Opinión Nacional

Re-Centralización: Principal Causa del Auge Delictivo, más no la única—la solución es muy compleja

Mientras más íntimamente familiarizada esté una institución policial con la jurisdicción—comunidad—a la cual debe proteger del delito, más eficiente será su ejecutoria—aún por encima de sus debilidades científicas y tecnológicas: Eso quiere decir, que mientras mayor sea la jurisdicción o comunidad a cargo de una policía, mayor será su ineficiencia: y la más contundente evidencia de esto, la está viviendo hoy Venezuela; amargamente, debido a que ha estado durante los últimos nueve años sometida a una deliberada campaña para desmantelar a las policías regionales y municipales, con la intención de centralizarlo todo en una policía nacional.

Yo colocaría en segundo lugar como causa del auge delictivo en Venezuela, a la muy renuente mentalidad de “Sheriff ”, que persiste tanto entre la población en general, como entre los mismos funcionarios policiales: a todos ellos les “encanta la Ley del Revólver”: realmente creen que las armas en manos de los policías tienen como única finalidad la de cazar a los delincuentes a balazo limpio—y lo aprendemos desde el preescolar—sólo basta ver a los bebés jugar a “policías y ladrones”—para comprobarlo. Sin embargo, más de un siglo de evolución del conocimiento sobre el delito, y las ciencias y tecnologías policiales, ha demostrado que no es la fuerza, sino el entrenamiento, y las ciencias y tecnologías policiales, las que son eficientes en el control del inerradicable fenómeno social delictivo.

Desde hace más de 300 años antes de Cristo; cuando el líder de la escuela filosófica de los cínicos; el griego Diógenes, recorría las calles de Atenas—a pleno mediodía—con una linterna encendida, “buscando un hombre honrado”, la humanidad sabe que no existe tal hombre honrado—todos los seres humanos (al no ser creados a imagen y semejanza de Dios, sino por ser; simplemente, un animal mamífero más—un simio perteneciente a la familia taxonómica Hominidae), es natural y perfectamente capaz de perpetrar faltas y delitos—sólo necesita de una oportunidad para cometerlos; sobre todo si cree que difícilmente será agarrado “con las manos en la masa”.

Pero la perniciosa influencia de la románticas utopías cristianas y marxistas—lograron que en Venezuela se eliminase la expedición oficial del llamado “certificado de antecedentes penales”, que le permitía a las policías y comunidades en general, concentrar su vigilancia preventiva en los supuestamente más proclives al delito—y / o disponer de extensos archivos a la hora de intentar encontrar al perpetrador de un delito, al buscar en ellos similares modus operandi.

La siguiente causa más importante—hoy y desde hace mucho tiempo—del incremento del número de delitos en Venezuela, es el aberrante celo inter-policial: degeneración institucional que ha llevado a los cuerpos policiales a querer ser ellos los “únicos héroes”, en la resolución de los hechos delictivos.

Esta última causa ha llegado hasta el extremo de maniatar a todas las policías regionales, metropolitanas, estadales, municipales—y otras—impidiéndoles legalmente llevar a cabo la más fundamental de las actividades policiales: INVESTIGAR: analizar la escena del delito para partiendo de los hallazgos, dirigir la búsqueda y captura de los perpetradores.

Esta enfermedad policial llegó al colmo en nuestro país, cuando la antigua PTJ se convirtió instantáneamente en el CICPC, sin siquiera cambiar de lugar ni un escritorio—los “petejotas”, tan pronto como fue aprobado el referendum que ponía en vigencia a la actual Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (el 15 de diciembre de 1999)—la que en su Artículo 332 establece que el Ejecutivo Nacional, organizará un “Cuerpo de investigaciones científicas, penales y criminalísticas”, comenzó a redactar el proyecto de ley que le aseguraría que todas las funciones asignadas a ese nuevo cuerpo de policía, fuesen de la “exclusiva propiedad” de la PTJ; manteniendo la triste realidad de que todos los demás cuerpos de policía “preventiva, administrativa, especial u otra”, no sean muy diferentes a cuerpos de boy scouts, aunque incluyan entre sus filas a funcionarios femeninos.

Todos los cuerpos de policía—sin excepción—deberían tener las facultades legales para organizar, equipar y entrenar, a cuerpos de investigadores—detectives—especializados en analizar la escena del delito; como los protagonistas de la muy popular serie televisiva policíaca hollywoodense, llamada CSI (Crime Scene Investigators =Investigadores de la Escena del Crimen), para que toda policía del país se convierta en un verdadero y eficaz auxiliar del Ministerio Público—el que conforme a la leyes de Venezuela, es el encargado de dirigir a los cuerpos de policía en las tareas de prevención y represión del delito.

Las armas de fuego que portan los funcionarios policiales de Venezuela—no son para cazar delincuentes—son para su legítima defensa ante los posibles ataques en su contra, por parte de delincuentes armados.

La principal arma de todo funcionario policial; no es un arma de fuego; sino el experto conocimiento de la ley (desde la Constitución Nacional, hasta las ordenanzas municipales), porque el cuerpo del delito no es el cadáver; ni el humeante revólver, ni el puñal ensangrentado, ni nada por el estilo. El cuerpo del delito es exactamente el conjunto de palabras de definen como falta o delito a un determinado comportamiento o inacción contenido en los numerosos códigos, leyes, reglamentos, decretos, resoluciones y ordenanzas.

Mientras Venezuela siga organizando ejércitos nacionales de represión policial; en vez de habilitar legalmente a todas las policías, regionales, estadales, metropolitanas, municipales, administrativas y especiales, para que se conviertan en instituciones expertas en la investigación de la escena del delito, y en ciencias y tecnologías como la dirección de la acción policial en base a estadísticas delictivas actualizadas DIARIAMENTE, dactiloscopia, ADN, planimetría, microanálisis, balística, toxicología, y otro largo etcétera; el delito no parará de crecer.

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