe o al recientemente fallecido ex presidente Luís Herrera o al ex presidente Rafael Caldera, fundador del partido Socialcristiano COPEI. Chaderton pudo hablar de una conspiración artera y hasta de un aquelarre, pero lo de la orgía es pasarse de la raya en materia de puñaladas por la espalda.
Habría seguido con el tema Chaderton y su conversión al estalinismo más ortodoxo, sino fuera porque en Cuba unos estudiantes decidieron seguir el ejemplo de los universitarios venezolanos -inspiradores del derrumbe electoral de Chávez en diciembre 2007- y de los muchachos colombianos que Internet mediante, organizaron la protesta mundial contra las FARC el 4 de febrero último. Un video muestra a los jóvenes cubanos reclamando fallas de la revolución cincuentona, a Ricardo Alarcón, presidente títere de Fidel. Por ejemplo la imposibilidad de ejercer el derecho humano universal de entrar y salir libremente del país. La respuesta de Alarcón es de antología: “En el mundo hay seis mil millones de personas, si todas viajaran al mismo tiempo el espacio aéreo sería insuficiente y los aviones chocarían”.
Dentro de la misma onda preguntona, pero con fina ironía, un lector de nombre José Miguel Roig
le escribe al inefable Rigoberto Lanz (“A tres Manos”, El Nacional 13-02-08) magíster teórico del socialismo del siglo XXI, para que de una vez por toda aterrice y le diga 1º si ese socialismo se
parecerá o no al soviético o al cubano 2º si permitirá que se critique al gobierno y 3º si podrá entrar y salir del país cuando le dé la gana. Lanz responde: “aquí no estamos para aclarar ni para dar consejos. Este espacio no puede consagrarse a responder las preguntas que legítimamente tiene en mente cada lector”. Y la guinda de la torta: “Le invito muy cordialmente a persistir en sus búsquedas y a no perder la paciencia con elaboraciones teóricas que son siempre muy exigentes”. Es decir que inquietudes tan concretas como las de Roig son para el papaúpa de los aeróstatas y extragalactas del chavismo, “elaboraciones teóricas”. Al lector Roig no se le ocurrió preguntar en sus teorizaciones, si en el socialismo del siglo XXI tendremos derecho a comer o si por el contrario, el hambre y la escasez de lo indispensable serán la norma como en la Unión Soviética de Stalin o en la Cuba de Fidel.
Lo más desquiciante del rumbo emprendido hacia la creación del hombre nuevo, de la patria nueva, del socialismo nuevo y de otras originalidades es, por un lado, el empeño en que no quede una sola empresa privada en el país y, por la otra, las amenazas a las que -en opinión del gobierno- no están
cumpliendo con su deber de abastecer a la población. El comandante Chaderton quiere que se acabe el pan en un país donde ése es uno de los pocos alimentos primarios que aún no escasean. A
Chávez en cambio lo saca de su escaso quicio, la persistente escasez de leche. Su amenaza de cortarle el suministro de petróleo a USA no ha sido tomada en serio por nadie: el inalterable precio del otro dólar, así lo demuestra. Pero si le da la tequetera final y cumple su amenaza, no habrá una sola divisa imperial para importar ni para expropiar ni para montar cooperativas socialistas ni para tener vacas bolivarianas. ¿Con qué objeto entonces amenaza con expropiar a las dos industrias lácteas más poderosas?
La primera señal del fin del comunismo en la China de Mao y del inicio del capitalismo más que salvaje que vive hoy, fue la aparición de la Coca Cola. Esa bebida que nuestro inolvidable amigo, el poeta mexicano Andrés Henestrosa llamaba: “las aguas negras del imperialismo”, se ha transformado
en símbolo de la globalización y de la primacía norteamericana. Como en Venezuela estamos avanzando hacia atrás, un grupo de parlamentarios que de verdad cree poder triunfar donde fracasaron la Unión Soviética de Lenin y Stalin, la China maoísta y la Cuba fidelista; ha decidido movilizar al sindicato chavista y hostigar a la filial venezolana de esa transnacional, hasta hacerle casi imposible distribuir su producción. Es decir que sumada a la escasez de leche, pollo, azúcar, harina de trigo, arroz, aceite y café, tendremos la de esa bebida que al menos engaña el hambre.
Pero no todo es mortificación y sufrimiento, en medio de tanta noticia alarmante y de tantas amenazas de guerra contra Colombia y el Imperio, expropiaciones, expulsiones, encarcelamiento a los parlamentarios vende patria que aprobamos la apertura petrolera y un sinfín de etcéteras, hay una buenísima: ¡Ya los venezolanos no necesitamos visa para viajar a Bielorrusia!